Notre Dame ardió cuando las emisoras televisivas ya estaban en cadena para escuchar el discurso del presidente Macron que el 80 por ciento de los franceses esperaba con escepticismo o desconfianza. El incendio le brinda ahora el apoyo relativo del impulso popular hacia la reconstrucción y de la voluntad reparadora de la minoría de creyentes católicos que aún subsiste en la laica Francia.
El azar da un argumento y un breve tiempo extra a un presidente impopular al servicio del gran capital y que es permanentemente resistido por los trabajadores y los sectores populares porque ha profundizado el ajuste neoliberal.
Los técnicos y arquitectos creen que el incendio se debe probablemente a una chispa que encendió el aserrín o a una causa similar y Notre Dame no es la primera iglesia medieval que arde durante una reparación. Pero la derecha-como Le Figaro- ya habla de atentados para utilizar el desastre contra la protesta popular del mismo modo que Hitler utilizó el incendio del Reichstag organizado por los nazis contra el comunismo y para instalar su dictadura.
Macron hablará, de todos modos y, si hace concesiones salariales o democráticas, será atacado duramente por sus mandantes y, si se niega a conceder nada importante, verá crecer las protestas obreras y populares. Por supuesto dirá ahora que el orgullo nacional -y la necesidad de atraer turistas- obliga a reconstruir la catedral milenaria y que eso cuesta mucho y llevará años, lo cual requiere de todos paciencia en sus legítimos reclamos y en sus justas exigencias y la Iglesia católica dirá que Dios incendió su templo para convoca a la unidad nacional para salvar ese símbolo (y gallina de huevos de oro). Pero los de arriba hablarán en el vacío pues los días fastos de Macron se acabaron hace rato y ahora se encamina hacia nuevas movilizaciones sociales, el crecimiento de la izquierda y de la derecha y el repudio del abstencionismo o del voto en contra en las elecciones europeas de mayo y en las municipales próximas. Hay que reconstruir Notre Dame tal como era en el siglo XII, pero primero están los pobres vivos.