La política revolucionaria de las pasiones y el chavismo

EL GIRO AFECTIVO

En un primer momento, por su relevancia y pertinencia política vamos a referir los aportes de Chantal Mouffe en torno a lo afectual. De ella ya expusimos su postura política democrático-radical y pluralista con base en el agonismo (ver: Anotaciones para repensar y actualizar la educación política en Aporrea y Otras Voces en Educación, OVE). Ella, en el desarrollo sustantivo de sus planteamientos, destaca la relevancia de las pasiones y los afectos en la política, rechazando la consideración de la política reducida a manifestación solamente de la racionalidad. Ante esto, reivindica la fuerza dinamizadora de la afectividad y lo pasional en la conducta sociocultural de hombres y mujeres.

En su texto La paradoja democrática (2012), critica la omisión o el desplazamiento de las pasiones en el pensamiento político liberal, principalmente en el discurso sobre "una sociedad bien ordenada" de John Rawls, "el escenario definido por Rawls presupone que los actores políticos sólo están motivados por lo que considera su propio beneficio racional. Las pasiones quedan borradas del campo de la política, que se ve reducida a un terreno neutral de intereses en competencia" (p. 47).

El punto de vista de Mouffe al respecto, sustenta que en lugar de obviar o descalificar la presencia de las pasiones y los afectos en la política, estos deben ser sublimados agonísticamente al movilizarlos en función de dar sustentabilidad a los proyectos democráticos radicales. Esta apreciación la fundamenta en el psicoanálisis, del cual rescata su analítica de los procesos de identificación colectivos. Asimismo, para apuntalar sus proposiciones, recupera los aportes freudianos y lacanianos sobre la energía libidinal y del goce respectivamente. Por tanto, en ella, una identidad política colectiva supone una investidura de goce afectual-libidinal que la enlaza y cohesiona para desarrollar la hegemonía.

Mouffe reconoce que en el campo de las Ciencias Sociales se ha producido lo que se ha dado en llamar un "giro afectivo", para destacar un conjunto diverso de obras que dan relevancia a la dimensión afectiva o emotiva en las acciones socio-culturales, sin que ello implique la aceptación unificada del significado de esas nociones. Sin embargo, se acepta generalizadamente su incidencia en el ámbito de la política.

Para ella resulta clave distinguir entre emociones y pasiones, por cuanto la palabra "emociones" refiere más al individuo, mientras que el término "pasiones", está más vinculado a los colectivos que intervienen políticamente y por sus connotaciones asociadas a la violencia. Por consiguiente, está relacionado con el conflicto social y las confrontaciones entre las identidades políticas colectivas.

Desde su enfoque teórico, lo político y la política se diferencian en que lo político se vincula con el antagonismo social, y la política procura establecer un orden convivencial marcado por la conflictividad de lo social. En su perspectiva, la conflictividad sociopolítica que abriga lo social, es intrínseca a las acciones públicas y a la formación de las identidades colectivas. A partir de esta aceptación, ella propone que la política democrática tiene como propósito generar las condiciones para que esa confrontación no sea incompatible con las instituciones democráticas.

Ella impugna por irreal e ilusoria, la concepción liberal de que las diferencias políticas puedan existir armoniosamente en la sociedad capitalista. Por consiguiente, esta filosofía liberal, no comprende la complejidad de la problemática que envuelve la realización del pluralismo democrático porque no puede dar cuenta de la imposibilidad de reconciliar las posiciones antagónicas. Esto la conduce a la negación del antagonismo político en la sociedad, revelando así, su incomprensión de las fronteras que limitan las decisiones políticas fundamentales con base en un presunto consenso racional.

No obstante, en Mouffe, se consideran dos paradigmas en el pensamiento liberal. El que denomina "liberalismo agregativo" y el "deliberativo". El primero asume la política como compromiso entre posiciones en conflicto. Supone un mercado de intereses competitivo que orienta a las fuerzas en conflicto de modo instrumental o calculador. El segundo, creado en respuesta al primero, busca establecer un nexo entre política y moralidad. Desea remplazar a la racionalidad instrumental por la comunicativa, creyendo que es posible alcanzar un consenso moral racional mediante el libre debate público.

En ambos paradigmas se descarta la intervención de las pasiones políticas, en tanto vector clave para entender la conformación de las identidades colectivas que se expresan como identidades políticas. Identidades políticas que se manifiestan antagónicamente entre un "nosotros" y un "ellos". En consecuencia, ante el pensamiento liberal, Mouffe (2016), advierte que no se trata de negociar un compromiso frente al conflicto de intereses políticos, ni de lograr un consenso moral racional totalmente inclusivo entre un nosotros/ellos, sino en "plantear dicho enfrentamiento de forma diferente" (p. 24). Forma que radica en el agonismo, ya explicado, que pueda manifestarse en un "consenso conflictivo", que regule la inevitable confrontación política con base en un acuerdo fundado en principios ético-políticos y en los procedimientos democráticos para controlar la conflictividad recurrente en el espacio público.

