Régimen alimentario de los pueblos indígenas

A propósito del desprecio y omisión de los diputados de la MUD con los pueblos indígenas en la interpelación de ministros del Gabinete social

Revalorización intercultural de los regímenes alimentarios de los pueblos indígenas ante la crisis

ª Pérdida de identidad alimentaria regional

 Ante el encarecimiento de los cereales y el mito del trigo, la pretensión de Bush de alimentar los carros con maíz, no debemos olvidar nunca que en este continente somos los hombres y mujeres del maíz, si queremos pensar en nuestra seguridad y soberanía alimentaria.

Hugo Chávez Frías

Presidente de la República Bolivariana de Venezuela

Nadie pasa hambre en América

Alejandro de Humboldt

El día en que todo había sido devaluado

 Un día llegaron ellos, los conquistadores. Tratando de quitarnos todo buscando El Dorado.

 -Para quitarnos todo, debían cambiarnos todo. ------Entonces decidieron que hablábamos no en un idioma, sino en un “dialecto” incomprensible, en un balbuceo de dragones o de “salvajes”. Además, la papa daba lepra, el maíz era un cereal inferior, el tigre y el león eran especies degeneradas, según la racista y medieval visión europea. Iban cambiando los nombres de todo: “La Española”, “Boca de dragos”, “Boca de la Serpiente”, “Paraíso Terrenal”, “Tierra de Gracia”, para desgracia de sus pueblos originarios. La idea de paraíso y de tierra de gracia, contrastaba con la inferioridad que se le atribuye a los hombres y mujeres, los animales y las plantas. Solo hay animales exóticos y paisajes pintorescos. Dicho en otras palabras, tierras vírgenes (nunca pisadas por el hombre hasta ese momento). Dicho de otro modo, no había hombres, ni mujeres, sólo hasta la llegada del hombre blanco. (1)

-Sobre los hombros de los conquistadores buscadores del Dorado, venían los misioneros. Para cambiar nuestra visión del mundo y sembrar el terror, en nombre de un Cristo al que negaban en su práctica diaria, salvo algunas excepciones como Montesinos o Fray Bartolomé de Las Casas, entre otros. Todavía execrados y en el exilio de la globalización neoliberal.

Cambiarnos el calendario o el tiempo de cosecha

 Pretendían cambiarnos el sentido del tiempo y del espacio para imponernos su propio calendario, al margen de nuestro tiempo de caza, de pesca, de recolección, de siembra y de cosecha. Pero este tiempo y espacio sujeto al mantenimiento humano, fue siempre el más difícil de cambiar: porque no es nada fácil quitarle el régimen alimenticio propio a un pueblo dominado, a riesgo de perecer los propios conquistadores en tierras desconocidas. Eran los pueblos indígenas los portadores de etnociencias y tecnologías de convivencia adaptadas milenariamente a aquellas ecologías diversas y complejas.: selvas, sabanas, páramos, semidesiertos, costas, serpientes de agua o espejo de mar, que de alguna manera marcaban el carácter de su régimen alimenticio, pero no del todo determinada por cada ecosistema, dada su capacidad de adaptación a distintos medios geográficos de la región y con posibilidades reales y potencialidades de movilización interna y de intercambio cultural.

EL TRIGO ERA DIOS MISMO

 Nuestras danzas de retribución a la Madre Naturaleza fueron tildadas de paganas, pero rito y danza eran inseparables del régimen alimenticio de cada pueblo indígena. En cambio,  los conquistadores se creían coronados por Dios con las espigas del trigo dorado iluminado ahora por el sol de trópico. El trigo era para ellos el único cereal completo y divino, que representaba el cuerpo de Cristo y el vino su sangre.

Los hijos del maíz y de la yuca

En cambio, nosotros, éramos los hijos del maíz y de la yuca, de la piña y del amaranto, del moriche y de la papa, según la visión del mundo de cada uno de nuestros pueblos en relación con sus potencialidades alimenticias y la convivencia con los diferentes ecosistemas.

