Pol Pot y Nicolás Maduro

En 1975 Camboya vivía un período de violencia entre el gobierno dictatorial del general Lon Nol y los jemeres rojos, la guerrilla insurgente, de supuesto corte maoista, que desafiaba a la tiranía militar reinante y que era dirigida por Salot Sar, quien luego cambiaría su nombre y asumiría la oscura denominación que lo haría tristemente célebre, Pol Pot.

Gran parte de la población estaba horrorizada con los abusos de la dictadura, así que cuando los jemeres rojos triunfaron en la cruenta guerra civil, derrocando el régimen militar, las calles de la capital, Phnom Penh, se llenaron de personas que celebraban el comienzo de una nueva era.

En 2013 Venezuela estaba conmocionada. La muerte del presidente Hugo Chávez en marzo, motivó la realización de elecciones en abril de ese año, con la intención de escoger al nuevo jefe de Estado.

Nicolás Maduro triunfó, con un estrecho margen, en aquellos comicios, derrotando al candidato opositor, Henrique Capriles. La situación política era de incertidumbre y los problemas económicos del país comenzaban a acentuarse. Sin embargo, millones de simpatizantes del chavismo celebraron la llegada del nuevo mandatario. Quizás, tenían esperanza en que las cosas mejorarían bajo el liderazgo de quien había ejercido cargos de importancia durante el gobierno de Chávez, incluyendo el de canciller y el de vicepresidente.

La celebración inicial de los camboyanos por el colapso de la tiranía militar se fue desvaneciendo progresivamente. Una de las primeras medidas de los nuevos gobernantes fue evacuar las ciudades, por considerarlas símbolos de la burguesía. Por lo que decenas de miles de familias fueron sacadas de sus viviendas y conducidas, a la fuerza, a campos de trabajo en el campo, con el objetivo de construir una república rural y agraria, despojando a los ciudadanos de cualquier tipo de cultura urbana. Había empezado lo que el psicópata líder de los jemeres rojos, Pol Pot, llamaría "el año cero", es decir el comienzo de una purificada y nueva sociedad camboyana.

En Venezuela, la confianza que tenían los ciudadanos en Maduro se iría apagando progresivamente. Los llamados "hijos de Chávez" instalaron un sistema basado en una ideología de extrema izquierda (muy similar a la de los jemeres rojos), donde todo aquel que tuviera algún tipo de crítica hacia las irregularidades cometidas era –y es- catalogado como enemigo del Estado, lacayo del imperialismo, agente de la CIA, apátrida y cuanto descalificativo denigrante exista. También, nuestro país es testigo de ciudades que se han ido vaciando, debido al mayor éxodo sufrido por la patria en su historia contemporánea. Además, esa soledad se refleja en urbes oscuras, con precarios servicios y una población sometida a una crisis global. Todo esto simboliza el abandono de nuestras ciudades por parte de las autoridades (recordemos la debacle de Maracaibo y del estado Zulia).

El experimento de Pol Pot y sus jemeres rojos sumió a la nación asiática en tal miseria que se produjeron cientos de miles de muertes por hambre. La falta de alimentos y medicinas fue utilizada como herramienta de exterminio para una nación inerme y desamparada. Se cree que en el genocidio camboyano murieron alrededor de dos millones de seres humanos.

En Venezuela, el acceso a la comida y a medicamentos es un verdadero suplicio. El gobierno de Maduro ha prohibido la difusión de cifras, pero diariamente se registran casos de fallecimientos por desnutrición y por falta de acceso a tratamientos médicos. La elite roja rojita también ha utilizado el hambre y la necesidad como armas para la dominación, creando un carnet –cínicamente llamado de la patria- para repartir "equitativamente" la miseria generada por políticas económicas disparatadas y por la corrupción devastadora que se ha tragado miles de millones de dólares en ingresos petroleros.

Los jemeres rojos decidieron acabar con el dinero. Pol Pot consideraba que la moneda era símbolo de capitalismo, además de emplearse para comprar y corromper a funcionarios. La eliminación del dinero en Camboya provocó un caos de tal magnitud que la economía colapsó.

