El vende patria

La expresión «vende patria» se ha hecho muy popular. No sé quién la popularizó, pero lo cierto es que es muy fácil de usar por los misólogos1, para callar cualquier intento de argumento que no esté de acuerdo con su dogma. Además, la expresión en cuestión es pegajosa y, tal vez, por ello mismo se ha hecho tan popular.

A cualquiera que quiera decir algo contrario al dogma mesiánico, de una vez se le pone el mote de «vende patria». Esto no parece ser un delito, no sé si existe en la jurisprudencia nacional algo tipificado contra esto. Teno entendido que es delito la tracción a la patria, pero parecen ser dos cosas diferentes. Ahora bien, ¿por qué tal expresión tan despectiva se ha vuelto tan popular? ¿Por qué gusta tanto?

Tal vez sea por eso que la expresión de marras contiene, me refiero a la palabra «patria». Pero ¿qué significa patria? Una revisión trivial por la web, uno encuentra que con patria se refieren al "país o lugar en el que se ha nacido o al que se pertenece por vínculos históricos o jurídicos". Además, se refieren al "lugar o comunidad con la que una persona se siente vinculada o identificada por razones afectivas". Y por esta segunda aclaratoria van los tiros, esto es, a las «razones afectivas»

A cada rato oímos hablar de «patria», pero muy extrañamente «república». Será porque esta última entraña leyes, deberes, derechos… Y es una forma de gobierno que puede ser analizada y discutida, mientras que la patria es una mera emoción. O es parte de un discurso emotivista propio de la teatrocracia2.

A la teatrocracia debe gustarle, por rentable, más la palabra patria que cualquier otra. Porque con ésta inflama los deseos, los sentimientos de sus compinches. Hace uso descarado de lo emotivo y no de la razón discursiva. Por lo cual recurre a cada momento al patriotismo, por cuanto éste es una emoción que vincula a los individuos con su comunidad y sus afectividades.

La demagogia mesiánica manipula el sentimiento de las personas a través de la «patria», para éstas que se sientan identificadas con su ideología. De allí el paso al discurso de intolerancia, del cual hacen uso los profesionales de la discordia. Donde se divide a una República en «vende patrias» y «patriotas»; es decir, malos y buenos. Una asunto más religioso que político.

Hacer uso propagandístico de los vínculos afectivos, culturales e históricos fue algo muy propio del discurso fascista y nazi. Como este discurso recurre a los elementos básicos del sujeto, unos dirían al cerebro reptil otros al cerebro límbico, nos encontramos que el discurso mesiánico influye en la memoria involuntaria, el hambre, la atención, los instintos sexuales, las emociones: placer, miedo, agresividad, la personalidad y la conducta.

El discurso teatrocrático aborda lo afectivo con el objeto de alcanzar un fin preciso: la intolerancia, la misología, la entrega arracional de sus partidarios y seguidores. Como dice la expresión en el neuromarketing: «el reptil siempre gana». Tal vez, por eso la expresión peyorativa «vende patria» ha calado de manera tan exitosa —porque ha cumplido su meta— en la población.

El término «patria» es un sentimiento ligado a costumbres, cultura y tradiciones; por el cual los individuos son conducidos conductualmente hasta que están dispuestos a luchar por la sobrevivencia de esa emoción. Por ello, a partir de tal afectividad muchos desean luchar por defender, preservar con gran y un profundo orgullo una idea que ni siquiera es propia. Porque ha sido impuesta a través de un discurso político.

La patria solo se invoca con fines políticos, apela a sentimientos patrióticos y nacionalistas, se exalta el sentimiento de pertenencia colectivo. Cuando el discurso político teatraliza una amenaza a la seguridad de todas esas emociones básicas que se fundan en una supuesta seguridad. No obstante, no es más que la manipulación de la irracionalidad de la manada.

Tenemos entonces que la llamada «patria» es solo una construcción hecha desde el poder político. Que manipula y distorsiona los sentimientos de la población para el beneficio de tal poder. Por lo cual, el poder político manipula los códigos culturales de identificación, los símbolos patrios y la gloria histórica de la fundación de la República. Todo esto lo hace el poder político para su beneficio e intereses.

 

1 Ver. https://obeddelfinblog.wordpress.com/2019/01/26/la-misologia-y-los-misologos/

 

2 Ver, https://obeddelfinblog.wordpress.com/2019/01/29/teatrocracia-o-de-la-farandula-politica/

 



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Obed Delfín


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