 Como no podían suprimir nuestros ricos y variados regímenes alimenticios, la sociedad colonial a lo largo de tres siglos, para formar una sociedad de castas, jerarquizó también sus propias costumbres alimenticias donde el trigo debía representar la cumbre de los cielos, mientras el maíz y nuestra chicha representarían lo mundano y lo terrenal como base del trabajo esclavo y servil. Aquel alimento que era Dios mismo, el trigo, en Europa estaba limitado a las clases altas y las clases bajas tenían que complementar su dieta con avena y centeno. El cuerpo de Cristo, de esta manera, no llegaba a los pobres de Europa. Era una comunión restringida a las clases dominantes. La hostia cósmica, pretendidamente universal a la medida del mensaje cristiano, era de estirpe clasista y real, mientras en América iba a tener connotaciones étnicas, racistas y de casta. (2)

 El mito del trigo, ligado a su visión del mundo no era nuevo. Venía consolidándose desde la Edad Media europea, pero olvidaba su uso milenario por pueblos asiáticos, árabes y del norte de África, quizás para ocultar de alguna manera su remoto origen “pagano”. Lo que nos interesa destacar es, aparte de la manipulación colonial, que el régimen alimenticio de cada pueblo es indesligable de su visión del mundo y de sus modos de convivencia (cosmovisión y cosmovivencia). De su religiosidad intrínseca, adoptada libremente o impuesta por el colonialismo. Pero que está marcado por un profundo surco de clase en las sociedades de clases.

¿Qué significa minar su estructura interna en los pueblos colonizados?

 Minar su estructura interna, en cuanto base del sustento diario, significa trastocar sus modalidades de organización del trabajo, su economía de convivencia, sus formas de organización familiar y comunal, sus sistemas de valores trasmitidos de la manera más profunda y auténtica en su propia lengua, formas de comunicación y de solidaridad. De convivencia comunitaria e intercomunitaria. Formas de tenencia de la tierra, predominantemente familiares y comunales y estrategia de ocupación del territorio (patrón de asentamiento). Minar su estructura interna en los pueblos y sociedades colonizadas, significa profundizar la dominación y la dependencia.

El alimento, encarnado en el cosmos y la comunidad

 Lo que hace significativo a un alimento, no es el número de ingredientes o sólo la calidad de ellos, sino también su capacidad de vincular a la familia entre sí, al vecino y a toda la comunidad: la matriz colectiva, su capacidad para comunicar, para intercambiar y compartir. Véase incluso como la hallaca, marcada ya por el proceso de criollización, en cuanto plato tradicional de Venezuela, como parte de una matriz colectiva, no se podía hacer y comer sin que mediara el compartir, el intercambio entre familias, parientes y amigos. Su sentido y significado está en relación con el sentido del trabajo compartido y la fiesta. Sin ello, nada significa, como Navidad o buena noticia.

Desde una visión integral para un pueblo indígena, alimento es comunión con la Madre Tierra, con la Madre Naturaleza. Con la comunidad... El alimento tiene un profundo sentido cósmico.

 Alimento no es sólo lo que nos llevamos a la boca, tal y como llegó a expresarlo en un primer momento de su historia la Organización Mundial de la Salud. Era todavía una definición muy castrante y reductora. 

Aquella advertencia evangélica, de que no solo de pan viviremos, se realizaba de alguna manera en el mundo indígena, pero bajo otras cosmovisiones. Cualquier chamán entiende que también nos alimentamos de oración y ayuno, con los pies desnudos en la tierra, con el aire que respiramos, con el Padre Sol que nos alumbra, con la brisa que arropa nuestros brazos, con el río y el arroyo como fuente de vida, con el aroma del paisaje y los pájaros que se pierden en el horizonte. Con el ritual y la danza de retribución.

No por ello el régimen alimenticio de cada pueblo deja de tener una base terrenal concreta, en el conuco, en la terraza, en la troja para la siembra de hortalizas, en la recolección de frutos y semillas, en la caza y la pesca, en la combinación de lo crudo y lo cocido. Trabajo y juego, mediado todo por la comunicación y el intercambio. Por la complementariedad intercomunitaria. El tan mal reputado trueque para los economistas neoliberales, ha sido uno de los nudos de esa complementación entre pueblos, entre familias y comunidades. Antes de la aparición de la moneda y aún después sobrevivió hasta hoy en algunos casos.

