El legado de Mandela

Con la muerte de Nelson Mandela (1918-2013) desaparece el principal símbolo de la lucha contra el régimen racista del apartheid en Sudáfrica. Un régimen basado en la separación estricta de los ciudadanos por su origen racial y la completa negación de derechos políticos, económicos y sociales a la mayoría negra del país.

Aunque el régimen de apartheid se instauró constitucionalmente en la República Sudafricana en 1948, al ganar las elecciones el Partido Nacional, sus orígenes se remontan a los Acuerdos de Londres de 1884 tras la Primera Guerra entre el Imperio Británico y las Repúblicas Boers.

La integración política de la población Afrikaner, descendientes de los colonos calvinistas que hablaban holandés, en el Imperio Británico se hizo garantizando la exclusión política de la mayoría africana.

A solo 20 años de la abolición del apartheid resulta difícil pensar que un régimen político racista tan cruel existió hasta finales del siglo XX. La lucha por los derechos de las comunidades asiáticas, mestiza y de los diferentes pueblos negros fue de un encarnizamiento brutal.

El movimiento de liberación nacional sudafricano supo superar el racismo, aliar a las distintas comunidades y pueblos en un proyecto republicano multicultural y ciudadano y enfrentarse a una durísima represión, incluidas las matanzas de Sharpville y Soweto.

El Congreso Nacional Africano, aliado al Partido Comunista y los movimientos sociales y sindicales supo encabezar una movilización social persistente y tenaz y una lucha armada que, tras la derrota del ejercito del apartheid en Angola frente a las tropas cubanas y del MPLA y el avance del movimiento de liberación antiimperialista en Angola, Mozambique, Zimbawbe y Namibia, consiguió finalmente en 1994 negociar el desmantelamiento del régimen racista del Partido Nacional.

Las primeras elecciones democráticas aquel año dieron una victoria aplastante al ANC y sus aliados. Su candidato y dirigente indiscutible después de 27 años de cárcel y aislamiento fue Nelson Mandela.

Pero la transición a la democracia en Sudáfrica, que tanto sufrimiento había causado, coincidió también con el derrumbe de la URSS. Como en el caso de El Salvador, que también negoció esos años su transición.

EE UU y los países imperialistas europeos marcaron una serie de límites para asegurar que la propiedad privada de los medios de producción siguiera en manos de las multinacionales y de los antiguos propietarios.

Integró en sus filas a una nueva burguesía multiracial a través de los programas de empoderamiento económico negro, pero instauró constitucionalmente el neoliberalismo como política económica. No muy distinto de lo que pasó en el Reino de España en 1978.

Veinte años después, el legado de Mandela y de la generación de quienes lucharon en condiciones tan duras contra el apartheid es agridulce. En las memorias que han dejado escritas muchos de ellos la pregunta principal es si las concesiones que hicieron al neoliberalismo para hacer una transición pacífica a una democracia formal no fueron un error histórico que han pagado y siguen pagando las generaciones que les han sucedido.

El régimen democrático neoliberal sudafricano ha sido incapaz de proporcionar trabajo, vivienda, agua, sanidad y educación a la mayoría del país. La corrupción y la desigualdad son evidentes. Un sector importante del movimiento sindical se prepara para romper en los próximos meses con el ANC y fundar su propio Partido de los Trabajadores.

Por la izquierda de la ANC se producen escisiones (EFF, WASP) que competirán en las próximas elecciones del año que viene. Y aunque es más que probable que el ANC siga obteniendo más del 50% de los votos, se ha iniciado una segunda transición que exige además de los derechos políticos democráticos, los derechos sociales y económicos que hagan posible ejercer la ciudadanía a la mayoría de la población.

Las lecciones políticas de la lucha contra el apartheid se suman al balance de las transiciones democráticas fallidas en el Sur de Europa, en América Latina, en Europa del Este…. La democracia neoliberal ha sido incapaz de satisfacer las necesidades políticas, económicas y sociales de la mayoría de la población.

Después de tantas concesiones en nombre de la “reconciliación” quizás haya llegado la hora de volver a luchar por los derechos de la mayoría, por la democracia socialista.

Quizás haya que volver a recuperar el sueño del joven Mandela de una república de iguales.


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La Aurora

Revista digital de la organización política de izquierda marxista, La Aurora, editada en Cataluña


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