Breves tesis a considerar para un nuevo auge de la izquierda en América Latina: Aportes para el discurso

En el I Foro Mundial del Pensamiento Crítico que se realizó en Buenos Aires el pasado mes de noviembre, Juan Carlos Monedero se preguntaba ¿cómo es que los pueblos tenemos la capacidad para escoger a nuestros verdugos?, esta pregunta era parte de una reflexión que el político y académico español se realizaba a propósito del debate sobre una nueva arremetida neoliberal en el continente. Para esa pregunta, es pertinente, una reflexión que él mismo hiciera más recientemente, pero esta vez, en alusión a las recién celebradas elecciones en Andalucía, concretamente se refería a que cuando "las izquierdas no logran los cambios, la extrema derecha tiene un auge". Es cierto que, el ascenso al poder de élites políticas vinculadas al conservadurismo y a las burguesías nacionales representa un avance del neoliberalismo que se expresa en el ataque sistemático y permanente a los avances o las crisis internas de los gobiernos progresistas. También es cierto que Macri, Duque y Bolsonaro llegaron al poder con una nueva estrategia discursiva que se centra en el "resguardo" o "defensa" de la moralidad de sus sociedades y advirtiendo sobre un hipotético peligro que representan las exigencias o debates sobre los derechos de los pueblos a la liberación, la igualdad y a una vida más justa.

Esa nueva estrategia logró impregnarse en el imaginario de nuestros pueblos -después de más de una década de hegemonía de gobiernos progresistas- por distintos factores, a saber, la profundización de los procesos de transformación política y cultural por parte de los actores de esos gobierno pero además, crisis internas de gobernabilidad, centralismos tanto en los partidos que sostenían a los gobiernos como en la misma institucionalidad, el continuismo de estructuras liberales y modernas, la negativa a construir un constitucionalismo acorde al proyecto político y a la época, el estatismo en materia económica y social, entre otras cosas que desarrollaremos más adelante.

Todos estos factores lograron imponerse a los logros de dichos gobiernos, que en todo caso, fueron igualmente significativos y transcendentales. Podemos enunciar algunos como, la repolitización e inclusión de más actores en la esfera política de los países, la priorización de políticas sociales, disminuir los índices de pobreza considerablemente en estos países, García Linera (2018) habla de 70 millones de habitantes que dejaron la pobreza en esta época. Educación y salud gratuita y pública, el mayor ingreso de ciudadanos al trabajo en la administración pública, políticas culturales en defensa de la creación, las artes y la lectura, entre otros alcances que pudiéramos enunciar.

La tarea que nos toca a la izquierda ahora, es pensar una nueva agenda para la reconstrucción de los proyectos políticos. La victoria de Andrés Manuel López Obrador abre una nueva esperanza y determina tiempos interesantes para América Latina. Se trata de una oportunidad importante para poner en tensión los errores y aprendizajes que en una década de gobiernos progresistas -liderados por Chávez, Maduro, los Kirchner, Ortega, Lula, Correa, Mujica, Evo-, pudimos aprehender, y que a partir de ahí, reconfiguremos un nuevo proyecto hegemónico y contra-hegemónico para devolverle gobiernos humanistas y liberadores a América Latina y su gente. Por tanto, expondremos puntualmente, algunos de los elementos que creemos fundamentales para esta nueva agenda política que con AMLO y la crisis del Macrismo en Argentina, se abre en América Latina. Dichos elementos, quedan para la discusión colectiva y pública.

La narrativa o el discurso

Se trata de la construcción de una pedagogía política, capaz de elaborar un discurso coherente ante el descontento popular y la regenerada/renovada apatía política. Es un discurso de inclusión que transciende la tradicional polarización que tanto benefició a las extremas derechas. Se busca que desde prácticas pedagógicas y de formación, pueda explicarse el proyecto político minuciosamente, sin verborreas o posturas de radicalidad o de extremismos. La gente en los procesos de cambio y debido a su politización, exige un discurso de lo cotidiano, una comunicación donde pueda sentirse identificado y visibilizado, donde pueda sentirse con espacios para la réplica, el debate y el desacuerdo. El panfletarismo como forma de expresión discursiva generó cansancio y menosprecio hacia quienes lo promovieron. Es necesario un discurso cargado de respuestas puntuales para los problemas de la gente, vinculado sí, a la memoria y a los contextos socio-culturales y que reivindique la posición contrahegemónica a las políticas neoliberales de austeridad, exclusión y desigualdad. Es urgente la re-categorización de nuestros procesos. En conclusión, un discurso que tenga como centro al pueblo, la idea de construcción colectiva y de ciudadanía participativa.

