Los mochos se juntan y se rascan entre sí. Por lo visto, este pareciera ser el drama de un gobierno devaluado por sus repetidos errores; y también, esa causa que atormenta a esa oposición sui generis que perdió el derecho a ser creída porque hizo de la mentira una forma de hacer política. Y porque no les funcionan los show baratos para distraer a sus seguidores, ahora recurren a toda clase de argucia rastrera para alargar la fecha de elecciones, pues saben que con trampas, sobornos y represión no podrán someter al pueblo y salir airosos en cualquier consulta.
Si revisamos las últimas encuestas de opinión, observamos que cada vez se hace más evidente el rechazo al putrefacto establishment, y que la intención del voto se orienta de manera masiva a la búsqueda de un liderazgo emergente, que no guarde ninguna relación con el incompetente y corrupto gobierno que quiere matarnos de hambre, y mucho menos a cometer la pendejada de retroceder a la etapa de los dinosaurios puntofijistas, a quienes no les tembló el pulso a la hora de saquear la nación durante cuarenta años de negra historia.
El 2017 debe ser el año para que los hombres y mujeres de buena voluntad logremos librarnos de esta pandilla de bandidos que insisten en repartirse el país como botín de guerra. Por ello, sería imperdonable que por cobardía nos cruzáramos de brazo, contemplando impávidos como las aves de rapiñas se devoran con tanta saña la presa. O nos armamos de valor para salir en defensa de los sagrados intereses de la patria, o nuestra inacción nos hará cómplice de este infame y macabro pacto que amenaza con convertir a Venezuela en un inmenso basurero de chatarras y pobladores desnutridos como en Biafra.