La salud preventiva sobre lo curativo

 Régimen alimenticio significa también salud preventiva y salud curativa. Por eso cada pueblo trata desde un primer momento de dar respuesta a las enfermedades de su medio. Y esta actitud no es empírica o improvisada: forma parte de las modalidades milenarias de adaptación a ecosistsemas complejos en correspondencia con formas de organización social también complejas. Donde la supervivencia de estos ecosistemas son parte de la sostenibilidad alimentaria y de la vida en su totalidad, desarrollando una ética ecológica ligada al shamanismo y otras formas iniciáticas y de convivencia con la naturaleza: no agotar la tierra, no matar la hembra, no pescar en tiempos de reproducción, no comer cierto tipo de alimentos prohibidos por una ética ecológica entramada en su espiritualidad.

Todo esto nos permite ver y sentir que en principio el sistema alimentario de ningún pueblo es simple, todos son complejos, con sentido de cambio y persistencia de su matriz inicial. Pero los regímenes alimenticios de la actual globalización representan la mayor fragmentación y disociación, fruto del individualismo y del despilfarro del consumismo desaforado. Víctima del tiempo mediático y consumista, que pasa cada vez más de prisa, sin dejar huellas en nuestra memoria y en nuestro suelo. De la soledad y la incomunicación del hombre en la hora global del avance de las comunicaciones en los portaaviones de las tecnologías de punta. Incomunicación consigo mismo y con los demás.

Todo régimen alimenticio es histórico

-Sabemos también que los regímenes alimenticios de los pueblos son históricos:

-Sometidos a cambios sociales, económicos, ideológicos y políticos, como ha ocurrido en la colonia y en el neocolonialismo. Como ocurre ahora en el neoliberalismo.

-Hay cambios históricos también en las sociedades por su propia dinámica interna (o por aculturación producto del colonialismo, del neocolonialismo o del colonialismo interno).

-Cambios por tránsito de lo rural a lo urbano, como ha ocurrido en nuestro país a raíz de la explotación petrolera, produciendo desarraigo, vacío de poder cultural y desabastecimiento al perder parte de sus capacidades para preservar la alimentación propia y la cultura propia. Con la consiguiente pérdida de valores y la servil imitación del modo americano de vida.

-Todo pueblo dentro de los cambios históricos trata de preservar su identidad histórica, el contacto con sus orígenes más remotos y por tanto lo esencial de su matriz alimentaria básica y de su identidad alimentaria, sin negar por ello su evolución y las posibilidades del enriquecimiento mutuo en contacto con otros pueblos. Con otras civilizaciones, fuera y dentro del continente.

-Cambios en la ecología: conucos itinerantes o semi-itinerantes con fines de conservación de ecosistemas frágiles (o emigración por catástrofes naturales, enfermedades, guerra u otros factores).

-Cambios socio-naturales: producidos por el sistema capitalista mundial con sus tecnologías avasallantes y el derroche de recursos que ha conducido al desequilibrio del planeta, alterando el calendario de los pueblos indígenas, afro- descendientes y campesinos indiodescendientes. Todos los pueblos asentados en el continente han heredado entre otras herencias culturales, la herencia indígena de sus sistemas alimentarios y de adaptación a ecosistemas complejísimos. Estos cambios aludidos, los socio-naturales no son naturales, ni tampoco son sobre-naturales. No son causados por Dios o por la Madre Naturaleza. Responden al desequilibrio planetario causado por un sistema social dominante a escala global, pudiéndose determinar sus múltiples causas sociales. El sistema capitalista.

LA COEXISTENCIA DE VARIOS REGÌMENES ALIMENTICIOS EN UNA SOCIEDAD PLURICULTURAL

 Resulta curioso averiguar como hasta los historiadores hispano- centristas de la alimentación en Venezuela y América, han tenido que reconocer el hecho de la coexistencia de varios regímenes alimenticios a pesar de apelar siempre a la llamada “alimentación criolla-mestiza”, sobre el supuesto de una pretendida “cultura única mestiza”. Estos regímenes alimenticios si bien pueden tener mucho en común, pueden ser irreductibles unos a otros en cuanto a su unidad interna y visión del mundo. Especialmente aquellos que tienen una base cultural milenaria, como el caso de los pueblos indígenas. Se desenvuelven en sociedades pluriculturales. Lo cual no niega por ello sus posibilidades de intercambio y de complementariedad.

