Ecuador: otro pulso sin resolver en América Latina

En las recientes elecciones en Ecuador el candidato de Alianza País, Lenín Moreno, fue el vencedor, pero, aunque obtuvo una victoria de más de 10 puntos sobre el candidato conservador, el hecho de no alcanzar el 40% de los votos por unas decimas obliga a celebrar una segunda vuelta electoral el próximo 4 de abril dónde la victoria no parece tan asegurada.

Rafael Correa ganó las primeras elecciones presidenciales en 2006 también en una segunda vuelta con un 56,67% de los votos, frente al candidato conservador Álvaro Noboa, empresario bananero y la mayor fortuna de Ecuador. Pero en los dos siguientes procesos electorales, en 2009 y 2013, obtuvo la victoria en la primera vuelta con un 51,99% y un 57,17% de los votos respectivamente. Rafael Correa gozó, pues, durante esa época de un amplio apoyo social y electoral que ahora se ha desgastado claramente.

Tres tipos de razones se han alegado para explicar este desgaste y los actuales resultados electorales. La primera se refiere a la menor capacidad de atracción por parte del actual candidato de Alianza País, Lenín Moreno, aunque éste formó parte como candidato a vicepresidente junto a Rafael Correa en las elecciones de 2006 y 2009. La segunda hace referencia a los enfrentamientos que los gobiernos de Correa han tenido con parte de su base social de apoyo tanto por su política extractivista como por el desdibujamiento de sus políticas progresistas. La tercera se relaciona con el cambio de etapa que está viviendo América Latina desde hace unos años y que está suponiendo diferentes derrotas de los gobiernos y fuerzas progresistas que habían avanzado en la región durante más de tres lustros. Aunque pueda haber una mezcla de las tres razones citadas en la explicación final del resultado, es evidente que son los dos últimos tipos de razones los de mayor peso e importancia y, por lo tanto, en los que vamos a fijar nuestra atención.

El desgaste interno

El desgaste interno ha sido objeto de numerosos análisis desde hace bastante tiempo. El enfrentamiento de los gobiernos Correa con los movimientos sociales apareció en una fase temprana. «Quizás haya ocurrido que los componentes “progresistas” del proyecto de la “revolución ciudadana” (cierta impugnación de la deuda externa, llamamiento a la Asamblea Constituyente, nueva Constitución, política internacional “soberana”) y la disputa con la derecha haya hecho perder de vista que desde el inicio del gobierno se produjeron ya enfrentamientos con los movimientos sociales.»

Para este analista, los adversarios iniciales de Rafael Correa, identificados con la “oligarquía”, la “partidocracia” y la ”prensa corrupta”  fueron desplazados paulatinamente por unos nuevos adversarios, los movimientos sociales. De esta manera, los gobiernos de Correa iniciaron desde 2007 el enfrentamiento con maestros, organizaciones ecologistas, indígenas y empleados públicos. Estos enfrentamientos llevaron al régimen a diversos intentos por «desconstituir los movimientos»

Esta situación es interpretada como un giro del correísmo hacia un proyecto de modernización capitalista. De manera que Mario Undia para expresar los cambios recoge la expresión «“contrarrevolución constitucional” que se operaba en la traducción de la Constitución a las leyes que le siguieron»
En el mismo sentido se expresa Fracoise Houtart, «el agotamiento de un modelo de modernización de la sociedad que ha tenido logros sociales importantes y ha permitido inversiones públicas e numerosas, pero que no transformó el modo de acumulación y sus contradicciones fundamentales […] Socialmente, se desarrolló una clase media con un consumo importante de bienes importados; se realizó una salida de la pobreza de casi dos millones de personas, con programas eficaces, pero de tipo principalmente asistencialista que crean más clientes que actores sociales; se redujo el poder político de la antigua oligarquía capitalista, se eliminaron los partidos políticos tradicionales denominados como partidocracia. Al mismo tiempo, nuevos grupos capitalistas “modernos” económicamente eficaces se reforzaron, con procesos acelerados de acumulación en los sectores de las finanzas; de la construcción; del comercio; de las telecomunicaciones; del agro-negocio y de los intermediarios con los nuevos inversionistas, especialmente chinos.»

Decio Machado habla de un “segundo proceso de modernización capitalista” a través de “la reinstitucionalización y fuerte intervención del Estado”, y describe cual habría sido el proyecto del correísmo, al que denominan «una sociedad posneoliberal, implementado un proceso de reformas por fases que pretendía como objetivo la construcción de un segundo momento que podríamos definir como “socialismo de mercado” (capitalismo popular), para terminar en un tercer estadio que tuvieron a bien definir como “biosocialismo” (una sociedad de autoconciencia implementada bajo los principios civilizatorios del Buen Vivir). En la práctica y tras más de diez años de gobierno del presidente Rafael Correa, podemos aseverar que el proceso no ha sido capaz de pasar de su primera fase.»