En nuestro país, las reaccionarias fuerzas psuvistas, asesoradas por algunos ultra radicales, como el español Alfredo Serrano Mancilla y empleando controles inútiles que estimularon la corrupción, propiciaron la destrucción del bolívar. Aunque, achacan la pérdida de valor a instrumentos como el portal dólar today o la cacareada "guerra económica", lo cierto es que la moneda venezolana sucumbió ante las terribles políticas maduristas. Nuestro pulverizado signo monetario, prácticamente, desapareció en medio del colapso de la economía venezolana.

En Camboya se instalaron campos de trabajos forzados, llenos de presos políticos detenidos sin orden judicial, ni asistencia de abogados. La razzia empezó contra los opositores pero se extendió hacia intelectuales, profesionales, docentes universitarios y todo aquel que fuera sospechoso de representar a la burguesía.

En Venezuela, bajo la sombra de Maduro se han multiplicado las detenciones de presos políticos (ya aquel juego de palabras de "políticos presos" no convence). El gobierno no se ha limitado a opositores, también ha lanzado sus garras contra antiguos partidarios del presidente Hugo Chávez, militares supuestamente críticos, estudiantes y personas que protestan por las terribles condiciones de vida a quienes, sin el menor recato, se les lanzan as fuerzas del orden público (recordemos a enfermeras, pensionados y ciudadanos que exigen servicios dignos y salarios decentes que han sido reprimidos sin contemplación).

Los jemeres rojos, pese a su discurso revolucionario, terminaron siendo una ficha del gobierno de China en su política antivietnamita. De hecho, Pol Pot en su locura se lanzó en una cruzada contra Vietnam, atacando a la patria de Ho Chi Minh tanto discursiva como militarmente. Paradójicamente, la Camboya de Pol Pot, que acusaba a Estados Unidos de ser culpable de todos sus males, terminó siendo un instrumento muy útil para los intereses de Washington en su política asiática (sobre todo la relacionada con Vietnam).

Nicolás Maduro y el resto de la cúpula gobernante mantienen, en su oratoria panfletaria, el antiimperialismo, aunque han metido al país en un conflicto entre potencias que incluye a Estados Unidos, Rusia y China, como grandes poderes fácticos que responden a sus intereses geopolíticos. Además, recientemente funcionarios del madurismo, como Pedro Carreño y Roy Chaderton, han lanzado mensajes guerreristas contra Colombia que abarcan las posibilidades de ir a una guerra contra el vecino país (hablan de volar puentes en el rio Magadalena o de llegar hasta el pacifico neogranadino), obviando que en un conflicto armado con la tierra de Santander estaríamos atacando a un socio de la OTAN ¿Será que Maduro y compañía desean una guerra contra la mayor alianza militar del planeta? ¿Creen estos revolucionarios de pacotilla que someter a Venezuela a una guerra servirá para purificar la Patria?

Pol Pot y Nicolás Maduro son tiranos de la misma calaña. Un irracional odio de clases está presente en cada uno de ellos. El fallecido genocida camboyano llevó a un tercio de la población de su país a morir por hambre o torturas. El actual presidente venezolano está sometiendo a la nación a penurias jamás vista por su perspectiva fanatizada que ha llevado, incluso, a la quiebra de nuestra principal industria, con la consiguiente ruina económica y constantes decesos por falta de alimentos y medicinas.

Hoy en día, antiguos jerarcas de los jemeres rojos cumplen penas por crímenes que incluyen asesinatos, tratos crueles, odio de clases, desapariciones, devastación de la economía, destrucción de las instituciones y genocidio. Tal vez la radicalización de la postura de Maduro y otros dirigentes de la nomenklatura criolla está relacionada con el temor que sienten ante la posibilidad de enfrentar a la justicia y responder por los delitos de lesa humanidad que han cometido –y siguen cometiendo-.

Pol Pot y Nicolás Maduro pasarán a la historia como dictadores que causaron destrucción y desolación en sus respectivas naciones, aprovechando el poder político y empleando discursos grandilocuentes e hipócritas que trataban de ocultar su megalomanía extrema.

 

*Luchador social

 

antonioprado1980@gmail.com



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