Las coordenadas de una crisis y de sus alternativas ausentes

El texto que sigue a continuación intenta plantear algunas ideas centrales frente a una crisis sistémica que el escenario abierto por la propagación del virus agudiza cada vez más. Las ideas generales que se exponen fueron formuladas antes de surgimiento del Covid-19, y por lo tanto sus posibles efectos globales no son abordados. Sin embargo, los elementos estructurales que se plantean parecen tener notable actualidad en este nuevo contexto. 

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Transitamos una fase donde el capitalismo neoliberal busca superar su crisis redoblando su agresividad​, acentuando la dominación y el control sobre los cuerpos y los territorios, reforzando la explotación de la fuerza de trabajo y de los bienes comunes de la naturaleza, es decir desplegando toda la capacidad destructiva que lleva aparejada su reproducción. Esta dinámica supone una profundización de las crisis sociales, ambientales,     alimentarias, etc.  

No transitamos tiempos regidos por una ​política light​, no vivimos en la era del coaching ​y de la política espectáculo a lo Durán Barba, como quieren hacernos creer. Vivimos en una era de disyuntivas dramáticas, tan o más dramáticas que las que atravesó la humanidad durante el siglo XX, solo que despojados de los grandes relatos de aquella centuria. Ahí está la trampa. 

Nos venden una espectacularización de la política, una vida banal en la que no se resuelven grandes cosas, mientras que lo que está en juego si lo es. La sensación de ausencia de profundidad y de perspectiva, la vida plana donde ni pasado ni futuro parecen tener cabida es la gran ilusión del neoliberalismo, es su gran triunfo. Pero en el subsuelo se procesa una crisis nunca antes vista.

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El capitalismo de los compromisos de clase y los pactos de integración ha muerto​. El Estado de bienestar, el pacto keynesiano, ese capitalismo que en el marco de la explotación y la dominación era capaz de incorporar a importantes sectores de la población al consumo, al acceso a derechos y a procesos de movilidad social ascendente está en vías de desaparición. Donde nunca existió, no será esta la era de su emergencia, y donde supo tener su versión más lograda se está desmoronando, como lo muestra la crisis sin fin de la Unión Europea.

Sin capacidad de gestar nuevos sueños de integración y progreso, lo que el capitalismo contemporáneo nos viene a ofrecer son nuevas pesadillas. Crece la importancia de mecanismos como la segregación de sectores enteros de la población, el miedo y el odio al diferente y la gestión cotidiana de las inseguridades como formas de dominación política. Son frágiles, son inestables, pero también son muy dañinas y dolorosas para el ser humano. 

El Estado capitalista y la democracia representativa como forma de ejercicio de la hegemonía están en crisis en todo el mundo. Y lo preocupante es que esa crisis, con muy contadas excepciones, está siendo fundamentalmente capitalizada por expresiones derechistas, xenófobas, neofascistas y misóginas.

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Crisis es oportunidad, siempre. Pero la oportunidad es más grande para aquel que está en mejores condiciones de aprovecharla​. Y lamentablemente son las clases dominantes, son las potencias opresoras, las que más posibilidades tienen de capitalizarla. Esto no es fatalismo, no quiere decir que esto vaya a ocurrir sí o sí, pero hay que ser conscientes de esta situación para trabajar de la manera más eficaz por otro futuro posible.

En este punto queda claro el enorme peso que tiene la ausencia de alternativas sistémicas que sean creíbles para millones. No es que no haya alternativas en ciernes, en gestación, intentos. Pero no hay una alternativa antisistémica global, un adversario global del capitalismo. 

Esta ausencia se hace sentir de manera más evidente en tiempos como los actuales, cuando el capitalismo neoliberal no tiene nada que ofrecer a la humanidad frente a semejante crisis. Y esto, aunque pueda sonar un poco viejo, se inscribe en la magnitud de la derrota de 1989.

Esta derrota no fue una derrota más, de las tantas que el movimiento socialista estaba acostumbrado a enfrentar. Todas esas derrotas previas tenían un épica, mártires, héroes y heroínas, en última instancia eran derrotas que fortalecían la convicción en el triunfo final. De esas derrotas se sacaban conclusiones estratégicas y aprendizajes. 

