Este Carlos Andrés de los treinta unitarios, por no decir “solitarios”, deducción mediante, debe ser descendiente, en tercera generación, del finado rey del transporte J.V Michelangeli, quien se vanagloriaba de las “bondades” de la transnacional petrolera Mene Grande Oil Company y del gobierno del socio político, entre bastidores, del anticomunista Rómulo Betancourt, bautizado aquel en Michelena con el nombre de Marcos Evangelista Pérez Jiménez, porque en una de las peas tronadoras de millonario de ventarrón, se quedó dormido con todo y su panza bien mantenida al pié del obelisco de Altamira en Caracas y nadie le robó el “fajo” de billetes ni el carro de último modelo. Claro, era que no había regresado el gocho ni el delicado Gonzalo Barrios con su máxima en cuanto a que “en Venezuela no hay motivos para no robar”.
Ahora el descendiente del acaparador de la movilización terrestre de los miles de millones de
toneladas que entraban por Guaraguao, y dada la atomización definitiva del partido del delicado
Gonzalo y del gocho Pérez, se ha excedido en el acaparamiento de siglas hasta sumar treinta él
solito (Arteaga es la pata floja de la mesa) para que hagan como espíritus burlones, el jueguito
de salirle de sopetón a los votantes del 26-S para que “voten por Carlos Andrés. Si no lo hicieras
nuestros
espíritus te atormentarán”.
No conforme
Carlos Andrés Michelangeli con esos 30 espíritus deambulantes, él
mismito se quitó el Andrés en el tarjetón del Municipio Bolívar,
Anzoátegui, para tratar de deshacerse de ese lastre que le montó encima
el cura que lo bautizó, quizás (o sin “quizás”) en honor a su
padrino político, sin darse cuenta que de tanto uso, por más que se
lo sacuda, ese segundo apelativo lo llevará como un inri imborrable
que, en esta enésima oportunidad, hasta los votantes posibles, aún
cuando escasos de su perjudicado socio, huirán hacia arriba para remarcar
en negro el óvalo de la negra Cristina, médica de los pobres, en llave
con el Sociólogo Daniel Hernández, seleccionados ambos por los hombres
y mujeres de las clases populares.
Es que las
ostentaciones restregadas contra la humildad por prestigios agrietados,
se revierten en deudas que el pueblo ofendido se encarga de pasar factura
con el inconfundible membrete que reza: “…por más que te tongonees
siempre se te vé… el Carlos Andrés”.
No obstante,
y si es que en otras entidades se presentan casos parecidos a este de
la Barcelona anzoateguiense en cuanto a tantas siglas en respaldo de
una opción, el CNE debe meterle el ojo a ese espejismo. ¿Es que acaso
si exceptuamos los grupos nacionales, que ya por viejos deben tener
registrada su militancia, esa cantidad de siglas estampampadas en el
tarjetón electoral reúnen las condiciones en cuanto a número de militantes
regionales como para respaldar una opción electoral? Y si es que en
el caso de las 30 siglas que respaldan la dupla Michelangeli-Arteaga
fueron inspeccionadas, ¿por qué no se publicó en su debido momento
el resultado de esa inspección incluidos los miembros directivos de
cada grupo? Estamos a tiempo. Y el Articulo 293, numeral 8 ordena la
correspondiente averiguación. No porque la suma de esas siglas, de
las que más bien estorban 26, vayan a resultar decisivas para asegurar
el triunfo de los escuálidos de apoyo. Peor, sería como dejar en un
descampado ese barullo con 30 pitos venaeros para atormentar la pacífica
decisión de los venezolanos y de las venezolanas que estamos dispuestos
a ir a votar el 26 de Septiembre. Y que no estamos en la onda de embochinchar
el proceso electoral, como sí unos cuantos de la disociada oposición
que desde ya, ellos mismos se están marcando en las arrugas de la frente
la otra sigla: “fraude”, para justificarse ante los que aflojan
los dólares para pagar los quinta columna: los paracriminales de los
sabotajes que les ponen en la mesa los “argumentos” que publican
en Globovisión, el pascualino que se adueño y quebró “El Nacional”,
y algunas pintas en paredes “popo” de la burguesía adecopey.
Entonces, y
para finalizar, queremos que emerja del bulto la verdad verdadera de
esos grupos que ponen sus siglas como “mata sello” de unas aspiraciónes
inciertas con el único objeto de crear confusión.
Patria, Socialismo
o barbarie.