 Es así como, producto de la manipulación mestiza hispano-centrista, se desconocen los ricos y variados aportes asiáticos, árabes y africanos, en un amplio abanico que sólo se atribuye al conquistador español (simplemente con el argumento de que el español fue el que trajo tal o cual alimento, pasando por alto su procedencia de origen remoto y su desarrollo histórico).

 Valga la pena recordar que de los 30 productos alimenticios más significativos que cultiva actualmente la humanidad, la mitad es de origen indígena americano. Al mismo tiempo, quienes esto señalan plantean la reducida ecobase de plantas cultivadas por la humanidad, lo cual implica una gran fragilidad frente a los tiempos por venir. Con la nueva geografía del hambre del capitalismo neoliberal. En este sentido, es importante agregar que hay una serie de potencialidades inhibidas en los pueblos indígenas de América y de otros continentes, que podrían ampliar en forma significativa esa estrecha ecobase del cultivo de plantas alimenticias y de animales que pueden ser domesticables. Allí sigue todavía casi intocado el amaranto, pira, bledo o caraca. Pero hay un sinnúmero de plantas desconocidas y cuya base etno-científica residía en idiomas desaparecidos o en peligro de extinción y sin traducción precisa a otros idiomas.

 La historia de nuestra alimentación se ha escrito en detrimento del aporte indígena, pero también del aporte asiático, árabe y africano. Visto todo desde una cúspide unilateral del aporte europeo.

La juventud urbana en la mira de la aculturación alimenticia global

 En relación a la globalización, ésta busca hacer cada vez más fragmentarias, exógenas y dependientes las conductas y los valores consumistas en la alimentación, ensayando la máxima rapidez y el destierro de toda memoria en función de formas de división del trabajo ajustadas a las nuevas tecnologías y a las tasas de ganancia exorbitantes de los grandes monopolios, mientras se agotan los recursos del planeta y se empobrece, se excluye y se condena al hambre biológica y espiritual más espantosa a las grandes mayorías.

De allí que no pueda extrañarnos que habiendo aportado tanto a la alimentación de la humanidad los pueblos indígenas de América, hoy estén viviendo en las peores condiciones de miseria y exclusión social y humana. Especialmente, la ironía del desconocimiento y auto-rechazo de sus regímenes alimentarios de origen y su evolución histórica, producto de un largo proceso de avergonzamiento étnico, social, moral y espiritual. Pero en esto, no salen mejor paradas las juventudes del mundo urbano de las grandes metrópolis americanas y europeas, quienes parecen ser la materia prima más frágil para la penetración cultural y la aculturación musical y alimenticia. Al menos por ahora. Salvo que reaccione a tiempo. Pero de cualquier manera, tendrá que mirar hacia el socialismo, desde el fondo de la resistencia histórica y cultural de sus pueblos milenarios. De cuya memoria han sido despojados por una visión tecnocrática del sistema educativo, que presentó la alternativa de eliminar de un plumazo toda la herencia histórica y cultural de la humanidad, vista como supuesto obstáculo para afrontar el futuro. De allí el rechazo de la clase dominante al nuevo currículo bolivariano, acusado de sobrevalorar la herencia indígena y africana y de construir un supuesto racismo al revés, en detrimento de las poblaciones eurodescendientes.

