Tiempo de reflexión. Esto lo digo a finales de Diciembre del año 2020; estamos en plena pandemia por el coronavirus. Hay noticias de que se desató una segunda ola en Europa y los países han adoptado cuarentena y hasta toques de queda. Brasil está bastante feo; Colombia por lo consiguiente y los Estados Unidos también.
Lamentablemente, tampoco son los únicos. En Venezuela, aún cuando los números no son todavía muy graves, tantas reuniones y tantas fiestas que ha habido, hacen pensar que puede haber un brote de crecimiento fuerte a principios de año 2021. Mientras tanto estamos pasando la Navidad como se pueda; hay una alegría innata en el pueblo y conseguimos a la gente haciendo lo que puede; hasta aquí me llega el humo de la casa de un vecino cocinando con leña en este momento. Cuando no hay corriente eléctrica y no tenemos gas, no hay manera de cocinar; la situación es desesperante. El bloqueo, principal causa de esta situación, es realmente efectivo. Hay noticias de noticias, de una bolsa y un pernil, pero eso es todo visto desde una perspectiva muy local del que consume, del que espera recibir algo.
Hay que asomar un poco por encima la cabeza y darse cuenta de cuál es entonces el alcance de esta situación. Hay, digamos, una perspectiva global y una perspectiva más local del mundo. En la perspectiva global el mundo realmente está enfrentando de una manera inédita una pandemia. De acuerdo a los números, realmente no es tan mortal como la gripe española o la peste negra, pero es muy contagiosa.
Sin embargo el impacto ha sido devastador, la economía mundial prácticamente se detuvo así como la comunicación aérea y marítima. En Venezuela se hizo más grave la situación dado que antes de la pandemia, ya estaba sometida a sanciones y bloqueo. La falta de combustible hace muy difícil el desplazamiento para visitar incluso a la familia. Llegamos a una situación que obliga al mundo en general, a detenerse.
Es más grave aún. Había mucha presión en el mundo y parecía que la política internacional nos iba a volver a llevar a una guerra de alcance mundial
de muy mal pronóstico dadas las dos grandes guerras del siglo pasado. En cambio lo que vino fue una pandemia. Parece que hubiera sido la misma tierra que hubiera decidido defenderse de un cataclismo creado por los humanos.
Atacó primero: nos puso un virus que prácticamente exige de la sociedad humana una conducta más ecológica, digámoslo así, por lo menos más consciente, más racional.
Eso es lo que en cuanto al virus podemos decir. El virus visto como un fenómeno biológico; se vería como una entidad muy inteligente que ha puesto en jaque al mundo completo a pesar de todo el conocimiento y tecnología del presente. Actuó de una manera imprevista, apareció en el mundo y buscó los sitios para su mejor desarrollo: bien poblados y con bastante movimiento.
Entonces agarró y se montó en los aviones y los barcos y se regó por todo el mundo y ahora está instalado en todas las partes del globo y ahí tiene a su disposición todos los lugares, todos los climas, todos los ambientes y un mundo engreído y consumista para hacer sus ensayos, su crecimiento, su evolución.
Yo lo veo como una inteligencia global que se instaló en el planeta y llenó el espacio que la inteligencia social de los humanos no fue capaz de llenar.
Allí donde la inteligencia de nuestra sociedad abandonó el cuidado y respeto de las personas y de la naturaleza, allí consiguió espacio donde instalarse.
Exige además mayor conciencia social. Ya no puede dejarse gente por fuera de la protección necesaria; no hay espacio para la exclusión.
La competencia sería la peor estrategia porque el virus nos atacaría uno a uno.
Enfrentarlo exige mejorar la calidad de las relaciones entre los humanos y entre la civilización humana y la naturaleza. Es una tarea difícil y compleja, pero indispensable.
Chávez vive....
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