El programa neoliberal de educación en Venezuela

En los círculos de educadores chavistas, y en especial entre aquellos que han ocupado altos cargos en educación durante los dos gobiernos de la Revolución Bolivariana, predomina el uso de un discurso anti-imperialista, postmoderno, crítico, liberador, decolonizador, etc. Los documentos sobre educación están recargados de frases pomposas, con largas listas de adjetivos, declarando la educación liberadora, la lucha contra el control hegemónico y pare usted de contar. Sin embargo, ese florido discurso no ha servido para contener la adopción de todas las propuestas neoliberales en educación, desde la enseñanza por proyectos hasta el recorte de la duración de las carreras universitarias. Ejemplos clásicos de este tipo de documentos son el Proyecto Educativo Nacional (PEN), escrito por Carlos Lanz, y los programas nacionales de formación diseñados en el marco de la Misión Alma Mater. Por cierto, no se deben confundir estos programas nacionales de formación con los que se ofrecen en la Misión Sucre. ¿Cómo explicar esta incoherencia? Primera explicación, que la intención real de los redactores de esos documentos, y por tanto del gobierno, es la adopción del programa neoliberal para la educación, pero por su postura política progresista asumida para captar apoyo nacional e internacional no lo pueden hacer abiertamente. Entonces, en esos documentos le dedican varias decenas de páginas a argumentos políticos en contra del imperialismo, a favor de la liberación de los pueblos, a la lucha contra hegemónica, etc., etc., pero al desarrollar la parte didáctica y metodológica de la propuesta se deslizan sin ningún rubor hacia la derecha. Segunda explicación, que realmente los autores de esos documentos, y por tanto el gobierno, no le han dedicado el tiempo suficiente a estudiar de manera crítica las propuestas neoliberales en educación. Hasta tal punto que consideren que sus propuestas son inocuas y que igual pueden ser adoptadas por un gobierno progresista. Ignorando de esta manera la siguiente afirmación de Paulo Freire, tan invocado en esos documentos:

"(…) si la política educativa de un partido progresista y su práctica educativa fueran iguales a las de un partido conservador uno de los dos está radicalmente equivocado. De ahí la imperiosa necesidad que tenemos los educadores progresistas, de ser coherentes, de disminuir la distancia entre lo que decimos y lo que hacemos. (…)" (p. 33, Freire, P. (1997). La educación en la ciudad. México: Siglo Veintiuno.)

Tenemos así que se defiende como una medida socialista la gratuidad de la enseñanza, pero simultáneamente se adopta sin ruborizarse la enseñanza basada en proyectos, el enfoque por competencias, el recorte de la duración de las carreras universitarias, educación universitaria diferenciada según la clase social, etc., todas propuestas en el núcleo del modelo neoliberal para la educación. La gratuidad de la educación obligatoria ha existido, incluso ampliada, desde hace muchos años en los países capitalistas avanzados. Por gratuidad ampliada me refiero por ejemplo a casos como el de Estados Unidos, donde hasta hace pocos años las y los estudiantes tenían servicio de transporte escolar gratuito, textos escolares gratuitos, comidas diarias en la escuela, educación integral en jornada escolar de todo el día, etc. Aunque ha habido un retroceso en este sentido en muchos de estos países en los últimos años. En resumen, una característica de los documentos bolivarianos, robinsonianos y zamoranos en materia educativa ha sido la incoherencia entre sus declaraciones de principios y su propuesta educativa concreta.

¿Cómo superar esa lamentable situación antes descrita? La respuesta a esta pregunta depende de cuál de las dos explicaciones anteriores sea la válida. Si la explicación cierta es la primera, no hay más nada que hacer sino crear un frente de educadores que se resista a la estrategia antes descrita, para detener la adopción y profundización del proyecto educativo de tinte neoliberal asumido en las políticas y practicas educativas de los dos gobiernos de la Revolución Bolivariana. Si la explicación cierta es la segunda, tendríamos que iniciar la tarea de reescribir todos esos documentos, borrar de ellos todo vestigio de la propuesta educativa neoliberal y desarrollar una pedagógica revolucionaria que se concrete en una propuesta curricular coherente con las declaraciones políticas. Una propuesta que sea coherente con el discurso que le sirve de introducción a todos esos documentos. Ante esta segunda opción surge otra pregunta: ¿quiénes llevarían a buen término esa tarea?

Tenemos que comenzar por reconocer que no hay caminos reales para resolver los problemas en educación. No hay soluciones instantáneas. Dada la deficiente formación pedagógica que reciben los educadores en nuestras universidades, en las que se ignora flagrantemente toda la contribución de las revoluciones a la pedagogía, la solución pasa por la conformación de un grupo de profesores que sean educados especialmente para esta tarea. Esto tomará tiempo, pero creo que nos garantizaría superar esas incoherencias antes señaladas y contener realmente la implantación de la propuesta educativa neoliberal en nuestro país.



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Julio Mosquera


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