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El Salvador: Se cumplen 100 años del natalicio del mártir Monseñor Oscar Arnulfo Romero

Monseñor Oscar Arnulfo Romero

Monseñor Oscar Arnulfo Romero

Caracas, agosto 15 - El pueblo de El Salvador, así como el resto de América Latina, conmemora este martes el natalicio de una figura emblemática para el continente y la Iglesia Católica como lo fue la del monseñor Óscar Arnulfo Romero.

Monseñor Romero, nombrado beato por la Iglesia Católica en 2015, es recordado principalmente, por ser un incansable defensor de los derechos humanos, quien constantemente reivindicaba a los campesinos desplazados.

El sacerdote condenó, en reiteradas oportunidades, la represión que ejercía el Ejército salvadoreño durante la guerra civil, una intensa lucha que lo llevaría a ser asesinado en 1980.

Forma de vida de Monseñor Romero

Una de las acciones que evidenciaban su pensamiento fue la creación de una oficina de derechos humanos, junto al refugio que ofrecía en su iglesia para aquellos campesinos que escapaban de la represión.

A Romero se le recuerda como un luchador, en pro de los derechos de los más desfavorecidos. Durante sus homilías, denunciaba los atropellos contra los derechos de los campesinos, de los obreros e incluso de sus sacerdotes.

El 10 de febrero de 1977, durante una entrevista que le realizó el periódico La Prensa Gráfica, el Arzobispo designado afirmó que "el Gobierno no debe tomar al sacerdote que se pronuncia por la justicia social como un político o elemento subversivo, cuando éste está cumpliendo su misión en la política de bien común".

Oposición a la violencia

Los primeros conflictos de Monseñor Romero surgieron a raíz de la oposición por parte de los sectores económicamente poderosos del país a su filosofía y, unido a eso, toda la estructura gubernamental que alimentaba esa institucionalidad de la violencia en la sociedad salvadoreña.

Igualmente, las organizaciones político-militares de izquierda fueron duramente criticadas por él en varias ocasiones, debido a su empeño en conducir al país hacia una insurrección violenta.

Su idea y pensamiento ya estaba presente en el pueblo salvadoreño, lo que convirtió al sacerdote en una voz dentro del movimiento popular, que exigía un alto a la represión y, a la vez, denunciaba el sistema económico que condenaba a la miseria a miles de generaciones en su país.

Vigencia de sus acciones en América Latina

"El legado de Romero es muy importante para este momento y su vigencia se refleja en que estamos resolviendo el problema de la violencia opositora por la vía de los Diálogos de Paz con Justicia y con Verdad que tienen lugar en Venezuela", afirmó el ingeniero Guido Zuleta, integrante del Directorio de la Fundación Latinoamericana por los Derechos Humanos y el Desarrollo Social (Fundalatin).

Además, Zuleta explicó que "monseñor Romero nos enseña a luchar con firmeza para construir bienestar para el pueblo y para transformar al ser humano, sin odiar, ni pretender destruir o eliminar al adversario, pero siempre en la dimensión del derecho de los pueblos a defenderse y a lograr su liberación".

El pensamiento del beato permanece vigente en el pueblo latinoamericano, ya que sus acciones, enmarcadas en un contexto de represión contra el pueblo, sirvieron de inspiración para reivindicar a aquellos sectores de la sociedad más desfavorecidos en los distintos procesos de violencia que han ocurrido en el continente a lo largo de los años.

Biografía

Óscar Arnulfo Romero nació en El Salvador el 15 de agosto 1917, en la Ciudad Barrios departamento de San Miguel (este). Era el segundo de ocho hermanos su padre se llamaban Santos y su madre Guadalupe. Eran una familia humilde y modesta.

El beato monseñor Romero se caracterizó por ser un siempre incansable luchador de los derechos humanos, abría las puertas de la Iglesia a los campesinos desplazados. Él condenó la represión por parte del ejército salvadoreño durante la guerra civil (1980-1982) entre el gobierno derechista y rebeldes de izquierda. Se encargó de denunciar la violencia militar y fue asesinado para callar su voz en pro de esta lucha.

Vivió en el colegio Pío latinoamericano (casa que alberga a estudiantes de Latinoamérica), hasta que fue ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942 a la edad de 24 años.

Regresó a El Salvador en 1943 como párroco de la ciudad de Anamorós en La Unión (este); después fue enviado a la ciudad de San Miguel donde sirvió como párroco en la Catedral de Nuestra Señora de La Paz y como secretario del Obispo diocesano monseñor Miguel Ángel Machado.

Posteriormente fue nombrado secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador en 1968. El 21 de abril de 1970, el papa Pablo VI lo designó Obispo Auxiliar de San Salvador, recibiendo la consagración episcopal el 21 de junio de 1970.

El 10 de febrero de 1977, en una entrevista que le realizó el periódico La Prensa Gráfica, el Arzobispo designado afirmó que:

"El gobierno no debe tomar al sacerdote que se pronuncia por la justicia social como un político o elemento subversivo, cuando éste está cumpliendo su misión en la política de bien común".

Monseñor Romero luchó en pro de los derechos humanos y lo más pobres, en sus homilías denunciaba los atropellos contra los derechos de los campesinos, de los obreros, de sus sacerdotes.

Los primeros conflictos de Monseñor Romero surgieron a raíz de las marcadas oposiciones a los sectores económicamente poderosos del país y unido a ellos, toda la estructura gubernamental que alimentaba esa institucionalidad de la violencia en la sociedad salvadoreña.

Las nacientes organizaciones político-militares de izquierda fueron duramente criticados por él en varias ocasiones por sus actitudes de idolatrización y su empeño en conducir al país hacia una revolución.

Creó una oficina de Derechos Humanos y abrió las puertas de la Iglesia para dar refugio a los campesinos que huían de la represión.

A raíz de sus reiteradas denuncias comenzó ser objeto de una campaña contra su ministerio arzobispal, su opción pastoral y su personalidad misma, cotidianamente eran publicados en los periódicos, editoriales, campos pagados, anónimos, entre otras, donde se insultaba, calumniaba, y se amenazaba directamente la integridad física de Mons. Romero. La “Iglesia Perseguida en El Salvador”.

Durante los años 80 escribió una larga carta al presidente estadounidense Jimmy Carter, pidiéndole que cancelara toda ayuda militar.

El domingo 23 de marzo de 1980 Mons. Romero pronunció su última homilía, la cual fue considerada como una sentencia de muerte debido a la fuerte denuncia que realizó.

“En nombre de Dios y de este pueblo sufrido... les pido, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, cese la represión”

Un día después, el 24 de marzo de 1980, Monseñor Óscar Arnulfo Romero fue asesinado con un disparo, mientras oficiaba la Eucaristía en la Capilla del Hospital La Divina Providencia, al momento de preparar la mesa para recibir el Cuerpo de Jesús.

Murió a manos de un francotirador que formaba parte de los escuadrones de la muerte de ultraderecha, financiada por la Agencia Central Estadounidense (CIA, por su sigla en inglés).

Fue enterrado el 30 de marzo y sus funerales fueron una manifestación popular de compañía, sus queridos campesinos, las viejecitas de los cantones, los obreros de la ciudad.


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