Razón y decencia opositora: sin signos vitales

A mis cuarenta y diez años, como diría Sabina, digamos que he empezado a perder algunas cosas, pero afortunadamente aún no he perdido, entre otras, la capacidad de asombro. Y es que la capacidad de asombro, sobre todo en estos tiempos en donde pareciera que fuese posible todo lo imaginable y lo inimaginable también, pareciera estar en vías de extinción. Ello porque vivimos unos tiempos en donde pareciera que todos formáramos parte de un "reality show", donde se vale todo, y en donde unos creen que de verdad viven en un espectáculo de televisión en vivo y que además son los protagonistas. En estos tiempos de las comunicaciones instantáneas, donde el chisme, lo grotesco, lo banal y lo insulso es manejado como noticia y como política, pareciera que nos invade la sensación de que más que asombro, el mundo parece que nos persigue y aturde.

Sin embargo, lo que pasa en este país me sigue asombrando, sobre todo en este último mes y medio, en donde no en pocas oportunidades más me han asombrando las cosas que no pasan y que casi en vano he esperado que pasen.

Una de esas cosas que me gustaría que pasara tiene que ver con lo que piensan aquellos sectores vinculados o simpatizantes de la oposición y que, reconocidamente o no, pudiéramos llamar "parte de la gente pensante" de este país: sus intelectuales, sus artistas, sus "gurúes" en cuanto a ciertas cosas que se han sucedido últimamente.

Es decir, para tratar de explicarme mejor, yo he esperado que, de la misma manera como desde el "chavismo" han surgido muchas (buenas y malas) críticas y autocríticas al rumbo que ha tomado el proceso revolucionario, sobre todo en lo referido a la corrupción, al burocratismo, la ineficiencia, etc., de la misma forma es válido y lógico esperar que desde esos sectores de oposición se generen críticas y cuestionamientos a la manera y las formas en la que la oposición se ha venido manejando. ¿O de verdad, es mucho pedir?.

Considero que en ese sentido, en el ejercicio de la crítica y la autocrítica, la razón y la decencia juegan un papel determinante, ello en tanto que se supone que funcionan como motivación de la misma, en primera instancia, además como controladora de la práctica política en este caso, y de la convivencia en general.

Sin pretensiones filosóficas de ningún tipo, el concepto de razón generalmente nos remite a dos ideas básicas, a saber: a la facultad exclusivamente humana de razonar, de pensar y reflexionar por una parte y a la posibilidad de definición y explicación de la realidad que tienen precisamente solo los humanos. De igual manera, la decencia, parafraseando a Bégout (2010) se refiere a la capacidad que se tiene de "experimentar el bien". Es decir, tiene que ver con la aceptación de lo que es bueno y propio dentro de un grupo social y con lo que se es capaz de actuar en consecuencia. Asumidos así entonces, la razón y la decencia están íntimamente vinculados y funcionan como una forma de "expresión" de lo ético y de la moral de un grupo.

De tal manera que, sería irracional de mi parte no reconocer la situación de crisis que se vive, así como también sería irracional no reconocer que existen muchos factores internos y externos que la propician. Sin embargo, considero que hoy en día cualquier venezolano tiene motivos para no sentirse satisfecho y por ello de manifestar su descontento. Es decir, tiene motivos y derecho a protestar, eso sí, dentro de los medios y límites que imponen las leyes y las normas mínimas de convivencia. De igual manera sería indecente, si no denunciara la ineptitud y la corrupción que en ciertas esferas y niveles del gobierno existen y que juegan un papel fundamental en dicha crisis.

Hoy el descontento o la inconformidad con la gestión de gobierno indudablemente que ha crecido, y es de suponer entonces que entre los descontentos opositores al gobierno hay gente que razona, de la que hemos denominado "pensante" y que además es "decente". Gente (o grupos de gente ubicados en los estratos medios fundamentalmente) que precisamente se supone que por sus características de formación, nivel educativo, vocación, finalidad, etc., quizás ejercite o tenga que ejercitar "más que otros" (profesores, grupos de profesionales, artistas, líderes religiosos, etc.) eso que de manera llana hemos definido como razón y como decencia.

Sin embargo, si solo tomamos en cuenta algunos eventos y hechos de dirigentes y personas vinculadas a la oposición a partir del año 2016 hasta estos días, hemos podido ver cómo en reiteradas veces se han hecho llamados a desconocer al gobierno legal y legítimamente constituido. De hecho, las primeras declaraciones del presidente del parlamento que se instaló a inicios de ese año, fueron que en un lapso de seis meses sacarían al gobierno, sin que existieran medios legales para ello. Desde entonces y hasta hoy, sin ningún tipo de consideraciones, dirigentes opositores han llamado e incitado a militares a desconocer al gobierno y no solo eso, peor aún; abogan por la intervención de organismos internacionales y potencias extranjeras sin ningún tipo de reparo. De hecho, hoy cualquier país extranjero se cree con el derecho de opinar sobre la política interna de Venezuela.

Al respecto se puede decir que si bien hemos visto en reiteradas oportunidades, al gremio médico por ejemplo, pronunciándose por una supuesta "intervención" del régimen cubano. Así como también hemos visto a rectores de universidades, a "expertos en cualquier cosa", a la conferencia episcopal, entre otros, (es decir; gente pensante y decente de oposición) pronunciándose a favor de la democracia y en contra del "intervencionismo" (pero de Cuba), sin embargo, nunca se han pronunciado en contra de los llamamientos a golpes de Estado y por supuesto, nunca en contra de aquellos que hacen llamados a la intervención extranjera.

