Los héroes están fatigados

Los héroes de hoy

Ahora que están circulando en español, gracias a la omnipresente promoción digital de Amazon, dos gruesos volúmenes de y sobre "grandes" hombres de nuestro tiempo, nos ha parecido oportuno replantear desde la perspectiva propia de un Walter Benjamín, o sea desde abajo y a contrapelo, los criterios de evaluación sobre la verdadera magnitud de personalidades relevantes como son Winston Churchill y Henry Kissinger. En efecto, sobre el primero circula una gruesa biografía del periodista y exalcalde de Londres Boris Johnson(El factor Churchill: Un solo hombre cambió el rumbo de la Historia; Alianza Editorial; 2015; 496 pp.) y del segundo, Henry Kissinger, una extensa disertación acerca de la política exterior de EEUU que él condujo en varias administraciones(Orden mundial: reflexiones sobre el carácter de las naciones y el curso de la historia; Bogotá, Penguin Random House; Grupo Editorial, S.A.U, 2016; 343 pp.).

Vistos como sucesos ineluctables, ineludibles, pareciera que en efecto los grandes acontecimientos y las grandes figuras de la historia coinciden en tiempos y espacios determinados, como si se produjera una especie de sincronía decidida o dirigida desde las alturas olímpicas por los dioses providenciales. ¿Por qué y cómo se constituyeron los grandes reinos e imperios? ¿Cómo y cuándo declinaron hasta perderse los inmensos poderes que se habían acumulado? ¿En las manos de quién estuvieron las riendas del ascenso y la caída de los poderes hegemónicos e imperiales? A preguntas como estas deberían corresponder las respuestas puntuales, pero esos son hechos y datos, interpretaciones, que rebasan toda posibilidad de firmes y definitivas conclusiones. "No hay más cera que la que arde", se dice bien. Alumbrar el pasado no es otra cosa que mirar y reconocer el presente. Ni el pasado ni el futuro tienen existencia propia; son sucesos e invenciones que se generan siempre desde el tiempo actual, desde el ahora.

Cada quien tiene sus héroes, sus totems, sus dioses, individuos y figuras sobresalientes que la imaginación colectiva convierte en símbolos propios de la mitología. Así se tejen historias, interpretaciones y fabulaciones de hechos que se atribuyen a los personajes que se pretende endiosar, para "bien" y para "mal¨. Cada historiador, biógrafo, literato o gente del común construye sus propios paradigmas. Detrás, como telón de fondo, la cultura política de épocas y lugares, del mundo en el que viven los hombres que las narran o escriben, aparecen inevitablemente los verdaderos rasgos, los valores y disvalores reales, de las comunidades a las que pertenecen. El relativismo cultural gana terreno al esencialismo universal.

A diferencia de Marx, que devela y privilegia el análisis de estructuras y luchas de clases sociales desde una óptica dialéctica y materialista con intenciones de cientificidad, Carlyle es uno de los historiadores que pone el acento en la personalidad de individuos, de las "grandes" figuras, de los "grande hombres" que marcan y definen el curso de los acontecimientos: los Césares, los Napoleones, los Hitlers, los Churchills, los Roosevelts, los Maos o los Stalines serían los que determinan las grandes avenidas y los caminos de las sociedades, particularmente en momentos de crisis. Más que los profetas y salvadores, son los grandes matones, tipo Gengis Kan, los que atraen la atención y el morbo por las huellas trágicas y los sufrimientos que van dejando a su paso.

En 1840 Thomas Carlyle (1775-1881), historiador escocés presentó seis conferencias sobre "Los héroes" en distintos campos, desde la religión y la política hasta las artes y las ciencias. Aquí alguna referencia de sus individualistas y románticas ideas:

"Me he propuesto deciros algo sobre los Grandes Hombres; cómo surgieron en el tráfago del mundo; cómo moldearon la historia del mundo; qué ideas tuvieron de ellos los hombres; qué hicieron. Vamos a tratar de los Héroes, de su acogida y de sus obras; lo que llamo "Culto de los Héroes y lo Heroico en la Historia". Esto, el relato de lo que ha hecho el hombre en el mundo, es en el fondo la Historia de los Grandes Hombres que trabajaron. Fueron los jefes de los hombres; los forjadores, los moldes y, en un amplio sentido, los creadores de cuanto ha ejecutado o logrado la humanidad. Todo lo que vemos en la tierra es resultado material, realización práctica, encarnación de Pensamientos surgidos en los Grandes Hombres. El alma universal puede ser considerada su historia".

