Binóculo Nº 236

¿Voy bien Fidel?

Nadie ni nada en la historia de la humanidad tuvo mayor cobertura informativa que la muerte de Fidel. Desde el sábado en la noche, hasta los momentos en que escribo esta columna, he revisado más de 80 medios de comunicación de todo el mundo. En todos los idiomas se habla del hombre que hace años dije era el estadista-pensador más avanzado de los últimos 150 años de la política mundial. Ninguno de los líderes del mundo le llegó ni siquiera por los pies, incluyendo a mi querido Hugo Chávez quien para mí era un gigante. Pero ya no era fácil llegar hasta donde el barbudo. Y mire que los hubo grandes y geniales.

Debí tener trece cuando escuché un discurso en casa de un amigo por una radio de onda corta, en donde él siempre sintonizaba Radio Rebelde. Fidel discurseaba de su tema favorito de esa época: la guerra de Vietnam. Hizo un análisis que a mis trece me dejó impresionado. Tanto que recuerdo detalles con prístina precisión. Me admiró oírlo hacer ese paneo global por el mundo para llegar de nuevo a Cuba, a la condición de la militancia y al comportamiento de un heladero que cuando vendía un helado, le daba un poquito menos de lo que le correspondía al niño. "Quitarle un poquito de helado a cada niño para vender un helado más y ganarse una plata extra es una ausencia de conciencia" (lo entrecomillo pero no es textual) Por cierto, era una capacidad que estaba aprendiendo Chávez con mucho éxito, esa de salirse del discurso principal y regresar. "… me acuerdo cuando vi a Fidel por primera vez en la Sierra Maestra en una película que nos trajo un francés y que proyectamos en la pared de una iglesia era la casa más blanca y más grande del pueblo y en sus paredes vi a Fidel en la Sierra Maestra", decía el gran Alí.

Reconozco que me costaba entender cómo lograba pasar de hablar del problema mundial para llegar a una anécdota particular que atañía directamente a la cotidianidad de los cubanos de entonces. Ya era mediado y finales de los 70. Eran tiempos precarios para los cubanos. Yo era entonces un militante con dudas y Fidel había sido parte de la causa de mi incursión por el mundo de la izquierda. Alguien me regaló en una oportunidad el libro del Che "Pasajes de la guerra revolucionaria". La militancia me llevó a la formación. En esos tiempos no era posible militar y no estudiar, hacer círculos de estudios, fichar los textos leídos, exponerlo y debatirlo con los compañeros. Mi generación estudió por orgullo, por competencia y por disciplina. Era casi un sacrilegio llegar a diario a la universidad y no haber leído la última novela de García Márquez, o el último éxito de Umberto Eco, o las corrientes del pensamiento de moda. Recuerdo que hablábamos literatura, de Caminos Borrados, un poemario de Earle Herrera, Oxiuro Colosal, poemas de Néstor Francia, Setecientas palmeras plantadas en el mismo lugar una novela de José Balza y conversaba con mi profesora Yolanda Osuna, de Abrapalabra de Luis Brito García que ganaba el Casa de las Américas.

Pero toda mi generación y las posteriores, vinieron marcadas por los excelentes análisis de Fidel. Fuéramos de izquierda o no. Fidel tenía la asombrosa capacidad de decir por dónde iba el mundo y qué debía hacerse. "Despierto frente al alba y su alegría/ que a cuatro voces canta en cuatro mares/ capitán de sinsontes y palmeras, / Fidel Castro inaugura el nuevo día", decía el gran Aquiles Nazoa.

A veces fue sorprendido en sus emociones y por ese afán de que la revolución llegará rápido al continente, como un informe de la guerrilla venezolana que le hizo creer que en la década de los 60, la victoria estaba cerquita. Mi querido amigo y colega Américo Díaz Núñez, me cuenta que cuando él le explicó al comandante la situación de la lucha armada en Venezuela, se sorprendió. "Lo habían estado engañando, sobre todo los miristas que le hicieron creer que la instalación de la guerrilla en las montañas de El Bachiller allí mismo en Miranda, era señal de que pronto tomaríamos el poder. Sobre todo con un traidor como ´Norteamérico´ Martín", me contó el colega.