Pero el asunto no se queda en el conveniente y cómplice silencio que hacen estás élites. Lo grave es que miembros de éstas lo rompan como en las siguientes situaciones:

Hace apenas unas semanas, un "reconocido sociólogo" de oposición en vez de llamar a la cordura, a rechazar la violencia de ambos bandos, en un extraño alarde de estratega militar (supongo que tratando de emular al tristemente famoso "General Guayas") en una red social, sugirió una forma para la "neutralización" de las fuerzas públicas y de los chavistas. Ya conocemos el desenlace de dicha sugerencia. Lo que no conocemos es la posición, digamos del Colegio de Sociólogos, de la universidad de donde es o fue profesor el ya famoso "sociólogo del matero". Los únicos que al parecer han dado una muestra de rechazo ha sido la junta directiva de un gran consorcio bancario. Imagínense!, con seguridad los que tienen más plata, pero no necesariamente los más ilustrados.

Otro acontecimiento muy llamativo y específico tiene también que ver con otro "ilustre" profesional vinculado a la oposición, en este caso un periodista, de esos que en los últimos tiempos han hecho del chisme, del brollo y la cizaña una especie de "estilo noticioso". Este señor lanzó al mundo una mentira. Pero no cualquier mentira, porque no fue casual, no fue al azar, cuando en su mentira se refiere a unos de los descendientes de los llamados "amos del valle", y anuncia al mundo que había muerto (el famoso sin signos vitales de éstos días), sugiriendo además que había sido envenenado por el "régimen". Este "señor", al igual que el "sociólogo del matero" y al igual que otros como ellos, no han ofrecido una disculpa pública, a nadie y mucho menos una mínima explicación creíble acerca de lo sucedido, o un mínimo atisbo de arrepentimiento.

Considero que este tipo de situaciones se dan por dos razones; no existe la más mínima vergüenza personal, ni ética profesional y porque, sus pares profesionales y quienes los siguen, no les han reclamado un mínimo de responsabilidad por sus actos. De hecho, han sido muy pocos por no decir nulos los pronunciamientos de sus colegas, no han sido sancionados, no se les ha llamado la atención por parte de los gremios que los cobija.

De igual manera, la virulencia y el marcado carácter belicoso de las llamadas "manifestaciones pacíficas" (nuevo nombre de las guarimbas) han devenido en una mera representación teatral, una puesta en escena en donde se pueden apreciar desde personas en sillas de ruedas y mascotas, hasta gente desnuda, tetas operadas, artistas, etc, todo ello con sus "selfies" incorporadas, manifestaciones que igualmente al final terminan en actos de violencia con desenlaces fatales a diario.

Pero más allá de la violencia física, del terror implícito que generan estas "manifestaciones pacíficas" está la violencia simbólica que las rodea. La profanación de tumbas, la utilización y exaltación del excremento como protesta pública, no son hechos (como me dijo un gran amigo y colega opositor) intrascendentes. No, son hechos y acciones que de alguna manera revelan la naturaleza de quienes las hacen.

Si bien es cierto que la manipulación y utilización de los desechos corporales como los excrementos es distinta en distintos grupos culturales. La llamada cultura occidental de la cual formamos parte tiene de igual forma muy definidos los usos y manipulación de los mismos: su utilización con fines científicos y de investigación biomédica, procesado como fertilizante e incluso como fuente de energía. Fuera de estos o de algunos otros pocos contextos, el excremento connota un fuerte significado negativo, su uso, manipulación y exaltación es asociado a una situación patológica.

El 'asco' a la exaltación del excremento, fuera de los contextos señalados, es un aprendizaje cultural que nos enseñan nuestros padres. La utilización, manipulación del excremento como forma de protesta es una conducta que tiene que ser vista como un síntoma patológico por parte de un grupo de personas que dicen buscar la libertad. Es una conducta desviada y no condenarla, considerar que son manifestaciones intrascendentes, es un error.

De igual manera, muy recientemente se ha desatado toda una cacería, con marcadas características etnocéntricas, por parte de personeros de la oposición, en la cual se han hecho llamados a perseguir, hostigar y atacar físicamente a personas que se crean sean, fueron, o son sospechosas de ser simpatizantes del chavismo. Este tipo de actitud por parte de la también auto denominada "gente decente" como lo manifestó una connotada dirigente opositora, no solo es irracional, sino que además es indecente porque no actúa según el bien.

Es por esto que colegas y amigos que presumen de ser muy razonables y ecuánimes, los cuales están siempre muy prestos a la "crítica objetiva" del gobierno, se arrechan cuando los llamo escuálidos. Y son escuálidos no porque estén en contra del gobierno, están en su derecho a pensar distinto, son escuálidos porque el silencio que guardan ante este tipo de situación no solo avala dichos desmanes, sino que además los hace cómplices.

Estamos viviendo unos tiempos de resurgimiento del odio, sin cortapisa, sin pena y como siempre, sin sentido. Y algo debemos hacer, porque parafraseando un poco a mi abuela: "Se puede ser feo, pero no perder la razón y la decencia".

lenincalderon@gmail.com



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