El “Bukelazo” pretende ganar las elecciones legislativas de 2021

En el editorial de la edición No 299 de El Socialista Centroamericano, advertimos que las fuerzas políticas y militares que dominaron los Estados de Centroamérica, antes de la firma de los diferentes Acuerdos de Paz (1987,1992 y 1996), estaban volviendo a ejercer el poder político de manera directa o indirecta.

En pocas palabras, alertamos los débiles regímenes democrático burgueses que surgieron después de Esquipulas II y los acuerdos subsiguientes, estaban colapsando en Guatemala, Honduras y en menor medida en El Salvador. La dictadura en Nicaragua es quizás el hecho más evidente. No se había secado la tinta, cuando el mundo quedó estupefacto ante el hecho que, entre el pasado 8 y 9 de Febrero del año 2020, el presidente Nayib Bukele ordenó al Ejército tomar el control de la Asamblea Legislativa, ante la negativa de los diputados de los partidos ARENA y FMLN de aprobar un préstamo de 109 millones de dólares, para financiar los planes de seguridad.

Desde hace más de dos décadas El Salvador se hunde en la miseria y la barbarie. La descomposición social afecta a una buena parte de su población joven marginalizada que termina organizándose en maras y pandillas, que son la expresión de la violencia y la alta criminalidad. Bukele intenta imponer el orden a través de la militarización y la represión, y para ellos necesita fondos que, por distintas circunstancias, no son aprobados por la Asamblea Legislativa.

La decadencia económica de El Salvador ha llegado a un nivel tan bajo que las finanzas del Estado no alcanzan para pagar los planes de seguridad que impulsa el presidente Bukele, sino que este debe recurrir de manera constante al endeudamiento externo e interno. Esta situación se produjo también bajo los gobiernos de ARENA y del FMLN.

En diferentes oportunidades hemos explicado que el triunfo electoral de Bukele, obedeció a que supo capitalizar el descontento contra el bipartidismo de ARENA y el FMLN. Además, hemos advertido que, ante semejante descontento social, Bukele representa un proyecto bonapartista que pretende imponer el orden por encima del desvencijado y desprestigiado sistema bipartidista. Los constantes enfrentamientos verbales y por tuits entre Bukele y los diputados, reflejan una lucha política que, hasta hace poco, no se salía de los decentes márgenes de la democracia burguesa.

Utilizando burdos argumentos legales, Bukele materializó sus amenazas y ordenó al Ejército tomarse el edificio de la Asamblea Legislativa, y como aprendiz de monarca llegó al extremo de sentarse, el día 9 de febrero, en la silla del presidente del poder legislativo, rompiendo la Constitución de 1983 que establece un roído principio de la separación de poderes.

Todo indicaba que Bukele había puesto en marcha un “autogolpe” de Estado, como el que en 1992 propinó Alberto Fujimori, en Perú, o como el que propinó Jorge Serrano Elías en 1993, en Guatemala. Pero no fue así, después de alardear ante los medios de comunicación, rezar e invocar al Altísimo, se dirigió a la manifestación portátil que el partido Nuevas Ideas, desde su control sobre los empleados públicos, logró montar como parte del show político. Terminadas las actuaciones, se retiró del escenario aclarando que no era un dictador.

La llamada comunidad internacional guardó silencio durante dos días, después los gobiernos de Estados Unidos y resto de América Latina volvieron a respirar tranquilos.

Detrás de este show se esconde una gran maniobra política. El Salvador es el único país de Centroamérica en donde las elecciones presidenciales no coinciden con las legislativas. En ese sentido, Bukele ha tenido que gobernar con una asamblea legislativa que no controla, compuesta en su mayoría por diputados de ARENA y del FMLN. Bukele ha utilizado como pretexto la necesidad de que le aprueban el préstamo de 109 millones para planes de seguridad, un tema sensible para los salvadoreños, pero con el objetivo de desprestigiar aún más a los partidos que controlan la Asamblea Legislativa, para canalizar el descontento en las elecciones legislativa de febrero del 2021, donde si podrá presentar candidatos propios con su recién estrenado partido Nuevas Ideas.

Los réditos políticos de esta maniobra los veremos en el futuro inmediato, pero Bukele está jugando con fuego porque con su “Bukelazo” la democracia salvadoreña quedó gravemente herida de muerte. Esta es la única baja de los últimos acontecimientos.


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