La condenación de Lula y las perspectivas coyunturales

Movimento Marxista 5 de Maio-MM5/Brasil

La confirmación de la condenación de Lula en segunda instancia por el Tribunal Federal de la 4ª Región, que incluso amplió la sentencia inicial del juez fascista Sergio Moro de nueve para diez años y un mes de reclusión en régimen cerrado, confirma y enmarca la lógica general de la compleja coyuntura actual de las luchas de clases en Brasil, una coyuntura que tuvo su marco inicial en la deposición de la presidenta Dilma Rousseff en abril de 2016.

A su vez, el golpe palaciano en contra de Dilma configura punto decisivo de profundización de todo un proceso de de vaciamiento de la democracia (re)instalada en Brasil con la derrocada de la dictadura militar de 1964-1985. Si es cierto que el golpe palaciano capitaneado por el usurpador Michel Temer no llegó a implantar una dictadura abierta, ya que las instituciones democráticas fueron preservadas – como lo tenemos afirmado desde la época de la instalación del proceso de deposición de la ex-presidente –, la realidad es que tal golpe palaciano abre un período de intensas luchas de clases en Brasil cuyo final no podrá ser otro que no socialismo o barbarie.

Socialismo o barbarie porque, como lo ensena la historia, a todos los período de confronto directo y abierto de las clases sociales en la disputa del poder político en el capitalismo sigue un cuadro de dominación directa (o dictadura militar, o bonapartismo o, del otro lado, socialismo). Explicación: es evidente que para nosotros comunistas la barbarie solamente se concretizaría en caso de la creación de una dictadura militar o de alguna especie de bonapartismo (el fascismo incluso), siendo el socialismo/dictadura del proletariado la salida que nos interesaría a nosotros, e interesará siempre, los luchadores del proletariado armados del marxismo. Es necesario explicar eso aquí para evitar confusiones, aunque infantiles. Lo que es cierto es que ya estamos viviendo, y lo viviremos en el mediano plazo de dos o tres o cuatro años – tomando aquí como tiempo de referencia el próximo mandato presidencial –, un tiempo que no podrá conducir a un nuevo período democrático, en la razón misma de la guerra de clases que se profundizará en el presente.

Hecho absolutamente decisivo en la consideración de las perspectivas de las de clases en Brasil es que el capitalismo vive una grave y profunda crisis de reproductibilidad, que tiene como marco inicial la crisis general de pagos del 2008, lo que obliga al sistema a recurrir a una profundización estructural de la explotación de los trabajadores en nivel mundial a puntos sin precedentes desde la 1ª Guerra. Los síntomas son más que claros, con destaque a la agresiva política de asalto a los derechos del proletariado en los cuatro cantos del mundo, lo que ocurre inclusive en países de los más diferenciados niveles de desarrollo económico: Inglaterra, Francia, España, Brasil, Argentina, Grecia, Portugal, Méjico etc. – lo que es comprobado por constituir los días de hoy uno de los peores períodos de pauperización que hay sufrido el proletariado en tiempos de "paz".

Las investidas imperialistas sobre Venezuela – económicas, políticas y militares más que atestan la urgente necesidad del imperialismo en trillar el camino de esa especie de neocolonialismo (en provecho principal del capital financiero), estructuralmente, como lo decimos, esencial a la propia sobrevivencia del capitalismo. Es indiscutible que una revolución proletaria en Venezuela, con la edificación de una auténtica dictadura del proletariado, tendría influencia decisiva en el desarrollar de las luchas de clases en nuestro continente y hasta en el mundo. Es decir: hay indiscutible razón geopolítica para la intervención en marcha del imperialismo en Venezuela. No se puede olvidar, por supuesto, que el imperialismo busca el petróleo venezolano y sus demás riquísimos recursos naturales.

