La Argentina es una gran fábrica de sorpresas políticas y de constantes inamovibles. Es siempre fuente de sorpresas y, los uruguayos, aunque vivimos una situación diferente, tenemos mucho que analizar y que aprender.
Gran sorpresa gran, en las PASO, las elecciones internas con voto obligatorio en la que participaron el 70% de los habilitados, salió primero Javier Millei un oscuro personaje surgido del fondo de la frustración nacional, del odio y el insulto como bandera, de ideas disparatadas e imposibles, de consultas a su perro muerto y otras rarezas entre fascistas y alocadas y sobre todo imposibles sin dinamitar el país. Obtuvo el 30% de los votos…un termómetro de la crisis política y cultural del país.
Este es un proceso que exige un estudio y análisis profundo y no quedarnos en las anécdotas, muchas de ellas alocadas.
Cuando nadie lo esperaba y lo preveía, incluyendo las 24 de las 25 encuestadoras, Javier Massa, el actual ministro de economía, en un país que tiene de los peores indicadores de su historia económica y social, alcanza el 36.3% de los votos y en la provincia de Buenos Aires, donde hace pocos días saltaron otros escándalos indiscutibles y probados de corrupción rampante, Axel Kicillof gobernador peronista gana con el 45% de los votos. Es sobre este aspecto que voy a concentrarme.
Massa ganó en base a política, a capacidad política, incluso por encima de la realidad. Logró utilizar a Millei como el enorme salto al vacío y generar el miedo necesario y capitalizarlo destrozando a Patricia Bullrich, de Juntos X el Cambio, que hace 20 meses había obtenido el 43% de los votos en las elecciones de medio término, y el 27.8% en las PASO, perdió 7 puntos, una parte importante fueron a Massa, que ganó 9 puntos.
Ahora el balotaje será una nueva prueba, donde las alianzas no serán lo fundamental, sino llegarle a la gente, a los que no votaron, el 25% y al ciudadano de a pie. El discurso de Millei, ya está al tope de sus agravios y sus insultos, que incluyeron al Papa Francisco, mientras uno de sus apoyos principales es un integrante distinguido y super corrupto de la casta, el sindicalista Barrionuevo de los gastronómicos.
Juntos X el Cambio ya explotó y los radicales muy probablemente se vuelquen explícitamente o no, hacia Massa, un adelantado fue el hijo del ex presidente Alfonsín, Raúl Alfonsín llamando a votar a Massa.
Hay un rasgo que me preocupa y me interesa mucho, el papel de la corrupción y los escándalos en cadena y totalmente comprobados e ininterrumpidos.
Poco antes de las elecciones explotó el caso del jefe del gobierno de la provincia de Buenos Aires, Martín Insaurralde y del cobrador masivo de tarjetas sociales, Julio «Chocolate» Rigau. No queda ninguna duda, robaban con gusto y a mansalva para ellos y para sus jefes. ¿Y?
En Las elecciones no tuvieron ningún impacto, problemas de memoria no fueron, porque se descubrieron pocos días antes ¿Entonces?
Es un proceso de degradación política y moral, en la que la corrupción es aceptada por una parte importante de la población como una componente inexorable de la política. Es una degradación muy peligrosa de la política y de la ética pública, que en esta oportunidad dio un paso más, como había sucedido con los actos cometidos por los Kirchner. También es cierto que Massa no tiene ese tipo de hechos directamente relacionados con él y logró despegarse bastante de los Kirchner.
Pero, Axel Kicillof al que estaba directamente relacionado el veraneante en Marbella en yate de lujo, Insaurralde, ganó cómodamente en la Provincia de Buenos Aires, con el 45% y en Lomas de Zamora, el delfín de Insaurralde obtuvo el 52% de los votos.
Se pueden sacar muchas conclusiones, una de ellas es aceptar que se puede hablar desde una supuesta izquierda y robar a cuatro manos y emplear la frase que se hizo popular con Menem, «roban pero hacen». Es devastador para la democracia y la república. En Argentina y en otros países funciona, en Paraguay por ejemplo.
¿Solo allí? ¿Y si en Uruguay nos hubiéramos acostumbrado a formas de corrupción también en la izquierda? Hubiera sido una derrota ideológica irreversible.
¿Y sin en Uruguay una parte importante de la población se acostumbra, se amolda por razones ideológicas a los hechos actuales de corrupción constante, a las aberraciones inmorales de senadores, a la entrega de soberanía, a los delincuentes dentro del poder con altas responsabilidades, al uso del aparato del estado para espiar, para corromper juicios con complicidades al más alto nivel?
Es un camino lleno de fango que se sabe cómo comienza y cuyo final es mucho peor, más perverso y pervertido.
Es una batalla que hay que dar en forma constante, no solo con la denuncia y la información, incluso derrotando a las cadenas del silencio y la complicidad, sino que hay que dar todos los días en la batalla ideológica, cultural, institucional y también legislativa.
El pez se pudre siempre desde la cabeza, y el peor de todos los gérmenes, los microbios, de esta enfermedad son el narco tráfico, el delito organizado manejando cientos o miles de millones de dólares. Y ya tenemos las primeras señales en estos años, que no se pueden analizar por separado, sino en cadena.
Esta visión del uso del poder sin límites, utiliza cualquier grieta, cualquier señal para operar en gran escala y no distingue derecha de izquierda, va por todos y todos debemos estar muy alertas.
No hay duda que en estos cuatro años cambió la calidad y la cantidad de casos de corrupción a nivel nacional y departamental, público y privado. Y este último agregado hay que incorporarlo, porque la corrupción no viene solo de la delincuencia, los corruptores son también privados.
Digámoslo fuerte y con convicción no queremos parecernos en nada a la Argentina, un gran país, lleno de posibilidades y de capacidades humanas, técnicas, profesionales, artísticas donde la corrupción se hace endémica y es aceptada y en muchos casos practicada masivamente, socialmente.
La «normalización» de la corrupción, del uso de los dineros públicos, del enriquecimiento de los políticos es una plaga que se ha extendido en el mundo y que no se combate con la fuerza, las convicciones y la energía necesarias.
¿Quién hubiera pensado hace unos años que en Uruguay asistiríamos a la serie ininterrumpida de escándalos que involucra a ministros, a subsecretarios, a cúpulas policiales, a senadores, a jefes de la custodia presidencial, a comisiones de Salto Grande y a otros ejemplos lamentables?
No son errores, no se resuelven con autocrítica o con expulsiones lentas y muchas veces a fórceps, y que incluyen justificaciones de las más altas autoridades, es una peste que afecta profundamente a la democracia y a la libertad de los ciudadanos, que contamina gravemente la política.
No se trata de que ahora estudiemos la campaña electoral argentina para aprender, al menos nosotros, lo que debemos hacer es siempre un debate serio, riguroso, documentado y firme contra la corrupción en todas sus formas, incluyendo el clientelismo.
La primer derrota de la identidad de la izquierda, es aceptar de cualquier manera posible, que la corrupción es inevitable en la política y que la batalla ideológica no incluye la ética y la moral, solo la estridencia.
Por ello los ciudadanos que votan corruptos, de cualquier color, son cómplices o se han sumado a ese mundo oscuro del que es tan difícil volver.
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(*) periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es), de Other News (www.other-news.info/noticias). Coordinador general de IPS entre 1977 y 1984.