Gustavo Petro sólo tiene dos caminos

Gustavo Petro sólo tiene dos caminos, o es de izquierda o no es de izquierda. Y esto es nada maniqueo; es la realidad. Si buscáis el punto medio para no quedar mal con uno ni con otro, entonces, como dice el proverbio popular, "no eres chicha ni limonada." La verdad es que sólo hay dos izquierdas, una "izquierda aguada" y una "izquierda real".

La "izquierda aguada", podemos decir, es aquella que, al igual que la derecha, cree que la desigualdad social en el mundo es "algo natural" y que sería utópico tratar de erradicarla o combatirla. La "izquierda real", por el contrario, ve ese razonamiento como una conducta depravada del entendimiento de aquellos que ostentan el poder capitalista; y por lo tanto, es algo inaceptable. Si un líder político de izquierda tiene miedo de ser percibido como "idealista", "populista" o "autoritario" por implementar políticas que buscan combatir la desigualdad social, entonces seremos testigos de una "izquierda aguada."

El teólogo y filósofo brasileño Frei Betto, hablando respecto a los militantes de izquierda, dice lo siguiente: Los principales síntomas de aquellos que están contaminados con "el virus socialdemócrata" son "usar métodos de derecha para obtener conquistas de izquierda y, en caso de conflicto, agraviar a los pequeños para no quedar mal con los grandes." Esa es, a mi juicio, la esencia de la "izquierda aguada".

Aram Aharonian, director del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE), dice que "Petro ha negado que Colombia tenga que ir al socialismo" y que el político ha dicho también "Vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia. No porque lo adoremos, sino porque tenemos primero que superar la premodernidad en Colombia, el feudalismo." Estas afirmaciones políticas son suficientemente representativas de una "izquierda aguada" que desde ya se perfila como una estrategia política de "esperar" hasta que las condiciones de existencia "estén maduras" quizás hasta dentro de unos 20 ó 30 años, cuando se "supere" el feudalismo, surja el "proletariado vanguardia", Petro ya no sea el presidente de Colombia, y que gran parte de su pueblo que lo eligió ya se haya muerto. En otras palabras, esto es la "estrategia política de la espera" de la "izquierda aguada."

Pero, por supuesto, no vamos a juzgar al presidente como un líder de la "izquierda aguada" a partir de sus afirmaciones públicas en la coyuntura actual de su triunfo electoral. Claro que no. Todavía no sabemos. Hay que esperar que el presidente empiece a desarrollar su proyecto político; pero al mismo tiempo, esta idea de esperar es una ilusión. El conflicto de ideas es una realidad social de la vida cotidiana que no se detiene.

Aharonian parece quejarse de la lucha de ideas cuando dice:

"[A]hora nuestros demandantes ‘pensadores’ y ‘analistas’ de izquierda le empiezan a exigir [a Petro]que debe construir el paraíso en la tierra"… "No tienen la sensatez de aplaudir un cambio político que no se había dado en 200 años…" "Por favor, dejen de etiquetarlo, déjenlo gobernar."

El problema es que la lucha de ideas y las "etiquetas" no se van a terminar por el deseo o la impaciencia de nadie. Al contrario, Petro será un mejor líder político y tendrá un mejor timón del barco en la medida que marque el paso de sus decisiones políticas en sintonía con las presiones y críticas constantes del pueblo colombiano y el conflicto de ideas nacional e internacional. Los pueblos y las luchas de ideas no esperan un año, dos años, o tantos años, para juzgar la actuación de sus gobiernos. Es es una realidad en marcha de la vida social. Recordemos que el poder corrompe. La presión y crítica constante del pueblo es precisamente lo que le dará luz, dirección y sentido al proyecto político de "izquierda" de Petro. Es lógico que el Presidente tendrá que elegir a sus mejores líderes políticos en su gabinete de gobierno, que le asesorarán y él podrá priorizar las tareas esenciales.

En su molestia con el conflicto de ideas, Aharonian nos desafía con la pregunta: "¿Cómo se hace para gobernar un país donde la más rancia oligarquía es propietaria de los medios de comunicación y la imposición de imaginarios colectivos?" Pues, muy sencillo, una "izquierda aguada" lógicamente permitirá la continuación del status quo y la "rancia oligarquía" continuará viviendo como un parásito succionando la sangre del pueblo colombiano, sin matarlo, pero pauperizándolo cada vez más hasta su último suspiro. Para una "izquierda real", en cambio, el parásito es expropiado de sus "medios de producción" y "aparatos ideológicos", y de ese modo el cambio social estará en marcha. Pero claro, esto os parecerá una caricatura, y vosotros diréis "Oye, vosotros no podéis pedir eso al Presidente. Él no ha ‘tomado el poder’ por la fuerza de una insurrección armada de revolución socialista." Ya lo sé. Pero entonces, al menos, preguntémosnos ¿Cuál es el mérito del "poder político" tomado o alcanzado en una nación por el "medio" que sea?

El socialismo de un país nunca, léase bien, nunca ha sido, ni va a ser igual al socialismo de otro país. De hecho, ni el mismo capitalismo es igual en un país y en otro. Lo que hay son objetivos generales similares en las luchas de izquierda, pero cada nación hace lo que tiene que hacer dentro de sus propias condiciones concretas y su propia idiosincrasia. Es absurdo creer que Colombia va a construir el socialismo de Cuba, el socialismo de Venezuela, de Nicaragua, de China o de la URSS. Nada más lejos de la verdad. No esperemos que Colombia tenga que "copiar" "modelos" de socialismo de algún lado u otro. Lo que quiero decir es que si el Presidente Gustavo Petro es un líder político de "izquierda real", el rótulo de "socialismo" o "comunismo" no le deberá importar; él puede llamarle "idealismo" a su proyecto político si así lo quiere. Lo que deberá importar al Presidente es decidir si va, al menos, a invertir energías decentes en el combate político contra la desigualdad social en su país, o si se va a "entretener" con los "desafíos externos" porque cree que la desigualdad social es "algo natural" y que es utópico querer erradicarla o combatirla y que no merece prioridad. Ese es el meollo de la cuestión.

Lo que en última instancia importa es el espíritu de izquierda del Presidente; es la forma de cómo él coloca su consciencia política por encima de las crisis, y no importa si los métodos que use "para obtener conquistas de izquierda" son de derecha o de izquierda. Para parafrasear a Frei Betto, lo que importa es que a la hora de los conflictos el presidente esté dispuesto a "agraviar a los grandes para quedar bien con los pequeños."

¡Enhorabuena Señor Presidente!



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