LA FORMACIÓN DE LAS IDENTIDADES POLÍTICAS

Toda identidad lo es en referencia a una diferencia, por ejemplo, hombre-mujer, docente-estudiante, afecto-desafecto, etcétera. Si toda identidad es relacional, se puede entender que la política conlleva a una constitución de un "nosotros" delimitado de un "ellos", pero esto, según Mouffe (2016), no hace que esa relación sea amigo/enemigo, esto es, una relación antagónica, a pesar de que, en determinadas circunstancias, el "nosotros" se perciba como una amenaza a la existencia de un "ellos".

Cuando están en juego las constituciones de las identidades políticas colectivas, en el contexto de una disputa nosotros/ellos, esto conlleva a las expresiones afectivas o pasionales, y, en consecuencia, tiene particular importancia en el modelo agonista de democracia en Mouffe. Ella llama la atención respecto a que la ausencia de los canales democráticos para procesar las diferencias políticas, puede exacerbar el antagonismo y producir violencia. Por tanto, es relevante concebir modos de producir afectos comunes orientados a crear un "nosotros adversarial" o agonista y no antagonista.

Para ello, Mouffe recurre a los aportes psicoanalíticos que destacan el rol fundamental de intervención de los nexos libidinales en los procesos de identificación colectiva, que inducen en la masa su cohesión por el poder del Eros. De aquí que los afectos son susceptibles de ser orientados de modo contrahegemónico. También recurre a Baruch de Spinoza para apoyarse en su distinción entre affectio/affectus, con la finalidad de comprender mejor la producción de los afectos comunes, en los que se articulan lo discursivo y lo afectivo, el significado y la acción, para conformar las identidades políticas, "de esta manera los afectos y el deseo desempeñan un papel crucial en la construcción de la subjetividad, confirmándose que constituyen las fuerzas motrices de la acción política" (ob. cit., p. 37). Por lo dicho, llama a "erosionar los afectos que sostienen a la actual hegemonía neoliberal" (ibid.), promoviendo afectos comunes, ya que "un afecto solo puede ser desplazado por otro afecto opuesto más fuerte" (ibid.), para seguir diciendo que "una política contrahegemónica necesita de la creación de un régimen diferente de deseos y afectos para generar una voluntad colectiva que se apoye en afectos comunes orientados a la promoción de otras relaciones sociales" (ibid.).

LA AFECTUALIDAD EN EL CHAVISMO

En la última cita textual que destacamos, falta muy poco para que Mouffe también afirme que las nuevas relaciones sociales a propiciar por la contrahegemonía debiesen ser, a su vez, expresión anticipatoria de un nuevo régimen social afectual, como lo es para el caso que proponemos de la afectualidad (resonancia empática entre los cuerpos que los hace sentir y sentirse juntos), relaciones afectuales producto de la transfiguración de la afectividad, convertidas en un significante vacío para hegemonizar. Recordemos que sin un significante vacío (p.e., una frase o una consigna que resume o sintetiza variadas demandas sociales diferentes pero que así se vuelven equivalentes) no hay construcción hegemónica, pues este es el aglutinador o representante discursivo unificador de una dispersión de significantes diferentes, constituyendo de este modo, una identidad político-cultural en la que se reconoce un grupo o una multitud.

La latencia y la potencialidad de la afectualidad la registramos hoy en la vida popular como decantamiento histórico de identidades pasadas y acervos culturales de resistencias existenciales y sociopolíticas que se originaron en los agrupamientos de poder anticoloniales en cumbes, quilombos, palenques, cimarroneras, etcétera, y se ha manifestado en ocasiones de contingencia socio-económica reciente en algunos países indoafrolatinoamericanos y caribeños como acontecimiento insurgente y subversivo en el campo político-cultural. Así ha sido el caso del movimiento socio-político masivo y heterogéneo del denominado chavismo en Venezuela, a título de ejemplo. Movimiento éste que se originó a raíz de una intentona fallida de insurgencia militar-cívica para deponer al presidente Carlos Andrés Pérez en 1992, luego de que un tiempo atrás él aplicase un conjunto de medidas socio-económicas de naturaleza neoliberal que impactaron negativamente en la vida de los sectores populares. Cuyo descontento se manifestó en un alzamiento popular en las calles denominado "el Caracazo" pero que abarcó a la casi totalidad de las ciudades de Venezuela, y que fue reprimido ocasionando la muerte y las heridas de millares de hombres y mujeres del pueblo.