Movimientos sociales/poscoloniales

Precisamente, en el I Foro Mundial del Pensamiento Crítico, Boaventura De Sousa Santos explicaba que la transformación política necesariamente tiene que surgir y pasar por los movimientos sociales. Entre otras cosas, porque las instituciones, tenemos la tarea, de promover su "descolonización, su despatriarcalización y su democratización". El acompañamiento a los movimientos sociales es fundamental, sobre todo, porque han sido capaces de poner en debate la Colonialidad del poder. Esto quiere decir, que han hecho frente a dinámicas históricas como el racismo, el machismo, el patriarcado, el burocratismo, el extractivismo y los tecnicismos. Que los partidos sean partido-movimiento (Monedero, 2018) y vuelvan a la dinámica de calle, de consulta popular y de acompañamiento a propuestas para el cambio político es fundamental y necesario. Los partidos que sostuvieron y sostienen a los gobiernos progresistas, se han convertido en espacios de poder, convirtieron al partido (no en todos los casos) en órganos de decisiones centrales y unilaterales. Se trata de una nueva configuración cultural para la organización, desde abajo y descentralizada.

¿Mercados agresivos, empresarios buenos?

"La burguesía es hija de la colonia y viceversa", esto cantaba el cantor venezolano Alí Primera. Con esto no queremos promover un discurso radical anti-burgués. Pero la experiencia de gobiernos progresistas que han apostado a alianzas importantes con trasnacionales nos ha demostrado que esas alianzas duran mientras esas trasnacionales no tengan proyectos políticos propios. En territorios donde la dinámica económica depende de la explotación de recursos minerales, las empresas han respetado a esos gobiernos mientras sus intereses y excesivas ganancias no se ven afectadas. Hay que tener en consideración algo, la instalación de cualquier gobierno progresista presupone despojar gobiernos afines a la empresa privada. A partir de esa premisa se debe, junto con el acompañamiento de los movimientos sociales y poscoloniales, hacer un seguimiento constante y eficaz a la empresa privada en nuestros países. Fácilmente ellos pueden crear crisis económicas internas si se les plantea como un proyecto político para volver al poder. En Venezuela las grandes cadenas de producción e importación de alimentos han sido fundamentales para acaparar y especular con los productos. Lo hacen después de adquirir más del 70% de divisas que ingresaban al país y que en un 98% producía el Estado por medio de la exportación petrolera. Se trata de crear las condiciones técnicas y legales para que, la prioridad en el discurso de la izquierda latinoamericana sea la distribución equitativa de los recursos; esto permitirá la construcción de una conciencia colectiva que permitirá a su vez el acompañamiento a esas condiciones. La lógica neoliberal es excluir a los gobiernos del mercado (Wallerstein, 2007), se trata de dar una vuelta a esta lógica, no con la idea de expropiaciones o despojos, ni con la idea radical de tomar todos los medios de producción, sino de establecer legalmente que la producción no puede tener al mercado como prioridad sino la reproducción de la vida humana.

¿Constitucionalismo liberal o del siglo XXI?

Existen experiencias de gobierno que junto a los movimientos sociales y populares tuvieron como prioridad en sus agendas reformas o procesos constituyentes. Esto es vital en cualquier proceso de renovación y transformación política de nuestra época. No puede llevarse a cabo cambios culturales de construcción popular o colectiva con constituciones del siglo XX que fueron pensadas para la consolidación y fortalecimiento de Estados liberales. En los últimos años se han justificado golpes de Estado a gobiernos democráticamente electos justificados en las estructuras constitucionales y jurídicas de los países. Pasó con Lugo en Paraguay y con Dilma en Brasil. Pero además, se justifica en juicios sumamente politizados la aprehensión de líderes populares como Lula Da Silva, sin incurrir en llamamientos violentos o crímenes. El mismo juez que encarceló a Lula luego pasó a ser ministro de Bolsonaro. Esto demuestra que si no se discute o pone en tensión la estructura constitucional de los Estados, no pueden producirse cambios. Además, los debates que en el siglo XXI se han provocado como la plurinacionalidad, la descolonización y el poder popular, no se reflejan en constituciones liberales, por tanto, en acompañamiento constante con los movimientos sociales y populares de base deben construirse procesos constituyentes donde el reconocimiento a la diversidad sea punto de partida.

Tecnologías para la liberación, no de la información.

La consolidación del movimiento feminista Ni Una Menos en Argentina es una experiencia que deja mucho para el aprendizaje de los movimientos sociales y poscoloniales. Las convocatorias hechas para la organización y participación política de mujeres que exigían visibilización para denunciar los femicidios se hicieron a partir de diversas estrategias comunicacionales que derivaban en acciones colectivas. Ni Una Menos nos demuestra como el uso de tecnologías puede transcender la acumulación de información y puede convertirse en un medio para hacer sentir la indignación. Se trata de buscar formas o estrategias comunicacionales efectivas, que desde el discurso y la indignación popular hacia los problemas o los sistemas del neoliberalismo, puedan generar discusiones o acciones colectivas y públicas. Nuestros partidos, en tanto partido-movimientos, deben hacerse de convocatorias populares desde las diferentes vías.