Es por todo eso que no se puede esperar que la burguesía venga a abandonar de la estrategia de extraer las últimas gotas de sangre y sudor al proletariado brasileño – al final de cuentas hablamos de una de las diez economías más grandes del mundo. Es en este cuadro que tenemos que entender la condenación de Lula. Un nuevo mandato de Lula solamente se sustentaría en interior de una estrategia socialdemócrata de gobierno, a lo menos de manutención de los actuales niveles de vida del proletariado (salarios, previdencia y derechos sociales esenciales, como salud, habitación, educación etc.). Como lo sabe cualquiera persona poseedora de conocimiento político mínimo, la burguesía – cualquiera burguesía, de cualquier lugar, en cualquier tiempo – jamás se preocupó o se preocupará con los trabajadores como seres humanos, que en realidad son considerados por los burgueses no más que simples máquinas que, infortunadamente para la burguesía, necesitan manutención. Pero en el cuadro de la crisis esta manutención es inevitablemente precarizada, haciéndose solamente los reparos absolutamente los más elementales y de urgencia. Concretamente, ahora hablando sin metáforas, la burguesía tenderá que reducir al mínimo del mínimo, como lo decimos, el nivel de vida general de los trabajadores. En sus primeros mandatos, Lula pudo distribuir beneficios – mínimos, es verdad – al proletariado, sin embargo de garantizar los gigantescos lucros de los capitalistas. El propio Lula afirmó literalmente que los capitalistas nunca tendrían lucrado tanto cuanto en su gobierno. Secreto del cofre: los bienes primarios producidos por la economía brasileña (hierro, bauxita, soya, maíz, naranja etc.) obtuvieron en sus mandatos precios absolutamente estratosféricos en el mercado mundial. Lula pudo entonces servir un lauto banquete a la burguesía, dejando las migajas al proletariado. Atención: hoy, o en cualquier futuro previsible, un gobierno Lula ni otro cualquier gobierno brasileño podrá servir siquiera migajas al proletariado. Esa es la cuestión.

En síntesis: la burguesía no precisa más de Lula. Y no puede correr el riesgo de una presidencia Lula, que solamente se mantendría en el poder al costo – objetiva y subjetivamente inaceptable a la burguesía – de inviabilizar el nivel de ganancias necesario a la sobrevivencia de la propia burguesía en cuanto tal. Resultado final de la ecuación: que Lula sea destruido. Y así se hizo. La sentencia de Moro y su confirmación por los jueces débiles mentales del Tribunal Federal de la Cuarta Región no economizaron esfuerzos en humillar, pisotear, desclasificar, injuriar al ex-presidente Lula. En lenguaje igual embolada cuanto baja, a nivel de los sospechosos ambientes frecuentados por los bachilleres del Imperio, tales jueces siquiera tuvieron el cuidado de observar a los más primarios preceptos del derecho penal en vigencia en Brasil.

Si la candidatura Lulo murrio, Lula no murrio todavía. Ni el Partido dos Trabajadores. La Central Única de los Trabajadores (CUT, hegemonizada por el PT) ya convocó una huelga general para el próximo 19 de febrero. Un paro, verdad, solamente declaratorio, sin reivindicación concreta como condicionante de su duración, pero simplemente declaratoria de insatisfacción. Como lo son prácticamente todas los paros del sindicalismo brasileño pos-dictadura (adoptado por todas las corrientes del movimiento sindical): ameno, democrático, de no confrontación, al viejo estilo reformista-gramsciano (y concretamente apoyado por el trotskismo) de "acumulación de fuerzas y conquista de trincheras culturales e ideológicas en la guerra de posición". Para todo acabar en las urnas. Es lo que hay para el momento.

De todo modo, el PT ya prepara alternativas al nombre de Lula: Gleisi Hofmann, Fernando Haddad, Jacques Wagner, Tarso Genro, o ex-chanceler Celso Amorin y otros. Las otras fuerzas reformistas que dicen representar al proletariado brasileño, como el PSOL y asemejados, buscarán ávidamente heredar, cada uno para sí, los votos de Lula. La hipótesis de formar un frente único por el voto nulo – una hipótesis mínimamente decente – jamás pasaría por la cabeza de reformistas, gramscianos y trotskistas, que suman la casi totalidad de la izquierda brasileña. La historia ya lo demostró exhaustivamente.

La burguesía no tiene candidato hasta este momento. Con la ausencia de Lula de la carrera, el abiertamente fascista Capitán Bolsonaro – en segundo lugar en las encuestas actuales, perdiendo solamente para Lula – ya no interesa más a la burguesía, que a él recurriría solamente en último caso. Sin embargo, hay nombres en la fila: el mismo juez Moro, Marina Silva, el presentador de televisión Luciano Huck, el gobernador de São Paulo Geraldo Alkmin y el ex-ministro del Supremo Tribunal Federal Joaquin Barbosa. Un poco retrasado, el viejo malandro Fernando Henrique Cardoso, ex-presidente, surge en la curva.

No nos cabe, pues, a los comunistas y sus aliados actuales y futuros otra alternativa sino la de asumir como tarea inmediata e impostergable cerrar filas con los trabajadores en sus luchas concretas en busca de la construcción de una alternativa realmente revolucionaria – la marxista-leninista – en el seno del proletariado brasileño.

¡Venceremos!

Movimento Marxista 5 de Maio-MM5/Brasil

leoleal46@uol.com.br



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