Así, y hasta que la crisis de los precios de las materias primas no empezaron a mostrar su impacto negativo en Ecuador a partir de 2013, el correísmo pudo paralelamente llevar a cabo medidas de redistribución social, con mejora de diversos aspectos socioeconómicos para las clases populares, a la vez que impulsaba la acumulación capitalista heredada de la etapa anterior neoliberal en un sentido que para Decio Machado no ofrece dudas «las empresas más grandes que operan en el mercado ecuatoriano ganaron durante el período progresista sustantivamente más que durante los años anteriores a la llegada del presidente Rafael Correa al Palacio de Carondelet.»

Pero si los gobiernos de Rafael Correa se enfrentaron con crecientes protestas en el plano interior, provenientes muchas veces de sus bases naturales de apoyo, en el plano internacional su proyecto “modernizador” también encontró crecientes obstáculos derivados de la crisis internacional desatada a partir de 2008 que redujo el valor de sus exportaciones y le llevó a un creciente endeudamiento exterior - previa reconciliación con sus antiguos enemigos, el FMI y el BM -, y al recorte del presupuesto y  la reducción de sus programas sociales.

Estos enfrentamientos, con una amplia variedad de movimientos sociales, llevó a un punto alto las protestas en 2015 – paro sindical y “levantamiento indígena” - y a plantear claramente la crisis de la hegemonía en  la que se habían asentado los gobiernos del correísmo, «Pensamos que ocho años ininterrumpidos de gobierno de Rafael Correa no son casualidad y tienen que ver con algún tipo de construcción hegemónica que ha permitido semejante periodo. Proponemos,  por lo tanto, que la crisis política actual –atravesada de una crisis económica– está relacionada con una crisis de hegemonía del movimiento PAIS que permea como crisis de legitimidad a las instituciones del Estado […]  La experiencia última en Ecuador demuestra que el gobierno se ha mostrado incapaz de incluir (o mantener) a los “dominados" como parte del proyecto político.» Si el correísmo se ha mantenido en el poder, incluso si ahora aún ha obtenido cerca de un 40% de los votos es porque «la ley de comunicación, la propaganda y el control de los medios de comunicación han definido a favor del gobierno la batalla por la hegemonía cultural»

El cambio de etapa en América Latina

El fin del ciclo progresista en América Latina ha sido la tesis de muchos artículos en los últimos meses que se han ocupado de las transformaciones del clima político y social en la región en los últimos años bajo una ofensiva de la derecha que ha empezado a dar sus frutos, revirtiendo parte de los avances conseguidos por las fuerzas progresistas y de izquierda en el subcontinente. En apenas tres meses, de octubre a diciembre de 2015, tres derrotas electorales seguidas de estas fuerzas dan consistencia a esta tesis, primero fue la pérdida de la alcaldía de Bogotá por parte del Polo Democrático, el principal bastión de la izquierda colombiana, a manos del conservador Enrique Peñalosa; después se produjo la derrota del kirchnerismo en las presidenciales de Argentina que pasó a la derecha neoliberal argentina con Mauricio Macri; finalmente  la oposición venezolana derrotó ampliamente al chavismo en las elecciones legislativas. Posteriormente, siguieron a estas derrotas dos más, de un lado, en lo que ha sido considerado ampliamente como un golpe de Estado parlamentario, fue depuesta de su cargo la presidenta brasileña Dilma Rousseff en septiembre de 2016; de otro lado, Evo Morales perdió en febrero de 2016 el referéndum de reforma constitucional convocado para permitirle un tercer mandato en las elecciones presidenciales de 2019.

Se pueden diferenciar en este ciclo dos tipos de derrotas, aquellas que ya se han consolidado y han desplazado del poder a gobiernos progresistas por parte de otros conservadores, como es el caso de Argentina y Brasil; y aquellas en que se trata de una derrota parcial que ha abierto un período de incertidumbre en espera de un desenlace definitivo del enfrentamiento hacia un lado u otro, estos son los casos de Venezuela, Bolivia y, ahora, Ecuador hasta el mes de abril con la celebración de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.