¨Los héroes están fatigados"

¿Cómo se respetan y se ejercen hoy las garantías a la dignidad fundamental de toda persona, a los que llamamos derechos humanos, por parte de los "grandes" de nuestro tiempo, sea en democracias "maduras" o en "transición"? ¿Quiénes son hombres justos y demócratas y quiénes sólo parecen serlo?

Todo esto viene a cuento porque ahora están circulando en español voluminosas biografías y reflexiones de dos "grandes" contemporáneos: Winston Churchill y Henry Kissinger. ¿Qué tan grandes, a tan corta distancia, podemos considerar que en verdad lo han sido? Personajes del mundo hegemónico, del Norte, del imperialismo anglosajón ("Tan malo el pinto como el colorado" dicen, decimos los mexicanos), que vistos desde el Sur ni de lejos pueden equipararse con figuras verdaderamente heroicas por humanistas y justicieras como, por ejemplo, Fidel Castro, Luther King, Nelson Mandela o el Che Guevara. Como tantas otras cosas, estos temas se ven desde arriba o desde abajo, desde fuera y desde dentro. Para algunos la "objetividad" (¿cuál) impone y condiciona todo criterio de verdad. Para otros, ésta sólo puede alcanzarse relativamente desde el compromiso con la "verdad" de quien toma partido, es decir desde la ineludible y no esencialista parcialidad. Los cronistas que representan la visión popular, la del común, asumen y expresan la conciencia colectiva de su lugar y de su tiempo. Y hacen así la historia desde abajo y a contrapelo, como quería Walter Benjamin.

Winston Churchill

Cuando estalló la llamada Segunda Guerra Mundial, con la invasión alemana de Polonia, tanto Inglaterra como Francia reaccionaron declarando la guerra. Churchill y De Gaulle se erigieron en los "grandes" defensores de valores que supuestamente negaban sus enemigos, los alemanes, pero que una vez más ellos negaban a otros pueblos subyugados. En tiempos de confrontaciones bélicas interimperialistas ¿a quién le importaban realmente los derechos humanos universales? Vistos desde esta perspectiva ¿qué diferencia real podría haber habido entre un Hitler y un Churchill?

Con el devenir del tiempo, a "toro pasado", los provincianos nacionalistas ingleses (que ahora sufren las consecuencias de haber optado por el Brexit) quisieran endiosar a un individuo cuyas "hazañas" en Sudáfrica y Sudán lo llevaron a promover y participar en acciones "genocidas" de gran dimensión. Racista y supremacista, llegó a afirmar p.ej: "No admito que se haya hecho un gran mal a los pieles rojas de América o a los negros de Australia por el hecho de que una raza más fuerte, una raza de mayor nivel, haya entrado y tomado su lugar". O bien admitió el uso de armas químicas contra kurdos y afganos, diciendo "Estoy firmemente a favor de usar el gas venenoso contra las tribus incivilizadas". Y asimismo provocó la muerte por hambre de tres millones de bengalíes en 1939.

Con motivo del cincuentenario de su muerte, al hacer una reflexión sobre el liderazgo político y social en nuestro tiempo, el exalcalde de Londres, Boris Johnson, hace un extenso y elogioso repaso del llamado «factor Churchill», a quien se le recuerda como uno de los políticos más relevantes del siglo XX: "El factor Churchill no es solo un libro para los interesados en la Historia, es también una reflexión sobre el liderazgo y la importancia del ser humano para acometer empresas importantes; una lectura fundamental para todo el que quiera saber de qué están hechos los "grandes líderes". Claro que ahora podemos ver con mayor claridad la verdadera pasta de la que están hechos esos "grandes". Horrendos personajes –decimos nosotros– que sin duda deben estar pagando la factura de sus crímenes imperiales en los infiernos.