Por eso Rosa Luxemburgo podía decir que el camino al socialismo estaba sembrado de grandes derrotas. Pero la caída del socialismo del siglo XX no fue así. Esa fue una derrota humillante, ominosa, sin héroes ni mártires. O en todo caso fue el occidente capitalista el que buscó construir esos heroes y martires. El año 1989 fue el grado cero de la derrota, no tuvo atenuantes, porque fue la derrota también de nuestros propios sueños de emancipación. 

No obstante, esto no debe mover al desánimo y la frustración. El reconocimiento visceral de la derrota del socialismo del siglo XX, la asunción radical del vacío que nos legó, es la precondición para asumir con energía y creatividad la construcción de nuevas alternativas emancipatorias.

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En este cuadro es que cobra toda su importancia la disputa por América Latina. Porque fue este rinconcito del mundo el lugar donde, durante la primera década del siglo XXI, se desarrollaron las experiencias de construcción de alternativas más potentes y creativas. Porque, no casualmente, es donde la contraofensiva del capital contra el trabajo y del imperialismo contra los pueblos asumió una de sus formas más agresivas desde el inicio de la crisis mundial en 2008.

Por supuesto que hay motivos geopolíticos, estrictamente económicos, etc., pero no hay que subestimar la necesidad de acallar la construcción de toda referencia alternativa al capitalismo neoliberal. En esa tarea no están reparando en ningún tipo de límite ni en el respeto por las más elementales reglas de la democracia liberal y el derecho internacional que ellos mismos establecieron. Honduras, Haití, Paraguay, Ecuador, Brasil, Colombia militarizada, ahora Bolivia, y la lista sigue, es interminable. Esto responde a un objetivo de disciplinamiento y control muy claro sobre la región.

Porque durante la primera década del siglo XXI no se lograron gestar alternativas sólidas al capitalismo neoliberal, pero se desarrollaron experiencia extraordinariamente ricas y se sembraron muchas semillas. Eso vino a cortarlo la actual ofensiva neoliberal. Por eso es importante que ser críticos y hacer balances rigurosos de las limitaciones que han tenido los procesos populares, pero también saber reivindicar las cosas extraordinarias que tuvieron. 

La respuesta del norte es brutal también por eso. Si Hugo Chávez no hubiera sido el enorme líder que fue, y no se hubiera propuesto aunque más no sea pensar alternativas al capitalismo, Venezuela no sufriría el asedio que sufre. Por eso la inaudita violencia que despliegan contra ese país, por eso el golpe de Estado en Bolivia, por eso la histórica y persistente agresión contra Cuba. 

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Es dentro de estas coordenadas que cobra todo su valor el triunfo electoral de Alberto Fernández en Argentina​. El gobierno de Alberto y de Cristina es una excelente noticia en este contexto. En primer lugar porque es una barrera de contención fundamental contra el avance continental de la derecha y porque dió por tierra con el experimento de Mauricio Macri, que era uno de los más valorados y acompañados por EE.UU. El rol que Alberto tuvo junto a Andrés Manuel López Obrador en la protección de Evo Morales y Álvaro García Linera para que pudieran salir de Bolivia, y ahora otorgándoles el asilo en Argentina es una gran muestra de eso. 

En segundo lugar porque cumple un enorme papel defensivo para nuestro propio pueblo, evitando la consolidación de una derrota decisiva para uno de los movimientos populares mejor organizados y con mayor tradición de lucha. Por supuesto que ese mismo movimiento popular es el que explica en parte el fracaso de Cambiemos y el triunfo electoral del Frente de Todes. 

Y en tercer lugar, porque este triunfo popular brinda la oportunidad de comenzar a revertir la correlación de fuerzas, de ser el punto de apoyo para relanzar un nuevo proceso de conquistas populares en Nuestra América. En este punto la situación no es sencilla. Las correlaciones de fuerzas generales no ayudan, este gobierno tiene sus tensiones, sus grises y limitaciones, pero no deja de ser un punto de apoyo.

Tomado de Notas Periodismo Popular



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