La intuición de las incompatiblidades alimenticias

 Como los regímenes alimenticios de los pueblos y especialmente de los pueblos milenarios no son improvisados, de alguna manera llevan consigo las necesidades e interrogantes más sentidas y aún inhibidas de una humanidad que busca su salud integral. Veamos por ejemplo la creencia de nuestras abuelas y abuelos sobre ciertos y determinados alimentos que no deben comerse juntos en una misma comida. Era hasta hace poco asumido por la ciencia occidental como un prejuicio o un tabú religioso, carente de toda veracidad. Otros lo asumían como residuos de viejos prejuicios españoles que se prolongaron hasta nuestros días. Conste que en muchos de los regímenes alimenticios de los pueblos indígenas hay advertencias de este tipo por parte de piaches y ancianos como depositarios de la cultura oral. Podremos encontrar prejuicios y razones infundadas en algunas cosas, pero también hay reservorios de sabiduría que muchas veces han pisoteado las academias. No todo en esos regímenes alimenticios se queda en la superficie empírica del sentido común.

 Al margen de la ciencia oficial, ciertos trofólogos españoles y americanos, han venido construyendo tablas sobre compatibilidad e incompatibilidad de alimentos ingeridos en una misma comida, insistiendo en la simplificación de las comidas balanceadas donde intervienen alimentos plásticos, catalíticos y energéticos, eliminando los famosos postres dulces occidentales y el llamado pan artolagano (el plátano frito o pan de sartén), dado que grasas y azúcares ingeridos juntos producen fermentaciones alcohólicas. O el café con leche como otra fuente de incompatibilidades, el cual todavía reciben nuestros enfermos en los departamentos de gastroenterología de los hospitales públicos y de clínicas privadas.

 De otra manera, llama poderosamente la atención la poca importancia que asigna todavía la ciencia médica oficial a los criterios de salud preventiva y a las investigaciones sobre los regímenes alimentarios de los pueblos milenarios.

De allí la importancia de encarar un diálogo de saberes que permita el mutuo enriquecimiento entre academia y vida, vida y academia, oralidad y escritura, que permita la construcción de una nueva civilización indoamericana –caribeña, sin detrimento de nuestras diversidades.

La complementación intercultural de los regímenes alimenticios

 Es lógico pensar en la necesidad de investigar y conocer, desde la vida y desde la academia los distintos regímenes alimenticios que discurren en una sociedad multiétnica y pluricultural como la nuestra, comenzando por los regímenes alimenticios de los pueblos indígenas y los diferentes aportes de asiáticos, africanos y europeos. Si no se conocen a sí mismos y entre sí ¿qué podrán intercambiar ya sea por la oralidad o por la investigación escrita? El intercambio intercultural permitirá entre otras cosas, ver las posibilidades, pero también las limitaciones, excesos o errores de cada régimen alimenticio, para entrar en un proceso de construcción y de perfeccionamiento de la salud humana a través del muto enriquecimiento, aprendiendo de nuestros aciertos y de nuestros errores. Esto sin negar el esfuerzo de cada pueblo por incorporar desde su visión del mundo las respuestas más integrales a su régimen alimenticio. Sin olvidar que el régimen alimenticio de cada pueblo habla en su propia lengua y por lo tanto, comienza a reivindicarse en su idioma materno.

  Pero hasta ahora, el bloqueo cultural que viene de una sociedad de castas a sociedades de clases, ha impedido que los pueblos indios conozcan entre sí sus aportes, potencialidades y limitaciones a sus propios regímenes alimenticios. Y mientras los venezolanos no conozcamos estas posibilidades y limitaciones, no podremos enriquecer con bases sólidas los distintos regímenes alimenticios con el aporte de todos los pueblos que concurren a la construcción de la venezolanidad y del proceso de integración indoamericana y caribeña. Para ello es necesario salir del tabú colonial de altas, medias y bajas culturas americanas, que han contribuido notablemente a devaluar nuestros pueblos y culturas, las microsociedades caribes, arahuacas, chibchas y de lenguas independientes y sus ricos y variados regímenes alimenticios. Ello con el agravante de que el patrimonio de las llamadas “Altas culturas”, sigue tan negado en el fondo, como le es negado a las microsociedades indígenas de hoy.

Propuestas iniciales para reivindicar los regímenes alimenticios de los pueblos indígenas

1.-Es fundamental darle continuidad al proceso de demarcación del hábitat y tierras de los pueblos indígenas, lo cual guarda estrecha relación con la reivindicación de los regímenes alimentarios y con la factibilidad de su aplicación en sus distintas modalidades de tenencia de la tierra.

