El cuentico de siempre

La dirigencia opositora, por llamarla de alguna manera, sigue fiel a Chacumbele, practicando la mala costumbre de escupir para arriba y después se quejan porque la saliva les cae en la cara.

Los dos figurones más destacados de ese combo, parecen salidos de una película del cine mudo, quiero decir, aparecen gesticulando exageradamente sin ni siquiera pestañar, arte que no practican por alguna razón no sabida y consagrándose como malos actores. Me refiero al dúo compuesto por el terror de las embajadas, (conocido también como el “caprichito “) y a su carnal Leopoldo. Ambos salían desgañitándose en Televisión decretando que el ocho de diciembre se sacudían a Nicolás Maduro, porque esas elecciones no eran otra cosa que un plebiscito. Leyeron bien: un plebiscito, en el que de paso, borrarían el chavismo de la faz de la tierra.

Ahora después de la paliza que le propinó el Soberano andan con la piedra bien afuera porque a un ingenioso se le ocurrió subir a youtube un video en el cual se muestra a los dos figurines perdiendo el glamur y el discreto encanto de la burguesía. En ese video aparecen como matones de arrabal, amenazando al primer mandatario y anunciando en cuenta regresiva que lo que se le venía encima el 8D, era nada menos que un plebiscito del que no lo salvaba ni Mandrake el mago.

Como estos patiquines también practican el farisaico arte milenario del yo no fui, seguramente van a salir diciendo que los que salen en el video no eran ellos porque, ellos estaban en otra parte. Es lo que en la nueva sociología de la comunicación se ha dado por llamar el síndrome Marcel Granier, el cual consiste en afirmar que “Yo no estoy donde estoy, sino donde yo creo estar y puedo estar”.

Por eso en la pavosa y degradante autojuramentación del inefable Carmona, el 12 de abril de 2002, los payasitos y payasitas presentes se mostraban orondos y arrogantes delante de las numerosas cámaras que cubrían el suceso. Entre ellos el ex mediático Marcel Granier, risueño y plácido. Miraflores a esa hora semejaba un set de televisión con varios decorados simultáneos.

En un aparte estaba el energúmeno que leía de forma atropellada las instancias legislativas, judiciales y ejecutivas que desaparecían de un plumazo y más allá un elfo se auto juramentaba, como en un Sábado Sensacional mientras la masa genuflexa se levantaba y aplaudía frenéticamente. La atmósfera guardaba un parecido asombroso con las películas de Luis Buñuel o del cachondo de Bigas Luna, pobladas de personajes mofletudos y enfluxados, firmando actas y volteándose en el estrado para complacer a los extras que aplaudían, según le indicaba el coordinador de estudio. Miraflores rebosaba de curas, militares, banqueros, damas de dudosa reputación, dueños de medios y una que otra sabandija, que se movían como los integrantes de una carpa del circo Razzore, con el perdón de los talentosos hermanos Razzore.

Los innumerables videos grabados en esa jornada ominosa sirvieron para que videodastas y cineastas progresistas editaran películas que dieron la vuelta al mundo así como un centenar de documentales que denunciaron el golpe y que fueron vistos por millones de telespectadores como si se tratara de una producción promocionada por la maquinaria hollyvudense. Hasta a los dueños del mundo se les escapa la liebre. Bueno y para hacer la cosa más increíble el señor Marcel Granier negó tres veces que el que aparecía en los videos en plano general, en plano medio o en Primer Plano (como se llamó el programa de televisión que el inventó) no era él.

Esta afirmación negada, puso frenético a más de un estudioso de teología. Por fin un cuerpo podía estar en dos sitios diferentes a la vez. Algo reservado hasta hora a las divinidades y por supuesto negado a los seres humanos.

Será que al caprichito y a su carnal Leopoldo, también les falta un tornillo además de padecer del síndrome Marcel Granier?


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Hector Agüero


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