Henry Kissinger

De manera equivalente podemos valorar la actuación de otro "gran hombre", si recordamos su papel central en la Guerra de Vietnam o en el golpe de Estado de Pinochet en Chile; y a quien, no obstante, se le otorgó el Premio Nobel de la Paz. En su libro sobre el Orden mundial que arriba se menciona, Henry Kissinger presenta una curiosa reflexión sobre las causas de la armonía y de los conflictos en los asuntos globales. Kissinger expone en esta obra su visión del "reto fundamental del siglo XXI": cómo construir un orden internacional compartido en un mundo con perspectivas históricas divergentes, plagado de conflictos violentos, tecnología desbocada y extremismo ideológico. ¿Y la justicia, los derechos humanos, dónde quedan, qué distancia media entre los discursos y la realidad opresiva y brutal generada por la promoción y defensa de los intereses imperialistas de los EEUU?

A los norteamericanos nunca les ha gustado reconocer abiertamente sus intereses egoístas e imperialistas. En el mundo posterior a la Guerra Fría Kissinger propone la necesidad de que el "idealismo norteamericano" sea moderado por el análisis geopolítico, para abrirse paso por el tortuoso camino de las nuevas y complejas realidades. Ya fuera luchando en guerras mundiales, o en conflictos locales, sus gobernantes siempre afirmaron que "estaban combatiendo en nombre de principios y no de intereses". (Quién podría creerlo?, quien podría dormir hoy tranquilo, dijo Norman Mailer, sabiendo que rociamos con napalm y luego quemamos aldeas en Vietnam?).

A pesar de ello, fiel a sus hegemonistas convicciones teóricas Kissinger afirma que la guía esencial para la política de los estados Unidos deberá ser "una clara definición del interés nacional», y nos recuerda que el sistema internacional que más tiempo duró sin una gran guerra fue el que siguió al Congreso de Viena (1814-1815). Combinó la legitimidad y el equilibrio, los valores compartidos y la diplomacia del equilibrio del poder. Unos valores comunes que redujeron las demandas de las naciones, mientras el equilibrio limitaba la posibilidad de insistir en ellas. «En el siglo XX –continúa Kissinger– los Estados Unidos han intentado dos veces crear un orden mundial basado casi exclusivamente en sus propios valores. Esto representa un esfuerzo heroico, al que se puede atribuir mucho de lo bueno que hay en el mundo contemporáneo".

¿Qué validez pueden tener los relatos de personajes que en nombre de la libertad y de la democracia, aún para defenderse del nazi-fascismo o del fantasma del comunismo, han propiciado o acometido guerras de conquista, crímenes de lessa humanidad, genocidios, sin más efectiva justificación que la protección de sus intereses materiales y no de los principios y valores que dicen custodiar, como son los derechos humanos?

Al considerar la estatura histórica de personajes destacados no se puede menos que evaluar los hechos y las coyunturas de los escenarios donde actuaron y los fines y valores que en realidad persiguieron. Gente como Churchill y Kissinger son –para las verdaderas luchas por la fraternidad y la libertad– figuras de las cuales no cabría ocuparse, si no fuese por la importancia económica y la cruel prepotencia política de los países que gobernaron. Esos "héroes" contemporáneos están bien para la mentalidad y la prensa hegemónica en imagen, audición e impresión, pero no para una visión equilibrada de la historia universal. Uno escoge, en función de su conciencia histórica y de sus valores éticos y políticos, a sus héroes y antihéroes. Pero la marcha de la historia humana va poniendo a cada quien en su lugar. Todo mundo es libre de escoger a los héroes y a los antihéroes de su visión del mundo, de la justicia y de la libertad.

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*Estudió Derecho en la UNAM, Derecho Internacional Comparado en la Universidad de Nueva York y obtuvo una maestría y un doctorado en Ciencias Sociales en la UNAM. Entre sus cargos destacan: Embajador de México en Argelia, en Túnez y en la República Árabe Saharaui Democrática (1977-1981). Embajador Alterno de México ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (1981-1982). Embajador. Representante Permanente Alterno de la Misión de México ante las Naciones Unidas (1982-1983). Artículo enviado a Other News por el autor.

 

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