2.-Es importante pensar en un banco de preservación de la semilla autóctona de los países del ALBA frente a los peligros de los transgénicos, que facilite al mismo tiempo el diálogo intercultural agroalimentario y lo proyecte a todo el continente.

2.1.- Es igualmente importante contar con el Ministerio del poder popular para el Ambiente, CVG, Corpozulia, Pdvsa y otros en el mantenimiento de viveros que permitan intensificar con rapidez esta reactivación del conuco y las modalidades de reforestación con agricultura de árboles frutales en las comunidades, escuelas, centros de salud, centros comunales, caminos, etc.

3-Hay que darle continuidad a los talleres de formación sobre los Regímenes Alimenticios de cada Pueblo Indio, que iniciamos el año pasado con los pueblos y movimientos indígenas el Instituto Nacional de Nutrición, la Comisión Permanente de Pueblos Indígenas de la Asamblea Nacional y la Dirección de Educación Intercultural del Ministerio del poder popular para la Educación y el Proyecto Intercultural Guaicaipuro. Esto con la finalidad de motivar a los propios sujetos o actores en el redescubrimiento de sus regímenes alimenticios, la conveniencia del intercambio cultural y las acciones inmediatas, con estrategias a mediano y largo plazo para enfrentar la hambruna global, como legado del capitalismo neoliberal.

3.1.- Estos talleres interétnicos e interculturales deben darse en una segunda fase a escala regional, incorporando en las regiones a las poblaciones afrodescendientes, indiodescendientes y campesinas, sin perder de vista la contextualización social y cultural de cada una de ellas. En algunos casos estos talleres pueden ser promovidos desde lo local, partiendo de aquellas localidades que estén poniendo el mayor empeño en el desarrollo de los lineamientos del primer taller. Particularmente, con los warao de Sucre, en la zona de Guariquen, estamos desarrollando talleres locales y municipales con PDVSA Gas y donde se ha discutido el problema de la seguridad y soberanía alimentaria, en el marco de cierta autosuficiencia de las comunidades.

4.-Es urgente aplicar políticas con acciones concretas e inmediatas para que los pueblos y comunidades indígenas mejoren sus  propios conucos familiares, incorporando el huerto familiar, la siembra de árboles frutales en calles, caminos, solares, plazas públicas y otros espacios abiertos, el jardín de plantas medicinales, así como las técnicas ancestrales para elaborar abonos orgánicos, técnicas de conservación de alimentos y ética para el mantenimiento de suelos. En este sentido es importante la incorporación de las poblaciones afrodescendientes y campesinas a estos proyectos en tanto herederos del conuco y de otras modalidades de adaptación indígena a nuestros complejos y frágiles ecosistemas.

4.1.- A estos efectos se ha elaborado un instructivo inicial abierto y flexible para el trabajo contextualizado por comunidad de cada pueblo indígena. Este instructivo tiene por finalidad, primero organizar el trabajo, darle continuidad, poderlo sistematizar sobre la marcha e incitar la creatividad en torno al problema alimentario y de salud preventiva desde sus respectivas cosmovisiones.

5.-Las políticas de revalorización de los regímenes alimentarios de los pueblos indígenas, deben estar destinados, en primera instancia a la reconstrucción, estabilización y fortalecimiento de las comunidades ya existentes y sus formas de organización social, comunal y familiar, sin lo cual es impensable que cada pueblo pueda formar comunas dentro de su propio esquema cultural indosocialista.

5.1.-Esta perspectiva ofrece de antemano mucho interés para los ancianos y ancianas, los niños, jóvenes y maestros, al ponerlos en directo contacto con la vida, sea desde la asamblea comunal, desde la escuela, en talleres específicos o en círculos de estudio y de trabajo.

6.-Desde el aparato educativo intercultural y en el marco del nuevo currículo bolivariano, en proceso de debate y construcción, continuar incorporando el problema de la soberanía y seguridad alimentaria, la contextualización del menú escolar

y la incorporación de las Escuelas y Liceos a la producción de parte de sus propios alimentos de consumo.