Luego de encarcelados los líderes de la insurgencia militar-cívica, entre estos el que fungiría de líder principal, el comandante Hugo Chávez Frías, y después de liberados, concurrirían a la convocatoria de las elecciones presidenciales con Chávez como candidato, ganando la presidencia por abrumadora mayoría popular. Lo importante a destacar aquí, es que alrededor de la prestigiada figura de Chávez, el pueblo se amalgamará afectualmente entre sí, surgiendo el denominado "chavismo popular" como un gran sentimiento, una masiva sensibilidad y una entusiasta emocionalidad nacional, o una trascendente por liberadora subjetividad político-existencial-empática sentidizadora, que se expresará en determinados momentos bajo la forma y la fuerza de una multitud, en los términos de Negri y Hardt (2002), es decir, como poder instituyente frente al anterior régimen de la llamada IV República (gobiernos precedentes de la oligarquía-burguesía asociada a los negocios y al gobierno imperialista de EE.UU.) y ante lo instituido como su falsificación, sustitución y exclusión por el poder de la nueva burocracia "chavista", burguesía de Estado o derecha endógena, arribista, usurpadora, corrupta y envilecedora del Estado-gobierno-partido (V-República/PSUV). Derecha endógena contenida parcialmente por Chávez durante sus gestiones de signo nacional-popular con tendencias discursivas declarativamente socialistas, pero desbocada y desenfrenada después de su fallecimiento, y claramente dominante durante el mandato del nuevo presidente "chavista" Nicolás Maduro. Hay que señalar que el hiperliderazgo centralizador de Chávez, junto a la presión de los sectores derechistas en su gobierno cívico-militar que rivalizaron burocráticamente entre sí, -que controlaron a sus partidos, primero a V-República y luego al PSUV-, y la ausencia de una dirección popular autónoma, inhibieron y bloquearon, -como lo siguen haciendo en el presente-, la abierta expresión independiente de los movimientos populares.

Respecto a la apreciación de las manifestaciones re-creadoras de lo popular-chavista, Lanz (2012) señaló: "se trata de reintroducir una mirada transversal a la experiencia popular –cultural, política o afectiva- que nos permita visualizar nuevos contenidos en las formas asociativas de la gente, en sus modulaciones gregarias, en sus modos de compartir distintas prácticas" (p. 209).

Aunque guarde semejanza con algunos rasgos de los denominados movimientos sociales populistas de otras naciones, lo que definió la originalidad del chavismo popular fue su tendencia hacia la configuración de una socialidad empática, o afectual, expresada en su propia enunciación significadora y sentidizadora de la realidad impugnada y de la nueva por venir, "ahora le toca al pueblo", fue un dicho corriente, que se anunció también en sus representaciones prefiguradoras a través de un alternativo sentido común crítico popular. Sentido común crítico popular que todavía hoy se manifiesta vivamente en las significativas conversaciones y protestas cotidianas pasivas de calle contra el actual gobierno, los empresarios explotadores, los comerciantes especuladores y los funcionarios burócratas (recogidas en la expresión verbal casi unánime: "si nosotros, el pueblo, se uniera para luchar tendría el poder para cambiarlo todo a favor nuestro"), y en la concreción de organizaciones comunales socio-productivas y redes distributivas solidarias cuasi-autónomas políticamente frente al Estado-gobierno-partido dominantes y enfrentadas a la oposición de la derecha proyanqui. Así como en las redes de afectividad barriales o comunales para resistir solidaria y cooperativamente los embates de la crisis que lo golpea dramáticamente (aumento indiscriminado de los precios de comestibles y medicinas; desabastecimiento de productos; pérdida del poder adquisitivo del dinero y los salarios por la galopante inflación, devaluación y especulación; burocratización de los servicios públicos que conlleva a la corrupción e ineficiencia en su funcionamiento y la atención que debieran prestar; inacción contralora, asistencialismo precarizador y clientelar-populista del gobierno ante un neoliberalismo brutal; entropía institucional del gobierno para generar respuestas alternativas a la crisis que se padece; accionar económico desestabilizador de comerciantes y empresarios opositores; actuación política conspirativa de la oposición política a favor de la oligarquía y burguesía tradicionales asociadas al imperialismo gringo; bloqueo financiero y comercial del país por el gobierno imperialista de EE.UU. y los gobiernos cipayos aliados, etcétera).

Chavismo popular que pareciera estar a la espera, en consecuencia, de la contingencia propicia (la del auto-reconocimiento de la potencia afectual transformadora del pueblo) para producir el acontecimiento extraordinario de la manifestación de su poder instituyente: una auténtica revolución para vivir mejor siendo de otra manera, empática, en todos los ámbitos sociales (cambiar afectualmente las relaciones sociales en la economía, lo político, lo cultural, lo educativo, lo ético-moral, lo jurídico-legal, lo estético, etcétera), para sentir y sentirnos juntos en una nueva sociedad en la que prevalezca la afectualidad como nuevo relacionamiento sociocultural.

REFERENCIAS

Lanz, R. (2012). "Paradigma de la política". En Barreto y Sanchez (Comp.),

Izquierda. Gobierno, política, poder y hegemonía. Caracas: MPPC-UNESR

Mouffe, Ch. (2012). La paradoja democrática. Barcelona: Gedisa editorial.

_________ (2016). Política y pasiones. El papel de los afectos en la perspectiva agonista. Valparaiso: Editorial UV Universidad de Valparaiso.

 

diazjorge47@gmail.com



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