Mediática y política:

Los fake news, el palangrismo, y cualquier otra expresión de periodismo antiético han sido puestos a prueba con mayor intensidad en la labor por tergiversar información sobre la situación de los países que tuvieron o mantienen gobiernos progresistas. La sociedad de la información es un producto del capitalismo, por tanto, los medios de comunicación también. Los medios, buscan un mundo globalizado, una sociedad que tiene como propósito un desarrollo que sólo pueden ostentar los que tienen mercados sólidos. Por tanto, en ese mundo globalizado, se deben seguir normas, éticas y morales, que a través de los medios, se informan. Es la búsqueda de una totalidad. Eso lo entendió el capitalismo y su proyecto cultural, la globalización. Ese será el propósito de los medios, mientras sigan estando a órdenes del mercado. Cualquier ejercicio de periodismo contrario será señalado. Venezuela creó una red importante de medios públicos y comunitarios, eso le dio mucha ventaja para informar sobre su proceso de cambio político, pero también tuvo la desventaja que es el primer país, incluso después de Cuba, que las trasnacionales mediáticas atacan. La derecha entiende esto, una de las primeras acciones de Macri fue prohibir la transmisión de TeleSUR en Argentina. Se trata de construir un sistema de medios para el fortalecimiento colectivo de los procesos de cambio, de la mano de la pedagogía política que antes mencionábamos. Para nada se trata de informar a medias. O lo que conviene. Son medios para lo que necesita la gente, para el debate y la discusión de sus problemas. El ejercicio público de los medios y la mediática crearán un sentir contrahegemónico a los medios del mercado que trabajan según líneas editoriales tergiversadas y que tienen como principio y fin la mentira.

¿Élites revolucionarias o democracias desde abajo/poder popular?

Este punto es ineludible para retomar el acercamiento a los pueblos. Los partidos y los gobiernos progresistas se alejaron de las bases populares que los llevaron al poder. Heredaron la mirada colonial sobre los espacios de poder y se constituyeron como élites. Los que promovieron una "democracia participativa o el poder popular" convirtieron esas categorías en un discurso para legitimarse pues al menos no se ha consolidado la construcción de espacios públicos ciudadanos donde se planifiquen, elaboren o establezcan las políticas más pertinentes para los espacios locales. Los Estados siguen teniendo políticas que se elaboran desde la unilateralidad. Algunas excepciones pueden considerarse pero no son lo suficiente para el cambio político. Se trata de construir procesos de cambio y transformación donde no haya espacio para la conformación de élites. Los liderazgos son necesarios pero la construcción colectiva del proceso también. Se trata de la creación de espacios para la discusión en colectivo, que tenga como punto de partida que el ejercicio político es en común y público. Los liderazgos no pueden instalarse en gobierno, los liderazgos deben crear dentro del partido-movimiento, los mecanismos colectivos necesarios para establecer la crítica necesaria y las propuestas políticas acorde al espacio y el tiempo.

Ya inventamos. Aprendemos, o erramos nuevamente.

Decíamos que la victoria de Andrés Manuel López Obrador abre una nueva época en América Latina, y es cierto, pero Bolsonaro asume el poder en Brasil en los mismos tiempos, con esto queremos expresar que en los países donde hubo gobiernos progresistas y donde aún los hay, se deben crear las condiciones necesarias para un nuevo auge de la izquierda latinoamericana, incluso debe transcenderse para poder intensificar esos movimientos en países con estructuras políticas conservadoras como Chile y Colombia. Mientras no se ponga en tensión el aprendizaje que nos dejó una década de gobiernos progresistas estaremos condenados a ser recordados como un movimiento que intentó transformar políticamente el continente, pero que dio paso a la instalación de la extrema derecha por no autoevaluarnos, ni discutir, ni reconocer los desacuerdos.

García Linera (2018) habló de reconocernos en la diversidad. Quienes militamos en el progresismo o en la izquierda, sentimos o nos une varios elementos, uno de ellos, es el aporte contrahegemónico que desde América Latina le hemos dado a la política mundial. Y eso debemos rescatarlo, pero desde la diferencia. Para García Linera, en su exposición en el I Foro Mundial del Pensamiento Crítico, existen otros límites del progresismo, que dejan material para otro trabajo, entre ellos, la sostenibilidad económica que no hemos podido consolidar. Mientras tanto, vamos abriendo el debate. Ojalá siga.

 

*Profesor de Ciencias Sociales. Universidad Rafael María Baralt / Universidad del Zulia. Venezuela. Director de Encuentros. Revista de Ciencias Humanas, Teoría Social y Pensamiento Crítico. larezrafael@gmail.com

 

 

 

 

 



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