7.-Hay que darle un tratamiento específico en la reorientación del problema alimentario a los pueblos indígenas urbanos y semi-urbanos, así como también a los afrodescendientes. Sobre el particular, habrán familias del medio urbano y semiurbano que tendrán contacto con la tierra y sus comunidades de origen, que puedan contribuir a fortalecer estas políticas y a organizar en el medio urbano las factibilidades de ciertos tipos de siembra en solares, en balcones, plazas y otros espacios abiertos, centros de salud, centros deportivos. Cabe aquí destacar la importancia de la agricultura de ciertos árboles frutales que requieran poco cuido y agua. El mango por ejemplo, a pesar de ser un transplante ecológico de la India, es bastante resistente al verano y cada mango tiene 4000 unidades de vitamina A.

-8.- Es necesario advertir que si bien la convergencia en las sociedades multiculturales de diversos regímenes alimenticios contribuye al mutuo enriquecimiento, este enriquecimiento es desigual en las sociedades colonizadas, sometidas a un continuo proceso de expropiación por parte de las civilizaciones dominantes. Ahora bien, si el intercambio cultural constituye un factor de enriquecimiento mutuo, cuando esta relación no es desigual, también es necesario apuntar que desde un punto de vista dietético en las sociedades multiculturales los platos se hacen cada vez más complejos, en detrimento de la simplicidad de un balanceo adecuado y en unos casos, en los países empobrecidos esta situación deviene por lo general en una alimentación farinácea e hiperproteica en los países dominadores, esto con el agravante de los embutidos, el refinamiento de los cereales y los aditivos químicos. Desembocando en la comida chatarra de la sociedad veloz y lo que hace hoy del pueblo norteamericano uno de los pueblos más enfermos del planeta por sobrealimentación. 

De allí la importancia estratégica de que cada pueblo no abandone su identidad alimentaria: su matriz societaria y alimentaria básica, a partir de la cual puede complementar su dieta en el intercambio intercultural. 

 

Notas

( 1 ) Un nombre difícil. “Cristóbal Colón introdujo el maíz en Europa. En esa época se llamaba trigo turco, mijo de la India o trigo sarraceno. Y no solo su nombre común tardó tiempo en implantarse ; los botánicos también necesitaron su tiempo para ponerse de acuerdo sobre su nombre científico. En los siglos XVI y XVII, el maíz tuvo 10 nombres diferentes. Fue el botánico Carl von Linneo, quien finalmente, en 1753, le dio su nombre actual, Zea mays”. La agrigucltura. De lo tradicional a lo transgénico. Selección Larousse, El Mundo contemporáneo. El maíz del continente americano. EDICA. Española. 2004. pág.30.

( 2 ) El trigo era venerado antes del cristianismo y ya atribuían su origen a la divinidad: Ceres (para los romanos); Remeter (para los griegos). Este cereal significaba ya el paso de la oscuridad a la revelación y se asociaba a la fertilidad y riqueza. Ver: La agricultura. De lo tradicional a los transgénicos. Colección Larousse. El mundo contemporáneo. El trigo cereal universal. Edic. española. 2004. pag. 28.

Anexo

(en preparación)

Saúl Rivas-Rivas

ORIGEN DE LA AGRICULTURA

 La agricultura apareció en distintos lugares del planeta hace aproximadamente unos 10.000 años y 4.000 años. Los centros más antiguos se ubican en Papúa y Nueva Guinea. Del mismo modo apareció en la Media Luna fértil (Irak, Irán, Líbano, este de Turquía, Palestina. En América Central apareció hace 9000 años y en China hace 8.500, América del Sur hace 6000 años y América del Norte hace 4000 años. Se cree que estos focos surgieron con cierta independencia unos de otros.

Origen de los alimentos

LOS CEREALES:

-El maíz en la América precolombina

-El arroz en Asia

-El trigo en el Próximo Oriente.

-Cebada

-Avena. La avena y el centeno parecen ser cruces espontáneos entre el trigo y la cebada.

Mijo o millo (norte de China)

Sorgo

Autores:

Saúl Rivas-Rivas

saul.rr1@gmail.com

Noelí Pocaterra Uliana



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Saúl Rivas-Rivas


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