¡Cuidado también con la proliferación de analistas!

Cual chamanes o piaches tribales, hoy se muestran unos personajes infaltables en el análisis de cualquier evento del acontecer nacional o internacional, como también en el asesoramiento de cualquier proyecto político, económico o social relevante: son los así llamados analistas políticos, internacionales, gerenciales, etc. Estos analistas se ofrecen como doctos y bien informados, sus opiniones son requridas frequentemente por los medios de comunicación, son solicitados por los gobiernos o eventualmente son invitados por algún organismo institucional del país. En algunos casos sus conferencias serán promovidas y sus libros publicados por los responsables de estas instituciones como importantes y autorizadas guías para los proyectos en cuestión.

Hay analistas para todos los gustos y materias o eventos por tratar: unos se presentan como analistas o asesores electorales; otros se definen como especialistas en temas y artes gerenciales; también están los asiduos opinadores sobre políticas públicas; hasta los más ambiciosos que pretenden abarcar los proyectos de desarrollo de un país, diseñando sus estrategias, planes, programas y políticas tanto nacionales como internacionales. Estos analistas pueden ser nacionales o extranjeros, independientes o funcionarios de alguna institución, identificados políticamente con la derecha o con la izquierda. Pero más allá de su nacionalidad o tendencia política, lo importante será la coherencia de sus ideas, la consistencia de sus análisis, la pertinencia de sus consejos y, no menos importante, la intención y los propósitos de sus ayudas, pues los hay quienes parecen bien intencionados y acertados, pero otros lucen contradictorios o resultan estar cuando menos equivocados, si no terminan por ser unos tremendos embaucadores o impostores. Es por esto que los analistas también deben ser analizados.

En latinoamérica hemos tenido analistas de todos los pelajes y procedencia, y su vigencia ha dependido de los resultados que muestran los eventos como el grado de aciertos de sus estimaciones y consejos. En este sentido, pareciera que existe una especie de escalafón que los clasifican, de mayor a menor: desde asesores, analistas, opinadores, hasta meros piratas y pantalleros. Desde luego, esta gente puede tener mucha o poca acreditación, pero lo que inevitablemente identifica y avala sus análisis será, digamos coloquialmente, con cual equipo juegan y de que lado de la cancha se ubican, porque resulta dificil escapar de las idelogias y la subjetividad, de tal manera que parece que los objetivistas y ninis puros no existen en la realidad. Sin embargo, se puede salvar este obstáculo si contamos con apropiados criterios para la evaluación de un análisis.

En este sentido, los teóricos de la investigación han desarrollado toda una serie de criterios para lograr una verificación más precisa del valor de una investigación. Y, si asumimos que en todo análisis debe haber una investigación, vale entonces utilizar al menos dos de estos criterios básicos. Ellos son los de coherencia interna y consistencia externa en la argumentación. Para Miguel Martines M., en el texto Investigación Cualitativa, coherencia interna: indica que todos los elementos y partes constituyentes de una teoría (en nuestro caso de un análisis, una información, o una argumentación) se relacionan entre sí sin contradicciones, es más, que forman un todo coherente y bien integrado. Y consistencia externa: es la compatibilidad que hay entre la doctrina que constituye la teoría y el conocimiento ya establecido en el mismo campo o en campos adyacentes o afines.

Por supuesto, se infiere que todo análisis es para ser informado a una institucion o persona en particular, como también puede tener como objetivo el público en general. Entonces también necesitaremos contar con ciertos criterios para evaluar esa información. De acuerdo con la página digital cefire.edu.gva.es, algunos criterios son: autoridad, relevancia, alcance, contenido, exactitud y acceso. En particular, el contenido se relaciona con: a) la objetividad, esto es si la fuente presenta opiniones, hechos, datos, es decir, cuán detellada es la información; b) corrección gramatical, ortográfica y de sintaxis; c) referencias y enlaces que puedan completar la información, y d) ¿cuándo fue la última revisión?, la información es novedosa, desfasada, etc. Sobre el criterio de exactitud, según la fuente citada, esta se mide a base de información correcta y exacta. Usualmente se compara la información con una ya investigada y se verifican los datos en fuentes impresas. Es importante, dicen, considerar que la información no actualizada tiende a no ser exacta.

Por último, también se debe considerar tanto la ubicación como la calidad de la audiencia o los receptores del mensaje, porque están los que simplemente buscan información junto a los prejuiciados que quieren oír lo que ya les gusta y creen de antemano. Y aquí los analistas obviamente juegan su papel: unos informando, otros manipulando, y otros más simplemente replicando. No es necesario en este corto espacio ejemplificar con nombres y tendencias, basta con saber distinguir y valorar la calidad del método y los argumentos empleados, y obviamente constatar en la realidad lo acertado o no de los análisis. Para lograr esto es necesario que adoptemos una actitud atenta y desprejuiciada, pero al mismo tiempo bien informada para, cualquiera sea nuestra posición, poder evaluar el valor real de un análisis cualquiera, así como poder discernir los juicios de valor de nuestro propio análisis.

