¿Qué es lo que no te gusta de la revolución?

Una sobrina mía de belleza espectacular que fue la reina barrio, en carnaval, en el equipo de béisbol y básquet, en el de voleibol y bolas criolla durante parte de su adolescencia, no fue, definitivamente muy feliz. Todos los muchachos del barrio la deseaban y hasta los viejos verdes, que los hay en todas partes, la miraban con esos inocultables deseos que les hacían brillar los ojos de angustia e impotencia a la vez, porque el hombre cuando no puede alcanzar las frutas de los árboles, se vuelve un energúmeno irritable, que recurre al ridículo sin pena ni gloria.

Mi sobrina era la consentida de toda la familia y la deseada del barrio. Un día la conseguí llorando y le pregunté el por qué. Levantó su mirada y descubrí que el brillo de aquellos tranquilos y negros ojos, estaban anegados de dolor. “Tío, me dijo, yo en realidad no soy la más bella del barrio”…lo es Laurita”. Quedé tieso de voz. Mis palabras estaban atacadas dentro de mi boca, empero hice un esfuerzo, “¿No entiendo mi amor, Laurita es una jovencita tímida, sin tus encantos ni tu personalidad, ni menos tu belleza anatómica. Laurita es unas “viejita joven” que va por el barrio dándole su mano a los desvalidos, a los que no oyen las verdades, a los que andan ciegos y obvian la realidad. Ella se puso de pie y caminó a la ventana, “Tío, Laurita tiene la belleza enterrada en el alma, en la epidermis del amor, en la dulzura que no empalaga…”

Creí que mi sobrina estaba leyendo mucho a CorínTellado, empero descubrí que eso no era cierto, cuando me mostró una foto de Laurita rodeada de sus condiscípulos en la escuela y otra en la que aparecía cocinando para un grupo de personas muy pobres, que todos conocíamos. “Mírala tío, a ella nadie se le acerca por que es linda, ni porque camina elegantemente, ni porque cimbra sus caderas al andar: ella tiene una belleza original que aquí en barrio tenemos que admirar más”. Me puso sus brazos sobre el cuello y dijo, apenas perceptible; “Tío ni la gente del barrio, ni yo, hemos podido descubrir que la belleza de Laurita opaca cualquier virtud exterior, Laurita hace cosas en pro del amor, de la amabilidad, de la unión, que yo jamás he hecho, tío, porque he pasado parte de mi vida viviendo de la fantasía que me dio la naturaleza al dotarme de belleza exterior. Laurita vive para la gente, comparte su tiempo, su espacio, en cosas que no son banales”

Desde ese día mi sobrina decidió que dejaría a un lado la vanidad para adentrarse en los problemas que tendíamos en el barrio junto a Laurita. Mi sobrina era como esta revolución a la que muchos ignoran en su verdadera dimensión, para obnubilarse con la luz de una fantasía que se va y no regresa. Mi sobrina era bella, inteligente, agradable, empero supo adentrarse a tiempo entre el calor de su comunidad, para llegar a ser la gran mujer que hoy es, bañada por las lisonjas del amor que llega de todas partes para cubrirla de admiración.

La revolución bolivariana ha pasado inadvertida para muchos, que inclusos habitan en el barrio. No la analizan, no son capaces de entregarle un rato, para descubrirle sus inmensas virtudes sociales, porque se han dejado llevar por lo que encandila y seduce a los débiles de espíritu. La revolución bolivariana, empero sigue incólume. Trepa paredes, visita barrios, engrandece su dimensión, se vuelve optimismo, se defiende de los patanes y los conmina al ostracismo, enfrenta a traidores que vivieron de ella, que comieron de sus manos, que bebieron del agua que ella trajo en el cántaro de la esperanza. Mi sobrina, Laurita y la revolución bolivariana son las mismas. Van por ahí regando amor y sueños.

aenpelota@gmail.com


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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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