Colombia: entre la guerra y la guerra

El curso de la historia de Colombia, no depende de los resultados de la segunda vuelta electoral, como tampoco, los de la primera vuelta son halagadores para el Pueblo, ni para sus vecinos, entre ellos, los venezolanos, quienes hemos tenido que padecer: las agresiones abiertas y veladas, que cíclicamente se han repetido desde que traicionaron a Simón Bolívar e hicieron tienda aparte de nosotros, hasta las conspiraciones actuales, contra el gobierno del Presidente Cdte Hugo Chávez y el del Presidente Nicolás Maduro.      

Juan Manuel Santos, ha pretendido venderse como el hombre de la "Paz", lo que es una afrenta, por tan cínico, como su predecesor, Álvaro Uribe Vélez. A Juan Manuel Santos, no le interesa una paz duradera con las FARC, sino ganar tiempo y luego, echarlos a pelear, para así, tener su "pagapeos" como en esta ocasión electoral. De continuar en un segundo período, buscará traicionar las negociaciones de paz, con cualquier artilugio, pues sabe que pacificando a las FARC se estaría labrando unos férreos rivales o contendores que en la escena política legal, le ganarían el camino a una Constituyente en favor del Pueblo.      

Fue Juan Manuel Santos quien autorizó e hizo realidad, las más de veintiún bases militares de EEUU en suelo colombiano y concedió inmunidad total para todo el personal de ese gobierno imperialistas.      

Las consecuencias serán las más graves de la historia, porque, hasta en otras galaxias, saben que el gobierno de Barak Obama atacará desde las bases que este Caín le concedió, lo que nos causará muerte y destrucción, no solo a Venezuela, sino a los colombianos y al resto de América Latina y el Caribe.      

En este sentido, le tocará al gobierno venezolano, establecer bases conjuntas de apoyo, con los gobiernos de China, Rusia y la UNASUR, en las zonas fronterizas con Colombia. Más temprano que tarde, le corresponderá al Pueblo (no a esta plutocracia colombiana narcótica), expulsar de su suelo a los invasores estadounidenses o terminarán siendo otro Vietnam.    

En cambio, Iván Zuluaga, el otro guerrerista, pero bocón, de la misma estirpe del narcotraficante Álvaro Uribe Vélez, profundizará la realización de la misma Agenda de EEUU, que no la ponen los mandatarios colombianos, sino que la ejecutan a cambio de preservar los cultivos y canales de sus cárteles del narcotráfico, con la guerrita que les ha dado mucho provecho económico: la extinción de las FARC, a sangre, fuego y falsos positivos.     Vale la pena mirar los resultados de los otros tres candidatos perdedores, quienes más allá de sus ineptitudes e incapacidades políticas para llegar a la primera magistratura colombiana, son los depositarios del descontento de una mayoría dentro de esa minoría que vota, entre liberales y conservadores, que hoy siguen siendo lo mismo, aunque con otros disfraces, como el Partido de la Unión, entre tantos nombres y colores del carnaval político-electoral. Están tan hermanados, Zuluaga, Santos y Uribe, que todos ellos hicieron uso del narcoasesor JJ Rendón, para sus guerras sucias, en conchupancia con el narcotráfico. Cuando Uribe era Presidente, Santos fue su mano derecha y Zuluaga su izquierda.    

Finalmente, el Pueblo de a pie en Colombia, no tiene por quién cifrar sus esperanzas, si no es por sí mismo, saliendo de la cultura de la muerte, dejando de depender de las migajas del narcotráfico, sacudiéndose del TLC con EEUU que los tiene esclavizados y convirtiéndose en una gran avalancha de fuerza que los lleve a una Constituyente, que cambie las instituciones y entren al siglo XXI, liberados con otra geopolítica en su horizonte, con líderes que surjan de la vanguardia del seno de la clase trabajadora, los campesinos, estudiantes y militares progresistas que se nieguen a seguir por esta vía de muerte y destrucción. Es posible.      

No podemos soslayar, ni cosmetizar discursivamente, que Venezuela está silenciosamente invadida por más de cuatro millones de colombianos, quienes siguen emigrando hacia la tierra de Bolívar y Chávez, huyendo de la violencia de su país, pero que vienen con un gran resentimiento y odio que drenan contra nosotros (consciente e inconscientemente), lo que los lleva a ser unos huéspedes incómodos, peligrosos, desconfiados, oportunistas, tracaleros y con todos los vicios o resabios que surgen entre los sobrevivientes, como el oficio del sicariato, secuestro express, el bachaqueo, contrabando, etc.    

 Resulta que con el paso del tiempo, estos inmigrantes colombianos en Venezuela, van abandonando, gradualmente, las mañas de Caín y han aprendido a recibir lo que por más de un siglo les hemos dado: amor. Sin despreciar que ellos son los grandes beneficiarios de las Misiones (o sea, los programas sociales del Pueblo venezolano), a cambio de nada.      

Hoy, pasado un tiempo, son otros inmigrantes colombianos los que se venezolanizan y mitigan el dolor y la miseria vividas en un pasado colombiano, que aún es ese presente de sus connacionales allá, en la Colombia de nuestros adorados tormentos. No queremos que a cambio derramen la sangre de Abel, ni Colombia está condenada a Cien años de Soledad.



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Luis Alexander Pino Araque


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