Los matadores

La feroz y teñida fiesta española de los toros ha generado muy buenos lidiadores que además han resultado muy buenos matadores, porque el diestro muestra primero su valor (si es que lo tuviese en inédito tonelaje) y luego su arte, para publicar al final su maña en matar a un astado consumido por las banderillas y la pica, y burlado antes por los timos del capote y luego de la muleta.

Así pretenden ser también los matadores de radio, televisión y prensa bajo un astro rey de justicia que nos obligue a cerrar las puertas de seguridad, y a respirar como si el aire estuviera acaparado a guisa como de pollo, queso blanco o caraotas negras.

El matador de toros tiene unos preparados de rutina. En general es llamativo y sacado de una escena cortijera de apoderados con chalequillos, culitos bien forrados y cuentitos habituales. A veces también con resabios de toreretes de fiesta patronal y ribetes de balurdería, lo que al perecer no era el caso, por ejemplo, del “caraqueño” Antonio Bievenida, quien una tarde, hallándose en tierra derribado, salvóse a sí mismo con un quite prodigioso desde el suelo, lo cual no vedaría que luego, un 26 de julio, el toro Buenacara le propinara una de las cornadas más comprometidas de su vida.

Pero a Bienvenida gustábale tanto el ruedo como la vida misma, y por eso objetaba las corruptelas que amenazaban con seriedad a la fiesta taurina, por lo que comenzando los 50 del siglo de ayer se empeñaría en denunciar el tramposo “afeitado” de los toros, que, permitiéndoles aún conservar la condición bravía, los hacía no obstante ineficaces en su mortífero y definitivo ataque al no poder medir la distancia estratégica con exactitud.

Estos modernos matadores de radio, televisión y prensa, como uso, tienen por su parte muy diferentes tópicos. A diferencia del otro, por ejemplo, no tienen apoderados sino más bien poderdantes tanto internacionales como domésticos con un ostensible instinto criminal en sus índoles e históricos y fascistas brazos largos, gustando además de lidiar toros “afeitados”.

Pero haciéndole honor a la honesta campaña aquella del “caraqueño” Bienvenida, quizás algún día no muy lejano el toro del pueblo venezolano no se deje “afeitar” más y alcance, con todo el poderío de su embestida, a los matadores de radio, prensa y televisión (sacándolos incluso de los burladeros, si fuere el caso) para zarandarlos hasta el límite del pánico propio, prolongado hasta todo su elitista tendido, no ya de sombra, sino de tiniebla…

crigarti@cantv.net





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Raúl Betancourt López


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