Arrugó el bocón

¡Cómo olvidarme de Sinseso!. Cuando llegué al barrio y me di cuenta que el nuevo rancho donde me llevó mi inolvidable padre con mis hermanos, mis hermanas, además de mi madre la “vieja” María,había tremendo farallón; me puse muy contento, Oye ahí si podía elevar mis papagayos con soltura porque no había antenas de televisión que enredaran su cola con hojilla,

El papagayo me lo hacía mi hermano Carlos al que llamaban el “zurdo". Ese hermano me consentía demasiado y yo lo chantajeaba. Por ejemplo cuando íbamos subiendo el cerro de Marín y me daba flojera, yo me tiraba al piso. Él me observaba con preocupación. Y yo le decía: “Me duelen las rodillas manito” y él me subía a su hombro y me llevaba cerro arriba hasta la casa. En la escuela quien se metía conmigo yo simplemente se lo decía a Carlos y al día siguiente, había peleíta, de la cual el “zurdo” siempre salía victorioso y todos me respetaban. Siempre fui ajeno a las peleas y a las discusiones. Yo lo que hacía era enamorarme de mis condiscípulas a las cuales les escribía versos sin rima y malos con bola: ”Marujita debo confesarte que desde que te vi, siento que tengo 4 ojos, porque sobre los míos andan los tuyos” Y ella se quedaba pensando y se echaba a reír; poeta es enamoradizo desde que nace. Y yo poeta malo más rápido.

“Sinseso” era el guapo del barrio a donde nos mudamos. Cuando salimos por primera vez a la calle a jugar metras mi hermana Aura y yo, nos dijo: “Ya saben aquí el arrecho soy yo; ustedes deben obedecer” y sin más nos hizo coleo y se llevó todas las metras mientras sus jalabolas reían. Mi hermano Carlos el “Zurdo” todavía no había llegado al barrio, Estaba en casa de su madrina.

Me enteré que “Sinseso” no tenía combatientes. A todos les ganaba. En el barrio lo respetaban. Era un muchacho BOCÓN y estúpido, pues tenía 14 años y estaba en 5to grado. Gritaba, maldecía, daba patadas sobre la tierra, decía groserías y se burlaba de las muchachas y las señoras del lugar. Sus padres no podían controlarlo. Una tarde jugando al escondido, como Caribera, otro guapo, no salía de donde estaba escondido y el, Sinseso, se imaginó que estaba oculto en el basurero, fue a su casa buscó una lata de kerosén y encendió todo aquello. Caribera se había ido a su casa a dormir muerto de la risa. Le metieron 15 días en el retén de menores de San Agustín a Sinseso por provocación de incendio.

Mi hermano seguía ausente hasta que llegó de repente y se instaló a fabricarme una cometa la cual yo salí a volar sobre el farallón. Yo era feliz viéndola bailar en el espacio, pero, de repente salió una piedra con un interminable guaral asido a ella, voló hasta mi bella cometa y la echó al suelo; el autor de esa tarraya fue Sinseso.

Me dio ganas de llorar y mi hermano supo el por qué. ”Ven” -me dijo- y bajamos hasta la casa del bocón Sinseso. Todavía no sé cómo mi hermano supo que ahí habitaba el fulano guapetón. Lo cierto fue que cuando el famoso del cerro abrió la puerta; ¡Pum! un zurdazo sobre su cara, más una derecha en el pecho y luego una estranguladora al cuello. Mi hermano era admirador de Dark Búfalo el luchador y copiaba sus llaves...

Tuvieron que quitárselo a mi hermano. Sinseso lloraba como el Salto de la Llovizna. Desde ese día el papá de los helados en el barrio era el “zurdo”, pero no por malo, sino porque había derrotado al malasangre de Sinseso que tenía años invicto Davalillo. Así les pasa a esos sujetos que se las dan de traga clavos, de pintaos, de mal educados, de aguajeros, de imprescindibles; así le pasó al adeco Ramos Allup ante el dictamen del Tribunal Supremo de Justicia. Arrugó e hizo el ridículo…



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Angel V Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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