Desde hace tiempo me viene preocupando la falta de control por parte del Estado venezolano con respecto al uso del aceite de palma para el consumo humano, y que, por el contrario, se incentiva libremente dicho consumo dañino, y ahora se informa de un convenio con Ecuador para la importación de cinco mil toneladas métricas de aceite de palma ya refinado cada dos meses. Tal vez algunos piensen que todo aceite vegetal, por serlo, es beneficioso para la salud, y que los respectivos cultivos de cualquier planta oleaginosa tampoco acarrean daños ambientales. Eso NO es cierto; hay grandes diferencias.
Numerosos alimentos
procesados llevan aceites u otras grasas entre sus componentes, puesto que son
ingredientes imprescindibles para la obtención del producto final. El problema
lo tiene el consumidor, que no siempre conoce el tipo de grasa que llevan añadidos
los productos, ya que muchas marcas no indican el tipo de grasa que utilizan en
su elaboración. Se limitan a indicar entre los ingredientes el término
"grasas o aceites vegetales", que confunde al consumidor ya que éste
lo asocia con beneficios para la salud, y detrás de este mensaje esconden
grasas perjudiciales para la salud cardiovascular, como son las grasas
saturadas, abundantes en el aceite de
coco y de palma (también grasas vegetales).
La diferencia más notable
entre los distintos tipos de grasa se basa en la proporción que mantiene cada
una de ácidos grasos saturados e insaturados. Lo importante desde el punto de
vista dietético es consumir grasas insaturadas y evitar las grasas saturadas y transaturadas
(hidrogenadas).
La grasa saturada es abundante por naturaleza en los alimentos de origen animal, como mantequilla, manteca, sebos, nata, crema de leche, mayonesa, grasa de la carne-aves y derivados, queso y lácteos enteros y, como excepción, aceites vegetales de coco y de palma (de origen vegetal). Estos dos últimos se utilizan con frecuencia como ingredientes en la elaboración de la repostería industrial y de aperitivos dulces y salados. Esta grasa es la llamada "grasa mala", ya que su consumo en exceso tiene la capacidad de aumentar los niveles de colesterol sanguíneo.
La grasa insaturada se
encuentra principalmente en alimentos de origen vegetal, como aceite de oliva y
semillas (girasol, maíz, soja), frutos secos y como excepción, en los pescados
azules (alimentos de origen animal). Estos aceites son menos utilizados en la
elaboración de productos de alimentación por su elevado precio. Las grasas
insaturadas, también conocidas como "grasas buenas", tienen la
particularidad de reducir los niveles de colesterol en sangre, de ahí que se
les considere grasas aliadas del corazón.
Además, existen las grasas
hidrogenadas, denominación que encontramos en algunos productos, y se trata de
otra forma físico-química en la que se pueden presentar las grasas. ¿Cómo se
consiguen? La explicación es la siguiente: los aceites vegetales son líquidos a
temperatura ambiente y se pueden hacer más sólidos introduciendo moléculas de
hidrógeno (hidrogenación), y haciéndolos, por tanto, más saturados, obteniendo
las denominadas grasas hidrogenadas. Este tipo de grasas, a pesar de su origen
vegetal, debido al tratamiento físico-químico que han sufrido, en nuestro
organismo se comportan como "grasa mala", y se emplean
abundantemente, al igual que el aceite de palma, en la elaboración de
entremeses salados, productos tan consumidos, en especial por el público
infantil.
El aceite de palma es un
aceite de origen vegetal que se obtiene del mesocarpio de la fruta de la palma “Elaeis
guineensis”. Es el tipo de aceite con más volumen de producción, sólo superado
por el aceite de soja. El fruto de la palma es ligeramente rojo , al igual que
el aceite embotellado sin refinar. El aceite crudo de palma es una rica fuente
de vitamina A y de vitamina E, los cuales pierde en el proceso de refinación.
Hay que hacer la salvedad de
que el consumo de aceite de soja sí es altamente beneficioso, ya que está
conceptuado entre los aceites con mayor porcentaje de ácidos grasos
poliinsaturados. También son muy beneficiosos los aceites de oliva, canola,
girasol y maíz, en dicho orden.
En cambio, el aceite de palma es saturado hasta en un 50% y su composición en promedio es:
* 40-48% ácidos grasos saturados (principalmente palmítico)
* 37-46% ácidos grasos monoinsaturados (principalmente oleico)
* 10% ácidos grasos poliinsaturados.
Debido
a su alta proporción de grasas saturadas, se le atribuyen propiedades negativas
para la salud humana ya que su consumo puede subir la proporción de colesterol
LDL o colesterol malo en la sangre.
Adicionalmente, existe la afectación humana global, ya que en la actualidad el cultivo de la palma de aceite está asociado a graves problemas sociales y ambientales, que no son causados por el árbol en sí mismo, sino por el modo en el que está siendo implantado. En este sentido, el boom del aceite de palma a gran escala a nivel mundial tiene serias repercusiones sobre los bosques tropicales, sus habitantes y su biodiversidad. Efectos tales como: la tala de bosques, envenenamiento de suelos, agua y aire por medio de venenos agrícolas, así como conflictos de tierra y empobrecimiento de las poblaciones afectadas son algunas de las consecuencias. Las plantaciones de palma también afectan a la tierra provocando una sequía excesiva.
Entre otros usos, el aceite de palma, al igual la caña de azúcar o la soja, sirve para la producción de biocombustible. Por ello, muchas empresas están extendiendo sus plantaciones de palma, afectando a comunidades locales que denuncian invasión de sus tierras, daños al medio ambiente y violaciones de los derechos humanos que incluyen asesinatos, desapariciones, torturas y desplazamiento forzado. Además debido a la destrucción del hábitat en la isla de Borneo para ganar terrenos de cultivo para la palma, se estima que los orangutanes se extinguirán en menos de diez años.
Las plantaciones de palma aceitera se están implantando principalmente en las regiones tropicales. En las últimas décadas se produjeron gigantescos incendios forestales en Indonesia, causados por grandes empresas palmicultoras, que prefirieron quemar extensas áreas antes que utilizar tierras ya destinadas a la agricultura. Las plantaciones de palma aceitera se expanden a expensas de las selvas y territorios de poblaciones indígenas y otras comunidades tradicionales de Colombia, Ecuador y otros países, crecientemente orientados a la producción de agrocombustibles.
Por último, tenga el lector mucho cuidado ya que conseguirá en la Internet algunos artículos contradictorios, elogiando las supuestas cualidades “benéficas” del aceite de palma; pero son escritos pagados y difundidos por los cultivadores de aceite de palma para favorecer su negocio y les apuesto que ellos sólo consumen aceite de oliva, canola y soya, según el gusto. Cuidemos nuestra propia salud y la de nuestro pueblo. En tal sentido, mejor es consumir estos aceites, que ya Venezuela produce o está importando mediante convenios Gran nacionales.
josegpinat@gmail.com