La informática, la automatzación, la internet y los modernos sistemas de transporte marcaron una nueva fase de avance para el capitalismo occidental, tanto en el plano productivo como en el intercambio comercial. Esta tecnología profundizó la división del trabajo a nivel internacional. La búsqueda de mercados laborales más baratos en Asia, África y América Latina; así como, la cercanía a los puntos de expropiación de las riquezas naturales del mundo definían el criterio para la división del trabajo. A estos elementos se agrega la apertura de los nuevos centros de producción asiáticos al capital occidental, caracterizados por un alto grado de sumisión al desarrollo de las fuerzas productivas de occidente y su manejo eficaz de la lucha de clase a favor del capital. Estos componentes claves, reducían los costos de producción de mercancía y maximizaban la rentabilidad del capital.
La guerra fría también fue el marco de una guerra comercial entre el capital norteamericano, europeo y japonés que encontró a Estados Unidos en desventaja en razón de los altos costos en su mano de obra y menor calidad de sus productos. Esta desventaja propicio que el capital norteamericano buscara explotar mano de obra más barata, que a la sazón se encontraba en China, la India, Brasil, México, Sudáfrica y el Sudeste Asiático. Esto, a fin de obtener ventajas competitivas frente al capital europeo y japonés; así como, aumentar su renta. Pero, esta estrategia solo se podría lograr a costa de cambiar su modelo de desarrollo: esto es, reducir su economía productiva y re direccionarla al campo de las finanzas y el comercio internacional. En Estados Unidos el esquema de baja producción nacional se ve complementado, en términos de consumo interno, con producción proveniente del extranjero, cuyo capital era mayoritariamente norteamericano. La renta que obtiene el capital norteamericano y que drenaba desde Asía, África y América Latina, garantiza la sostenibilidad del sistema económico occidental; del cual una parte, llega a manos de la clase trabajadora dedicada principalmente al comercio y las finanzas. Por otra parte, el esquema económico en Estados Unidos acentúa la explotación del trabajo intelectual; así como, el desarrollo de un mercado especulativo que se financia con capital inorgánico en virtud de la baja productividad de su economía.
Similar esquema de desarrollo debió seguir Europa para compensar la competitividad que generaba: el capital norteamericano (apoyado en la mano de obra asiática), el capital japonés y los capitales internos de Europa. Estos últimos, con sus alianzas individuales con el capital asiático, la competencia entre sus propios capitales productivo y financiero; así como, la competencia interna basada en menor costo de mano de obra por país y más avanzada tecnología.
El abaratamiento en los costos de producción de mercancías y el aumento de la rentabilidad del capital Norteamericano y Europeo pronto mostró su cara adversa a sus creadores. Economías como China y la India aprovecharon la estrategia del capital internacional de explotar su mano de obra a fin de desarrollar su atrasado aparato productivo para luego competir con el propio capital norteamericano y europeo. La competencia entre los capitales de China, la India, Brasil, México, Sudáfrica y el Sudeste Asiático con los capitales norteamericano y europeo por la conquista de mayores porciones de mercado puso el acento en el costo de producción de mercancía y, en consecuencia, en el costo de su mano de obra. El añorado paraíso de la rentabilidad del capital occidental ahora se convertía en el peligroso enemigo que contaba con un gigantesco aparato productivo de punta, una mano de obra (semi esclava) con la cual no se podía competir, una capacidad de mercadeo articulada y poderosa y un consumo interno mínimo. Estos elementos hacen insostenible la estrategia de desarrollo de Estado Unidos y Europa. De allí el nuevo cambio en el modelo de desarrollo del capital norteamericano y europeo que se orienta a reactivar sus economías, unificando su finanzas y su política económica; así como, optimizando (o bajado el costo de) su mano de obra. Este cambio estratégico tiene como objeto explotar los inmensos mercados de China, la India, Brasil, México, Sudáfrica y el Sudeste Asiático hasta ahora con un consumo interno mínimo. Para hacer estos cambios el capital norteamericano y europeo impone una nueva composición del poder mundial donde participen en la acumulación mundial de capital además de ellos China, la India, Rusia, Brasil y el sudeste asiático. El plácet para entrar en este nuevo estado imperial consiste en financiar los cambios estratégicos de Norteamérica y Europa; así como, abrir sus mercados y apoyar la conformación de nuevos mercados en el norte de África, el medio oriente, entre otros.
nestoraponte310@gmail.com