9 de noviembre de 2019.- Pese a la urgencia de formar gobierno en El Líbano, el proceso sigue hoy estancado por la divergencia de intereses políticos a espaldas de las manifestaciones populares que demandan cambios radicales en la elite dominante.
La crisis golpea con mayor fuerza en las mayorías por la carencia de suministros en hospitales, cierre de estaciones de combustible y de los bancos.
El director regional del Banco Mundial, Saroj Kumar Jha, manifestó preocupación por la demora en instalar un Ejecutivo, porque esa dilación afecta más a los menos favorecidos.
Jha vaticinó una mayor rebaja de la confianza en el país, al comentar una reciente emitida por la empresa Moody's que disminuyó a Caa-1 la calificación de El Líbano, es decir, dentro de los de alto riesgo para inversiones.
'Si hay un gobierno dentro de una semana, enviarán una señal positiva a mercados, inversores y comunidad internacional', indicó el federativo.
Según los pronósticos del Banco Mundial, habrá un crecimiento negativo de 0.2 por ciento para la economía libanesa en 2019.
Aún con todas esas pesimistas opiniones, pocos progresos se registran en las conversaciones para responder a los miles de libaneses que desde el pasado 17 de octubre salieron a las calles en demanda de mejores condiciones de vida.
El jefe del partido Fuerzas Libanesas, Samir Geagea, defiende la formación de un gobierno tecnócrata puro con el objetivo de sacar de la ecuación a Hizbulah, mientras que esta última preconiza una combinación de política y tecnocrática.
En esas dos principales ideas se traba la creación de un equipo gubernamental, al tiempo que las multitudes se mantienen en plazas y carreteras con la exigencia de quebrar la historia sectaria del país.
Ese deseo popular tal vez sería el válido para reventar un tipo de distribución de cargos sustentado en confesiones religiosas y políticas que, en los últimos 30 años, facilitó la corrupción, el saqueo de fondos públicos y el clientelismo político.
