La contra ética del periodismo

No tenía ese nombre la patraña cuando éramos de barro. Pero aún así, sin nombre, la empezó a practicar el primer impostor, quien se hizo pasar por el Dios de la tierra, e hizo que el mundo, en su parte de los originarios todavía ingenuos, se lo creyéramos. Para más confusión, nos lo dejó dicho en hebreo: Yahvé. Ese impostor, para vestirse de gloria, cual un vulgar Oscar Yánez (ojo: sin vulgaridades) fue el mismo que “hizo” a la mujer de la costilla del hombre, y luego la calumnió en la persona de Eva, porque ésta cometió el “pecado” de hacer con Adán lo que quedó establecido por la naturaleza para que el mundo no se acabe. Y, no conforme con la calumnia, acompañada de la maldición, le hizo matar a su hijo Abel, con los hombres de su propia CIA (ángeles sicarios) y luego dejó dicho que fue Caín quien mató a su propio hermano. ¿Objetivo? Quedarse con las tierras del Edén. Caín tuvo que huir a las montañas, donde hizo familia. Adán y Eva, con sus coetáneos del colectivo, tuvieron que abandonar su olivar para irse a mal vivir en los tabernáculos del “cerro el obispo” en las cumbres del Iatú.

De ello y más (después se cebó en el crimen) su antiética informativa para justificar sus tropelías. Como que todas las mentiras tajantes y distorsiones, se las estamparon en las célebres tablas, o gacetillas de Moisés (Tal Cual de hoy y el “Nuevo País” de la CIA). Es que la tabla de piedra también aguanta todo, menos un mandarriazo.

En cuanto a la ética, que es hija de La Palabra, solo tiene 1989 años. Es una niña. Nos la trajo El Redentor cuando regresó a Palestina, a la edad de 18 primaveras, a pregonar la verdad en su tierra natal contra las tergiversaciones. Contra crímenes que se estaban cometiendo. Particularmente los encubiertos por las gacetas, como fueron los cometidos contra los hombres que, bajo engaño, se llevaron al sin fin del río Jordán a extraer piedras preciosas y que nunca más regresaron, pero sí multiplicaron las riquezas de Galilea. Las gacetas de entonces tergiversaron la verdad de la muerte de Jesús y exculparon a los verdaderos criminales, hasta el punto que muchos religiosos de hoy, culpan a los propios seguidores del Redentor, y escriben en las tablas de papel empresarial que Fabricio Ojeda se mató él mismo. Y hay periodistas escrutables; narcisistas que le hacen coro a la antiética. Que se muerden la cola de la ignominia en la defensa de la RCTV del impostor del periodismo Marcel Granier. Que endiosan a Patricia Poleo y enlodan la memoria de Danilo Anderson. Que piden por su Yahvé, la bota invasora de los marines.

Es probable que surjan extrañezas por estas reflexiones, sobre hechos tan antiguos, para traerlos a colación a propósito de lo que hoy está sucediendo con el gremio de los periodistas, unos cuantos de ellos que de la antiética han transgredido las normas de la profesión, cual Caifás encubridor del malvado Sanedrín. Peor aún, han pisoteado su propio código de ética, embelezados por los slogan de Globovisión y la añoranza por RCTV, hasta el punto de minimizar la importancia revolucionaria del logotipo del colegio con un vergonzoso cintillo de “con mis empresarios no te metas”. Parecen, más bien, a las rabiosas vedette de la esquina de Barcenas cuidando a la “bicha”, así nombrada; al “granielito” Rodríguez, el incitador de las guarimbas con el mensaje golpista. Tricolor de nuestra bandera al revés.

Por nuestra parte, no podemos dejar pasar desapercibido el forcejeo de algunos camaradas por el bendito diálogo con una gente que lo único que quiere es que Chávez se vaya. Que dicen, cuando le damos todas las facilidades para que se expresen, llámese por VTV o la nunca antes concedida tribuna del Parlamento, que lo que quieren es libertad de expresión, para después tirarte una trompetilla, al estilo espíritu burlón, como fue el del tal Echeverría.

A propósito, y sin ir muy atrás en el tiempo, ¿podrá resultar avenimiento alguno de parte de un periodista, embustero y antiético como William Echeverría por ejemplo, quien no hace más que repetir la pauta política de Federico Ravell? No camaradas. Además, periodistas así, siempre aspiran un alto escalón en la escalera de la burguesía. Nunca podrán ser gremialistas. Por eso el Colegio de Periodistas está a la deriva desde que la SIP acomodó sus fichas en las escuelas, boicoteó el articulado que iba a normar la obligación para inscribirse como miembro del gremio, de manera que los colegiados tuvieran prioridad en los puestos de trabajo.

Y en cuanto a la perdedera de tiempo por un movimiento constituyentita, es que los revolucionarios no inscritos ejerzan su derecho a la inscripción en el Colegio Nacional de Periodistas y en el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Prensa, fundado por Arístides Bastidas, para que, desde dentro, sean renovadas esas directivas impuestas y enquistadas, sin que nadie las reelija. Luego entonces, vamos a enseñar de nuevo la ética desde abajo. Y quien no tenga remedio en su enfermedad antiética, que se quede con el sanedrín de Federico Ravell, Marcel Granier y Miguel Enrique Otero.


*pedromendez_bna@yahoo.es


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Pedro Méndez


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