Cual chamanes o piaches tribales, hoy se muestran unos personajes infaltables en el análisis de cualquier evento del acontecer nacional o internacional, como también en el asesoramiento de cualquier proyecto político, económico o social relevante: son los así llamados analistas políticos, internacionales, gerenciales, etc. Estos analistas se ofrecen como doctos y bien informados, sus opiniones son requridas frequentemente por los medios de comunicación, son solicitados por los gobiernos o eventualmente son invitados por algún organismo institucional del país. En algunos casos sus conferencias serán promovidas y sus libros publicados por los responsables de estas instituciones como importantes y autorizadas guías para los proyectos en cuestión.

Hay analistas para todos los gustos y materias o eventos por tratar: unos se presentan como analistas o asesores electorales; otros se definen como especialistas en temas y artes gerenciales; también están los asiduos opinadores sobre políticas públicas; hasta los más ambiciosos que pretenden abarcar los proyectos de desarrollo de un país, diseñando sus estrategias, planes, programas y políticas tanto nacionales como internacionales. Estos analistas pueden ser nacionales o extranjeros, independientes o funcionarios de alguna institución, identificados políticamente con la derecha o con la izquierda. Pero más allá de su nacionalidad o tendencia política, lo importante será la coherencia de sus ideas, la consistencia de sus análisis, la pertinencia de sus consejos y, no menos importante, la intención y los propósitos de sus ayudas, pues los hay quienes parecen bien intencionados y acertados, pero otros lucen contradictorios o resultan estar cuando menos equivocados, si no terminan por ser unos tremendos embaucadores o impostores. Es por esto que los analistas también deben ser analizados.

En latinoamérica hemos tenido analistas de todos los pelajes y procedencia, y su vigencia ha dependido de los resultados que muestran los eventos como el grado de aciertos de sus estimaciones y consejos. En este sentido, pareciera que existe una especie de escalafón que los clasifican, de mayor a menor: desde asesores, analistas, opinadores, hasta meros piratas y pantalleros. Desde luego, esta gente puede tener mucha o poca acreditación, pero lo que inevitablemente identifica y avala sus análisis será, digamos coloquialmente, con cual equipo juegan y de que lado de la cancha se ubican, porque resulta dificil escapar de las idelogias y la subjetividad, de tal manera que parece que los objetivistas y ninis puros no existen en la realidad. Sin embargo, se puede salvar este obstáculo si contamos con apropiados criterios para la evaluación de un análisis.

En este sentido, los teóricos de la investigación han desarrollado toda una serie de criterios para lograr una verificación más precisa del valor de una investigación. Y, si asumimos que en todo análisis debe haber una investigación, vale entonces utilizar al menos dos de estos criterios básicos. Ellos son los de coherencia interna y consistencia externa en la argumentación. Para Miguel Martines M., en el texto Investigación Cualitativa, coherencia interna: indica que todos los elementos y partes constituyentes de una teoría (en nuestro caso de un análisis, una información, o una argumentación) se relacionan entre sí sin contradicciones, es más, que forman un todo coherente y bien integrado. Y consistencia externa: es la compatibilidad que hay entre la doctrina que constituye la teoría y el conocimiento ya establecido en el mismo campo o en campos adyacentes o afines.

Por supuesto, se infiere que todo análisis es para ser informado a una institucion o persona en particular, como también puede tener como objetivo el público en general. Entonces también necesitaremos contar con ciertos criterios para evaluar esa información. De acuerdo con la página digital cefire.edu.gva.es, algunos criterios son: autoridad, relevancia, alcance, contenido, exactitud y acceso. En particular, el contenido se relaciona con: a) la objetividad, esto es si la fuente presenta opiniones, hechos, datos, es decir, cuán detellada es la información; b) corrección gramatical, ortográfica y de sintaxis; c) referencias y enlaces que puedan completar la información, y d) ¿cuándo fue la última revisión?, la información es novedosa, desfasada, etc. Sobre el criterio de exactitud, según la fuente citada, esta se mide a base de información correcta y exacta. Usualmente se compara la información con una ya investigada y se verifican los datos en fuentes impresas. Es importante, dicen, considerar que la información no actualizada tiende a no ser exacta.

Por último, también se debe considerar tanto la ubicación como la calidad de la audiencia o los receptores del mensaje, porque están los que simplemente buscan información junto a los prejuiciados que quieren oír lo que ya les gusta y creen de antemano. Y aquí los analistas obviamente juegan su papel: unos informando, otros manipulando, y otros más simplemente replicando. No es necesario en este corto espacio ejemplificar con nombres y tendencias, basta con saber distinguir y valorar la calidad del método y los argumentos empleados, y obviamente constatar en la realidad lo acertado o no de los análisis. Para lograr esto es necesario que adoptemos una actitud atenta y desprejuiciada, pero al mismo tiempo bien informada para, cualquiera sea nuestra posición, poder evaluar el valor real de un análisis cualquiera, así como poder discernir los juicios de valor de nuestro propio análisis.

 

anlappm@gmail.com



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