Leopoldo tú eres la versión masculina de María Concha Alonso

Por ejemplo la cubana batistera esa dice que está contenta porque murió Chávez y tú exclama con esos ojos más brotados que bolas de perro enano, que vas a incendiar a Caracas. Ella se siente contenta de que haya muerto el hombre más aclamado de finales del siglo XX y comienzo del XXI y tú dice que “vas a recuperar la democracia”.

Ambos demuestran que no están bien del mini cerebrito que les colocó la madre naturaleza. A esa mujer María Concha Alonso que según mi amigo José Guayaba fue novia de Boves y tuvo un empate técnico con Leo Coyote debajo de la Mata Carmelera, le han hecho muchos daños esas “cosas” que les daba aquel al que llamaban en un barrio del oeste caraqueño “el rey de la lumpia” y que ahora anda por Miami recordando los días de cuando le dio un autógrafo a Lola la que mataron a las 3 de la tarde.

María Concha Alonso esa viejita que nunca fue ni cantante ni actriz, sino todo lo contrario, demuestra en su ancianidad que “árbol que nace torcido nunca su rama endereza”, pues sigue igualita de cuando andaba en una moto por Sabana Grande y que “filmando una de guan”. La misma que pegaba lecos, la misma que desafinaba como una campeona, la misma que actuaba con voz de guacharaca en estado de abandono, que no la brincaba ni una gacela, la misma viejita que hoy se pasea por los predios de Miami ¡ Ay que vaca tan salada, tolón, tolón! A esa batistera en decadencia hay que recordarle que los años pasan, que la piel se arruga, que en boca cerrada de tanta operación, no entran moscas.

Leopoldo por su parte es un infeliz. Cada vez que se mira al espejo siente rabia al mirarse esos ojos de Charles Manson actuando en aquella nocturnal orgía ante Sharon Tate. Leopoldo es un pobre diablo al que el dinero de sus familiares no ha hecho feliz jamás, porque el dinero es frío, no da calor, y a él lo que siempre le ha hecho falta es ese calor, ese amor que a Chávez cada día se le agiganta como se agigante el espacio en un desierto.

Leopoldo López invita a quemar la ciudad caraqueña, pero ¿dónde están las bolas para hacer eso? Leopoldo en toda su precaria existencia de “rico pobre” jamás ha tenido coraje; es un miedoso, o como decían en mi escuelita, un culillúo. Sin la presencia de esos ridículos y que “manos blancas” que protestan por dinero, Leopoldo no llega ni a la esquina. Leopoldo es la mitad de un hombre, pero de la cintura para arriba. El pueblo lo quiere ver en su arrechera de pacotilla y lo invita con todo respeto que cuando se decida a quemar la ciudad caraqueña, comience por el 23 de ENERO. Ahí es que quiere verlo el pueblo imitando a su antepasado, aquel que prendió a Roma por sadismo.

Leopoldo López y María Concha Alonso son dos personajes desfasados. Ella debe quedarse en su casa de GUSANERA siguiendo las instrucciones que le recomendó Marianella Salazar a base de manteca de culebra tibetana para las articulaciones, elixir paregórico para las terribles flatulencias que la acosan y conchita de piña con azafrán para el mal aliento, ah, y envolverse en una sabana de tafetán o bichí. durante las 24 horas del día…

A Leopoldo López habrá que regalarle el disco de Javier Solís que en su letra dice: “Payaso, soy un triste payaso que en medio de la noche se pierde en las penumbras entre risas y llantos, payaso, la, la, la, la…”

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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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