Evidentemente que uno de los acontecimientos de mayor impacto en este momento en la política latinoamericana ha sido la realización de la XLII Asamblea de la Organización de Estados Americanos, celebrada en Cochabamba, Bolivia. Entre los puntos de la agenda se distingue por su importancia la aprobación por consenso de la Carta Social de las Américas, un documento lleno de contenido innovador porque representa “un nueva geometría de la visión política y el compromiso de los estados latinoamericanos para lucha contra la pobreza y la inmensa desigualdad que existe en nuestro pueblo. Una de las acciones más impactante en este evento continental ha sido el anuncio hecho por los países del bloque de integración del ALBA,
de retirarse del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR),
creado en Río de Janeiro en 1947. Esta decisión se adopta entendiendo
que el organismo subregional no ha respondido claramente a las
exigencias del modelo de seguridad autónomo demandado por los estados
miembros en este momento, además no representa los intereses de la región sino los intereses de la política de seguridad nacional de Estados unidos, lo cual esta vez más lejos de diseñar y asegurar la ejecución de políticas públicas eficientes destinadas a la de los pueblos latinoamericanos sin violentar la autonomía de los mismos.
La nueva estrategia planteada por el ALBA tiene como premisa hacer un llamado de
alerta sobre la no aplicación de uno de los principios fundamentales
del TIAR, donde se dice que, “un ataque contra un país miembro del pacto
se considerará un ataque contra todo los países que son parte del
acuerdo”. Precisamente ha sido el desacato a este principio el que
inspira la medida de los países del ALBA, entendiendo el doble discurso de quienes hegemonizan la diplomacia en el seno de la OEA y al momento de actuar en situaciones especiales como la
agresión en los años 80 del gobierno inglés a Argentina por su defensa
de la soberanía sobre las Islas Malvinas, y para no ir muy lejos la
constante indiferencia cuando la intervención norteamericana se
manifiesta en
nuestros países, que son foco de extracción de recursos, de presiones y
de chantajes cuando los gobiernos progresistas se niegan a los designios del gobierno de los Estados Unidos, como ha ocurrido con Venezuela donde hemos sido impunemente agredidos por la política fascista de los estados unidos y sus aliados apátridas en Venezuela que han
intervenido para intentar derribar el gobierno revolucionario,
legítimamente electo por el pueblo.
En los demás países del ALBA la
situación no ha pasado desapercibida. En este escenario se evidencia que
las relaciones de poder en el escenario internacional latinoamericano
están cambiando, que ya no es posible el realismo impositivo de la
agresión militar imperialista, y que los pueblos de este Continente viven un momento histórico marcado por serias
expectativas de progreso, maceradas en una nueva concepción del
socialismo que concibe la democracia no solo como un régimen político
sino especialmente como un sistema de vida, y de reclamo radical contra todo y cuanto represente violación a los Derechos Humanos. Queda expresada entonces en la decisión del ALBA de sepultar el TIAR,
la posición digna de 7 países inconformes con la visión determinista de
administrar y dirigir los protocolos de defensa integrados en la OEA y
el valor de la soberanía de los pueblos latinoamericanos,
por lo tanto cada día la nueva concepción de integración debe
fortalecer y mirar más hacia la nuevas instituciones propias de los
pueblos latinoamericanos, como son la CELARG , UNASUR ALBA, MERCOSUR
entre otros, los cuales se convierten en verdadero espacio del diseño de
políticas de defensa, económicas, culturales y sociales donde la
inherencia de los Estados Unidos queda a un lado y abre un paso a la
construcción de la patria grande que soñaba Bolívar.
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