Existen analistas que vinculan estrechamente este cambio de ciclo político con el que está teniendo lugar en el ámbito económico mundial y que se refleja en el hundimiento del precio de las materias primas. El fundamento de esta relación se encuentra en el hecho de que los gobiernos progresistas o de izquierdas de la región mantuvieron el poder - después de las victorias sobre los gobiernos anteriores neoliberales conseguidas por las grandes movilizaciones populares – gracias a que una coyuntura favorable de precios internacionales de las materias primas permitió una política de redistribución económica entre las clases populares sin tener que atacar en profundidad los privilegios de sus burguesías nacionales y cambiar la estructura de propiedad de su sistema financiero y productivo. Cuando esta situación económica cambió, las políticas sociales se resintieron y una parte de las clases populares empezó a retirar el apoyo a los gobiernos progresistas o de izquierdas.

Es decir, estos gobiernos siguieron funcionando dentro de la lógica del mercado y la acumulación capitalista, si bien desmontaron las políticas más claramente neoliberales, a la vez que fueron capaces de aplicar una política redistributiva hacia las clases populares apoyándose en el ascenso del precio mundial de las materias primas, debido especialmente al crecimiento de la economía china, lo cual se terminó convirtiendo, por otro lado, en un problema, pues “la voraz demanda china de recursos naturales ha provocado una reprimarización de la economía latinoamericana”.

Pero las bases económicas, sociales y políticas de la burguesía no fueron debilitadas más que de manera débil y temporal, lo cual dejaba intacta la capacidad de aquellas para emprender una contraofensiva exitosa en cuanto se dieran las condiciones propicias. Y éstas se fueron creando lentamente tanto por la concurrencia de factores externos - la ya citada caída del precio de las materias primas - como, especialmente, por los errores y deformaciones cometidas en la gestión de los propios gobiernos progresistas y de izquierdas. Y entre estos se encuentran como más denunciados la corrupción, la burocratización y el verticalismo, el enfrentamiento con sectores de la izquierda, como los movimientos sociales y los sindicatos, o la ineficacia para afrontar políticas sensibles como la seguridad ciudadana. Un coctel que, como hemos analizado en la primera parte de este artículo, está plenamente representado en el Ecuador actual.

Así, y desde el punto de vista de la correlación de fuerzas a nivel regional y sobre el impacto en el cambio de etapa que vive el subcontinente, es evidente que si bien una victoria de Lenín Moreno en abril posiblemente no aliviaría los problemas o las incertidumbres de los gobiernos de Bolivia y, especialmente, Venezuela, sin embargo, su derrota si contribuiría a agravar la situación de estos dos últimos gobiernos.

Viejos dilemas de la izquierda

Nuevamente en las elecciones de Ecuador vuelve a presentarse un dilema clásico para las fuerzas de izquierda que ha empezado a convertirse en habitual en los últimos años. El dilema podría definirse como “la decisión ante el mal menor”, y el origen se encuentra en una doble situación de las fuerzas políticas, bastante común tanto en América Latina como en Europa, de un lado, la izquierda se encuentra en situación minoritaria, incapaz de ser un factor decisivo en situaciones políticas claves; de otro lado, esas situaciones claves son disputadas entre dos fuerzas políticas en el que una de ellas representa un polo derechista, reaccionario e incluso ultraderechista, y la otra un polo de “progresismo desgastado” o, simplemente, una derecha menos agresiva.

Se pueden ilustrar esos casos con los de las elecciones presidenciales francesas en 2002 (Chirac-Jean Marie Le Pen) y posiblemente en 2017 (candidato conservador- Marine Le Pen); el de las recientes elecciones presidenciales en Austria (candidato ecologista-candidato del ultraderechista FPÖ); el de Perú (Pablo Kuczynski-Keiko Fujimori); el de Estados Unidos (Hillary Clinton-Donald Trump); el de Gran Bretaña, dónde Corbyn apoyó su mantenimiento en la UE frente a los xenófobos del brexit; el de Argentina, (Scioli-Macri); el de España, dónde Podemos tuvo que optar entre apoyar un gobierno del PSOE con Ciudadanos o resignarse a que gobernará de nuevo el PP y; finalmente, ahora Perú con la decisión de apoyar a Lenín Moreno, a pesar de las graves críticas realizadas al correísmo, o correr el riesgo de que vuelva la derecha al gobierno con su candidato banquero.

Las decisiones de las fuerzas de izquierda ante esos dilemas han sido variadas y contradictorias, desgarrándose ante la opción de apoyar a un candidato al que han criticado y del que sabe que se pueden fiar poco o nada, y que lleva a que sus críticas pierda credibilidad ante la opinión pública y su proyecto propio se desdibuje; o resignarse a una victoria de fuerzas derechistas o reaccionarias que van a hacer retroceder profundamente derechos y libertades. No existe ninguna fórmula común para tomar la decisión, siendo necesario el análisis concreto de cada situación y una visión amplia de las tendencias globales existentes y la correlación de fuerzas tanto regionales como mundiales.


sanchezroje@gmail.com



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