Además de algunas visiones erradas producto de análisis sobre la base de informes incorrectos, que obviamente, no fueron su culpa de manera directa, como por ejemplo todo el tema de África, el tratamiento que le dio la revolución a homosexuales y hippies que el reflexiona ponderada y autocríticamente en un extraordinario artículo publicado hace pocos años. Fueron fallas que reconoció.

Lo demás está expresado en ese extraordinario libro de Ignacio Ramonet. Un libro maravilloso que espero volver a leer antes de morir. En esas cien horas de conversaciones está Fidel y todo lo que significó para la humanidad, la Guerra Fría y las calientes, los errores de la revolución, el problema económico, el destino de la humanidad y los atentados contra él que llegaron a casi 700. Fueron de todo tipo y en todos los estilos. Uno de los que más me asombró fue un par de zapatos nuevos que le regalara una enfermera de confianza que por años estuvo con él. El zapato derecho tenía un clavo cuya punta apenas se sentía. En el roce con el tiempo de usarlos, le haría una ínfima herida y una mínima gota de sangre activaría el veneno que estaba en el clavo. La mujer confesó que le habían pagado por ello y que lo sentía. Era casi imposible que ese atentado fallara, pero para fortuna de la humanidad, falló.

Fidel fue un irreverente y un quejón. No se callaba ante nada. Fueron duros sus debates con la izquierda latinoamericana y sus contradicciones con la naciente revolución chilena. A la postre tuvo razón. La revolución chilena generó 30 mil muertos y la imposibilidad hasta hoy día de recuperación de la izquierda de ese país. La izquierda latinoamericana desapareció en los 80 y estaba extinta hasta la aparición de Chávez; que con las derrotas recientes en el continente, comienza nuevamente su descenso. Provocó la admiración de propios y extraños, personalidades del mundo entero querían su amistad, algunos por hipocresía y otros por admiración.

Creo que lo que más admiré de Fidel fue su extraordinaria capacidad de actualizarse. Era un lector voraz y un investigador acucioso. Sus artículos denotaban esa condición. Me sorprendió mucho cuando a finales de siglo pasado comenzó a explicar el problema de la deuda externa y las razones por las cuales ningún país debía pagarla. En ocasiones podía pensarse que hablaba un economista, en ocasiones un matemático, en ocasiones un historiador y en ocasiones un político. Pero fue un deleite escuchar y leer todas esas disertaciones sobre el particular. No había un tema que Fidel no tocara, desde la clonación hasta sus disertaciones sobre el Fin de la Historia, la tesis de Francis Fukuyama, quien por cierto después se echó para atrás, quién sabe si por influencia de los artículos de Fidel al respecto.

Más espectacular fue incorporación a la telaraña: WWW. Asumió el mundo de la internet con tal tranquilidad y asombro, confesada por él mismo, con tal capacidad de aprender que me deleitó sus primeros artículos sobre el particular.

Creo que en el último discurso ante el congreso del Partido Comunista Cubano, cuando anunció que pronto cumpliría 90 años, evidenció que era mucho más joven que su edad y probablemente que muchos de los presentes.

Esa capacidad de comprensión, de entender los elementos que rodeaban a los seres humanos y sobretodo de entender a los seres humanos como seres únicos, cada uno de ellos, fue lo que impidió el fin del proceso cubano, a pesar de Bahía de Cochinos, a pesar de los atentados, a pesar de los sabotajes, a pesar de la plaga que bombardeó la CIA y que obligó a sacrificar millones de cerdos y generó el Período Especial. Todo ello generó la grandeza de un hombre que será por años la figura más prominente de la humanidad.

Ya hace más de diez años que Fidel no mandaba en Cuba. La Cuba de hoy no se parece en lo absoluto a la Cuba del período especial. Una nueva generación de dirigentes ha hecho cambios sustanciales en la búsqueda de enfrentar la arremetida imperial de consumo y la apetencia de los jóvenes de copiar la moda mundial. Es un problema muy complejo que deberá enfrentar la revolución. ¿Cuál es el sino de Cuba? Si tenemos dudas sobre el de la humanidad, es como difícil predecirlo. Y aunque a decir de Silvio la muerte anda en secreto y no se sabe que mañana, el testamento de Fidel quedó esparcido en el mundo. Una enseñanza que si la sabemos aprovechar, permitirá enfrentarnos a los complejísimo tiempos que se avecinan. Y quizás entonces podamos preguntar ¿voy bien Fidel?



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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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