Chicle para los ojos

Vivimos tiempos de cambios, todos los días hacemos historia, es cierto, la revolución nos ha hecho marcar un punto de cambio en la novela contemporánea de nuestra América. Pero nos falta mucha fuerza transformadora para llegar a sitios y a “seudo poderes establecidos” que a lo largo de nuestras vidas y las de nuestros antepasados han servido para controlar las mentes de las mal llamadas masas populares. Les hablo específicamente de los medios de comunicación, y en este caso de la TELEVISIÓN.

Ver televisión es la actividad de ocio practicada por mas gente y durante mas tiempo. Cuando la comunicación se vuelve fascinación y la racionalidad se sustituye por la emotividad, se pone en marcha la “seducción televisiva”. “Conseguir el máximo número de espectadores durante el máximo tiempo y hacerlo al margen de la utilidad, calidad o funcionalidad de las emisiones, lleva a poner en marcha mecanismos de seducción”. Así lo expresa el profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Sánchez Noriega.

La multiplicación de canales y de nuevos soportes, el agotamiento de los formatos y una búsqueda de audiencia que determina todo el contenido, han originado desde las pasadas décadas, lo que se denomina neo televisión. La competencia entre las cadenas y la lucha por la audiencia son su rasgo principal. Los programas, los formatos, los temas, todo esta destinado a incrementar la llamada cuota de pantalla. Se busca seducir a la audiencia elevando a la categoría de espectáculo cada emisión de hora pico, para luego venderla a los inversores publicitarios; es la finalidad de las empresas dedicadas a la televisión. Cuestión que se hace evidente al sentarnos no más de una hora y recorrer los canales a los cuales tenemos simple acceso.

Por el hecho de aparecer en televisión, los personajes adquieren poder mediático. Los vulgares desconocidos se convierten en famosos de la noche a la mañana (Mónica Lewinski, Juan Fernández, Nixon Moreno, entre otros personajes). La televisión parecer legitimar los hechos significativos (El paro petrolero vivido en Venezuela), las personas conocidas (la mayoría de los “lideres” oposicionistas), las opiniones, los lugares. “Lo que no sale en la tele, no existe!!” Se suele decir entre las distintas clases opositoras a los procesos de cambio en los pueblos.

Fascina lo prohibido, seducen la maldad, el horror, las catástrofes, y cualquier otro acontecimiento llevado al más simple y crudo morbo. Los productores televisivos lo saben y diseñan programas en los que se utilizan lo que el comunicólogo español Joan Ferres denomina “pornografía de los sentimientos”. No se pregunta a los espectadores si las parrillas de programación son de su gusto y se fomenta poco, casi nada, un tono cultural acorde con los tiempos y la preparación de la audiencia. Entonces me pregunto: es preciso fomentar una mayor capacidad critica de los espectadores ante la televisión?, la educación seria mi respuesta, o es que vamos a dejar que la seducción se inserte como uno mas en nuestras comunidades!.

No podemos quedarnos solo en la aprobación y puesta en practica de leyes reguladoras, tal como la Ley RESORTE (Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión), y con esto no me refiero a coartar el derecho a la libertad de expresión que poseen los canales de televisión, me refiero a cambiar el concepto de “libertad de expresión” que en nuestros países es mas un libertinaje, lo que los dueños de las empresas televisivas les dé la gana de colocar. Recordemos la función básica de los medios: EDUCAR, ENTRETENER E INFORMAR.

Los medios han pasado a configurar la realidad cotidiana de la mayoría de los ciudadanos. Lo que no sale en televisión no existe, no tiene importancia. Nuestro tiempo parece caracterizarse por la frase “comunico, luego existo”, donde los medios de comunicación son los que deciden lo que forma parte de la realidad y lo que se queda afuera.

Ignacio Ramonet llamó a los medios audiovisuales: “la golosina visual”, mientras el poeta Jean Brossa calificó a la televisión como “el chicle de los ojos”, una masa pegajosa que se mastica de forma pasiva y que ablanda poco a poco el cerebro. Brossa acertó cuando comparo la importancia actual de la televisión con el apogeo y la hegemonía de Dios en el pasado (y ojo es solo un ejemplo, no quiero referirme a aspectos religiosos que no son de competencia en este articulo). La televisión se ha convertido en el altar al que los millones de ciudadanos acuden todos los días para escuchar la voz y la predica de la “verdad”. Margarita Riviere afirma en su libro “El Malentendido”, que el verdadero poder de EE.UU. no esta en Washington, sino en Hollywood, desde ahí se ha creado el verdadero poder imperialista de los estadounidenses, el cual se resumen en la difusión al mejor estilo publicitario de su imagen y sus valores, el mundo visto a través de los ojos de mickey mouse y rocky.

La convivencia continua con la televisión nos lleva a una cultura de la pasividad, al mensaje prefabricado y la ausencia de esfuerzo. El chicle visual funciona!!. Es fácil, solo tienes que masticar. La influencia de los medios de comunicación no se ha visto acompañada por un aumento de responsabilidad de sus dirigentes. “Los medios son educación, hay que decirlo con claridad” afirma Riviere. Todos los días, de forma permanente y continua, la televisión lanza cientos de mensajes, valores, formas de pensar y actitudes que calan día a día en millones de personas. La televisión se ha convertido en “el nuevo catedrático de la familia”; sé convierte en un miembro mas en la mesa y en torno a él todos los demás, como el amigo que se espera para combatir cualquier soledad (clase de amigo, JA!!).

Señores-as, camaradas, amigos-as y hermanos-as, no soy yo quien para explicar la manera de hacer mejor televisión; pero si soy uno mas de los millones que debemos unirnos contra ese cáncer en el que se convirtió el medio de descomunicacion, reflexionemos acerca de lo que vemos y oímos. Es bueno?, nos sirve? Cuando respondamos estas interrogantes entenderemos que el camino hacia un real y verdadero socialismo no se lograra con la presencia constante de estos mercantilizadores de la comunicación.

Jorge L. Amorin

basado en lecturas de: Ignacio Ramonet

Margarita Riviere
Jean Brossa


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Jorge L. Amorin


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