Gigante del 4 F

“En la vida siempre triunfan los más aptos”

15 años se han cumplido desde que el Comandante dijo la célebre frase: “Por ahora”. Aquel 4 de Febrero de 1992 el pueblo se despertó con una nueva emoción, con una expresión distinta, con un brillo especial en sus ojos. El hombre de rostro color tierra, con la voz que le emergía del corazón, agregó que: “Asumo la responsabilidad”, y todos, todos, hombres y mujeres, que durante años habían estado esperando que alguien se le rebelara a la oligarquía representada por AD y COPEI, amaron a aquel ser de evidente extracto popular. Dios es la voz del pueblo y Chávez es un hijo de Dios de lo más ejemplar. El 4 de Febrero de 1992 el libro de la historia se sacudió el polvo de los años y abrió sus páginas, para que en ellas se escribieran nuevos capítulos de heroísmo. El hombre de Barinas entró en ellas. Se dibujó de tintas y con una pluma de ganso fue recorriendo las líneas divisorias de los espacios. El Génesis comenzó a moverse. El Comandante se vistió con las galas del soberano y fue uno más de él. Desde entonces existe una hermandad, que nada ni nadie podrá desunir. El pueblo y Chávez son siameses: con un cerebro y un corazón, piensan y sienten lo mismo. Ningún cirujano de la desestabilización venezolano o foráneo, de poderes inimaginables, podrá poner una pinza en este cuerpo uniforme para que la separación se haga realidad, porque esta unión es de acero, de granito, de AMOR puro. Mientras a Chávez se lo llevaban detenido por su acción rebelde, el pueblo sentía que se liberaba un ave en su corazón y volaba a la distancia, dejando en su vuelo una estela de nimbos especiales, de la cual descendería en 1998 un sol de haces interminables: la Revolución. Chávez fue a Yare y el pueblo lo siguió. “El hombre elegido será la luz de los caminos y el pueblo se guiará por ella y ninguna sombra podrá oscurecerlos porque el pueblo y el elegido son una piel y un espíritu”. La oligarquía, representada por esos hombrecitos sin alma, que sólo aman el poder y el dinero, se rieron de Chávez: “Un pobre loco histórico, ellos aparecen de vez en cuando”. Mas, el pueblo ensalzó la aparición del hombre barinés y en su boca se quedó grabado su nombre. Lo esperaría, lo respaldaría, lo seguiría, porque los pobres del mundo suelen ser protagonistas de las grandes epopeyas de la historia bajo el liderazgo del hermano terrenal esperado. Y aunque para algunos hipócritas, ruinosos, esperpentos de la mezquindad, la Revolución Bolivariana será uno más de los grandes sueños truncos, que históricamente han brotado en el mundo, donde la masa popular pone su empeño y todo termina en fracaso, los hechos sucedidos durante ocho años, han demostrado que no es posible la sucesión de traumas en contra de los humildes. Con el Comandante y el Poder Popular se ha venido construyendo el anhelo. La evidencia del cambio no podrá ser oculta por el pulgar del odio y el enanismo político de los mantuanos de hoy. La primera revelación, fue la Misión Robinson. Aquella oscuridad que se batía sobre miles de venezolanos, sometidos a la segregación por parte de esos gobiernos “democráticos” de la IV-R, ajenos a la educación, a la lectura, llegó e hizo su trabajo. Jóvenes, hombres y mujeres, de aquí, de allá, de las ciudades, del campo, de los territorios más apartados del país, comenzaron a palpar la maravilla de saber leer y escribir, de ya no poner sus pulgares entintados sobre documentos y cédulas, de poder saber a qué lugar debían dirigirse sin preguntar, de colocar sus nombres a pie de página de esos poemas pensados ayer, que revoloteaban en sus mentes, sin saber por dónde salir. Un millón quinientas mil personas no se equivocaron con lo que tenía reservado el Comandante para ellos: sacarlos de las tinieblas del analfabetismo, mediante un convenio con la revolución cubana. El pueblo rió otra vez. No se equivocó al seguir al rebelde del 4 de Febrero de 1992. Mientras Chávez se apoderaba del alma de los de abajo, mediante un verbo sencillo, sin jactancia, sin prepotencia lingüística, sin pose de divo, los oligarcas se dieron cuenta de que no hay enemigo pequeño.

En realidad siempre (desde niño) ha sido un gigante, y que ese hombre, vestido de humanidad, se erguía sobre los antiguos esclavos, sobre los cuales ellos se vomitaban mediante demagogia olímpica. Algunos pensaron que los tierrúos se habían convertido en masoquistas, porque ellos los habían golpeado y dominado durante años cuando se mostraban en rebeldía y que tenían un remedio infalible para el caso: el anticomunismo. El castrocomunismo creado entre el núcleo de la burguesía de la jai que no sabe lo que es amor. Con eso Rómulo les había metido miedo, por allá por los años sesenta: “Los comunistas se comen a los niños”, con eso les habían lavado el cerebro al pueblo. Pero la Revolución Bolivariana lo dice todo: es BOLIVARIANA, aunque toda idea de libertad, de unión, de amor, de conjunción de pensamiento, es COMUNISTA, la esencia de nuestra Revolución sale de la mente de Simón Bolívar, que nace cada cien años cuando despierta el pueblo. Los que ellos se imaginaron masoquistas les darían una lección a los esclavistas. El gigante Chávez (qué bello es identificarse con la verdad sin prejuicios) está en el centro de la lucha. Sus guerreros lo surcan, lo aman, lo respetan, lo siguen, no lo dejarán solo jamás, aunque para eso tengan que cruzar océanos y luchar contra tempestades. Él es el motor diesel que los mueve, que los hala, que los entiende, que lucha por ellos sin horarios, sin fecha, sin calendarios, sin otra idea que saberse útil y ser parte inagotable de sus extraordinarios proyectos sociales. Chávez es el mapa de Venezuela, ocupado por el pueblo.

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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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