¿Otra revolución fallida?

En la historia de Venezuela lo que ha sobrado son revoluciones fallidas. Abundan desde 1830 para aca revoluciones de consigna que no revolucionaron nada real. Tales revoluciones generaron en la sufrida y depauperada población nacional expectativas, sueños y esperanzas que al final quedaron en eso no más: expectativas, sueños y esperanzas, además de frustración. De manera que de frustración en frustración ha andado este pueblo y este país. Tenemos casi doscientos años en esta sucesión de aventuras, de búsquedas fustradas por tener un país soberano, moderno, digno, próspero, libre, democrático, pleno de justicia. Pero muy poco es lo que se ha logrado al respecto. Los logros hasta hoy son magros en todos los ámbitos de la vida nacional. Seguimos siendo el país monoproductor que extrae del suelo nacional una riqueza proporcionada por la naturaleza. De las entrañas de la tierra es extraida tal riqueza para ser vendida en el mercado internacional, y con el dinero obtenido por ello compramos en el exterior lo que necesitamos para sobrevivir. Tenemos toda la historia republicana repitiendo ese mismo esquema económico, mientras gobiernos vienen y gobiernos van. Hoy el arroz que consumimos viene del exterior, lo mismo pasa con la leche que la traemos de Uruguay; a su vez, los pollos y la carne lo importamos de Brasil; el café se compra en Colombia; el maíz y las caraotas en Argentina; los bombillos, los cauchos, las baterías en China; el papel higiénico, la crema dental, los jabones y desodorantes nos lo proporcionan empresas norteamericanas, y lo mismo pasa con infinidad de renglones. Y entonces ¿para qué han servido tantas revoluciones en este país? ¿Para que han tenido que morir miles de venezolanos? ¿Para qué tanto sacrificio y sufrimiento por parte del pueblo humilde?

Que si la Revolución de las Reformas (1835), que la Revolución de Marzo (1858), que la Revolución Federal (1859-1863), la Revolución Azul (1868), la Revolución de Abril (1870), la Revolución Reivindicadora (1879), la Revolución Aclamacionista (1886), la Revolución Legalista (1892), la Revolución Nacionalista (1897), la Revolución Restauradora (1899), la Revolución Libertadora (1902), la Revolución de Octubre (1945), y ahora la Revolución Bolivariana. En total, trece revoluciones han tenido lugar en esta parte del mundo en menos de dos siglos.

No debe haber otro país sobre la tierra tan pródigo en procesos de esta naturaleza. Nuestra inventiva en materia revolucionaria no tiene parangón. Pero la verdad dista mucho del pregón. Lo que pasa al respecto es que somos muy buenos para ponerle el calificativo revolucionario a cualquier levantamiento, insurrección, golpe de estado, rebelión, complot, pues a eso se reducen tales movimientos. A cualquier espantaviento le endilgamos el cognomento revolucionario y ya, suficiente para pregonarlo a los cuatro costados como si fuera un extraordinario proceso. Pero eso no es otra cosa que consignismo, barullos mal etiquetados, simples rimbombancias, rugidos de la lengua. Pero Revolución, ninguna. Lo que más se acerca a la condición revolucionaria en la historia de nuestro país ha sido el proceso independentista, la gesta heroíca, la guerra anticolonialista ocurrida en Venezuela entre 1810 y 1823. En esa ocasión sí fue verdad que los libertadores expusieron vida y demás. Ahí no hubo promesas, dudas, miedos, tampoco hubo retórica, discursos, charlatanería, bla bla bla. Lo que si hubo fue sangre a torrentes, muertos por miles, destrucción generalizada. Y todo eso tuvo que ocurrir para poder romper el vínculo colonial y levantar la República. Ahí sí nos acercamos a un proceso de carácter revolucionario. En varios aspectos los resultados fueron de gran profundidad: se alcanzó la independencia del país, se instauró la República, los venezolanos dejamos de ser subditos para convertirnos en ciudadanos, atrás quedaron los títulos de nobleza y las leyes coloniales discriminatorias, los gobernantes ya no fueron impuestos por el rey sino que fueron electos internamente, la esclavitud comenzó a extinguirse, se secularizó la política y la educación, se instauró la libertad de comercio. Pero el resto de las cacareadas "revoluciones" venezolanas no han producido nada que reúna tal condición, incluso ésta, la Bolivariana. Aquí, en el presente nacional, lo que ha hecho el Chavismo es repartir mejor la renta petrolera, pero cambios estructurales de carácter revolucionario no están ocurriendo en ningún aspecto de la vida nacional. Y si a la verdad nos atenemos, en muchos aspectos de la realidad venezolana actual lo que ha acontecido es un proceso de regresión. Si, regresión en la producción industrial, en la producción agrícola, en la producción pecuaria, en la producción minera, en la producción artesanal; regresión en la actividad científica y técnica; regresión en materia de seguridad ciudadana; regresión en la ética de la administración pública.

Por lo demás, y para acentuar la angustia en la que vivimos los venezolanos hoy, este mismo gobierno que ha provocado tal regresión se contenta apenas con hacer finta, con amagar, con amenazar, con prometer, sin pasar de allí, de la simple retórica, del reiterado discurso, del cansón estribillo. El "presidente obrero" ni siquiera se ha atrevido a nombrar un nuevo ministro, luego de haber solicitado a todos los miembros de su tren ejecutivo su respectiva renuncia, una vez conocida, hace casi un mes, la humillante derrota sufrida por el chavismo en los comicios de diciembre anterior. Por todo esto es que uno llega a la conclusión de que el presente es un gobierno miedoso, cobarde, inseguro. Tenemos un gobierno miedoso para tomar medidas de impacto nacional. Lo que si aprueba son leyes y más leyes, pero con la particularidad de que muchas de ellas no se cumplen, tampoco nadie las hace cumplir y, al contrario, todos se burlan de su contenido.

De manera que no es exagerado calificar al gobierno presidido por Nicolás Maduro como un gobierno fallido, esto es un gobierno que ha fallado en la conducción de los destinos de la república, que ha fallado en la defensa del legado del comandante Chávez, que ha fallado a la hora de defender los grandes logros políticos obtenidos en los años de mandato del Arañero de Sabaneta, y que por sus fallas ha permitido, entre otras cosas, el triunfo de los partidos de la oposición en las elecciones del 06-12 y el regreso de los adecos a posiciones de gobierno, uno de cuyos dirigentes se perfila como el próximo presidente de la Asamblea Nacional. Tales son las malas noticias con las que iniciamos este año 2016 y así es el balance general de este descomunal fraude mal llamado Revolución Bolivariana. Otra vez sueños y esperanzas frustradas; y otra vez tendrán las futuras generaciones que intentar corregir entuertos, reinventar el país, entusiasmar de nuevo a los venezolanos en pos de otro proyecto nacional que ojalá sea, al fin, beneficioso para las mayorías nacionales.

 



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Sigfrido Lanz Delgado


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