La calle habla

La quieren silenciosa, pero la calle habla. Lo hizo el 8M para decir alto y claro que la pandemia no tapa la opresión, la desigualdad, el machismo o la misoginia; tampoco el maltrato y la violencia, la pobreza, la desigualdad o el patriarcado. Al contrario, los agrava. La calle ha sido un clamor masivo, pero responsable y seguro, contra todo ello. Las mujeres no quieren tutelas ni buenas palabras, sino derechos y medios para garantizarlos.

Sus movilizaciones por todo el mundo, sus miles de actos por todo el reino desde la huelga gallega, pasando por las manifestaciones y concentraciones hasta la mascarilla o la cinta morada del Madrid que han querido silenciar, demuestran la gravísima equivocación cometida al impedir que las mujeres se manifestaranpor las calles de la comunidad trumpista y bolsonarista por excelencia.

Las prohibiciones no silencian la verdad, la violentan. Fue el delegado del Gobierno, a la sazón secretario general del PSOE madrileño, José Manuel Franco, quien no las permitió. Fue la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo del PSOE, y Pedro Sánchez quienes secundaron y, cómo no, la judicatura con el Constitucional a la cabeza quien bendijo las prohibiciones. "Alto riesgo de propagación de la Covid" adujeron todos. Las mujeres que van a trabajar cada día en trenes, metros y autobuses llenos son también la aplastante mayoría de quienes salvan, limpian y cuidan a la sociedad para evitar que sus miembros enfermen; el grueso de quienes componen las profesiones esenciales en esta pandemia. Justamente ellas, más de la mitad de la sociedad, ha visto cercenado su derecho a manifestase en Madrid con mascarilla, distancia de seguridad y gel. Una decisión reaccionaria que solo favorece a una derecha cavernícola que no ha dudado en aplaudir la medida y atacar, una vez más, al feminismo en su conjunto. En varias comunidades autónomas pidieron el pasado 8M la filiación a quienes salían a la calle; en la Comunidad Autónoma Vasca alargaron los cierres perimetrales hasta el día 9 para evitar "concentraciones que pudieran ayudar a expandir la pandemia". ¡Hay que tener la cara de cemento armado cuando ya van más de 70.000 personas fallecidas por la Covid y los centros de salud siguen faltos de todo!

La "democracia plena" en versión española no resiste la necesidad de igualdad y libertad que la movilización de las mujeres pone sobre la mesa. La "democracia plena" que capitanea el Borbón solo es útil para dejar al comisario Villarejo en libertad, absolver a los militares franquistas que nos iban a fusilar a todos, vacunar infantas en Dubái, gastar 1.200.000 euros en indemnizaciones a la tripulación del yate real, apoyar a la banca que exprime nuestros escasísimos sueldos con comisiones para mantener su negocio parásito o seguir teniendo sin luz a los habitantes de la Cañada Real y a 600 mil personas sin ingreso mínimo vital. El régimen del 78 no es reformable. Su descomposición avanza a marchas forzadas mientras Bárcenas canta las lindezas del lodazal corrupto.

Necesitamos igualdad, vivienda, salud, fraternidad y garantías públicas para nuestros derechos. Y empleo, como recuerda la comarca de Ferrol este miércoles con su huelga general, mientras Alcoa continúa resistiendo.

Que nadie lo dude, las mujeres ya no pararán. El futuro republicano imprescindible tiene en ellas una de sus mejores bazas. El feminismo contagia, sí, pero de libertad, fraternidad e igualdad. La calle habló el 8 para contarlo y por eso la temen.



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Revista digital de la organización política de izquierda marxista, La Aurora, editada en Cataluña


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