Una debilidad, en el mundo sometido a la guerra de información "fake news", estriba -o está apoyada- en la de los gobernantes bocones y narcisos; en apariencia ignorantes. Ellos, sin recato y cínicamente – ese es su rol en el teatro de las marionetas-, aparecen en la escena, son protagonistas. Voz y figura. Los hilos son casi imposibles de percibir porque la realidad es más descarnada que la ficción y también a través de la imaginación, prejuicios, ignorancia de los pueblos se ejecuta la dominación.
Las poblaciones de muchos países con distintos niveles y sectores de "inteligencia desarrollada" o no: Estados Unidos (USA), Unión Europea, Reino Unido, Brasil, entre otros; son sometidas a exclamaciones mandatos apresurados por sus mismos gobernantes:
Bolsonaro, presidente del Brasil: Es apenas una pequeña gripecita o resfriado.
Lukashenko, presidente de Bielorrusia: No hay virus aquí. No lo has visto volar. ¿Verdad?
Muqtada al Sadr, clérigo chií-iraquí: El Covid 19 es culpa de la legalización del matrimonio homosexual en todo el mundo.
Trump, presidente de los Estados Unidos: Lo tenemos bajo control.
Joko Widodo, presidente de Indonesia: No le dimos cierta información al público porque no queremos despertar pánico.
Boris Johnson, primer ministro británico: Lávense las manos,
Cualquier español, con mínima información veraz y científica o conociendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud diría: Vayan a que les den por el culo: O un marabino venezolano: ¡Qué molleja!; O un mexicano: Está bien que seas menso ¿pero porque abusar? ¿Por qué ese afán de romper records?; O un venezolano: El mundo va bien porque hay pocos rebeldes y demasiados lameculos o también pudiera decir o pensar: Hay gente que cuando hablan la cagan y después pisan su propia mierda.
O el físico alemán, Einstein: La diferencia entre la estupidez y la genialidad es que la genialidad tiene sus límites.
O Simón Bolívar, el Libertador: Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción.