Chávez y el socialismo del siglo XXI

La figura de Chávez se levanta entre la vorágine depredadora del neoliberalismo latinoamericano de la década de los 90, con múltiples ensayos en la aplicación de políticas tendentes a obtener (más bien a usurpar) el mayor nivel de plusvalor a los trabajadores por un lado, continuando el papel de proveedor de materia prima (petróleo y minerales) a los centros del capital más desarrollado.

La caída de la URSS y el bloque "socialista" trajo como consecuencia el empuje de las ideas más contrarias al humanismo y la armonía entre los componentes del planeta. A la crisis de las ideas en la izquierda mundial le sobreviene el dragón de dos cabezas que es el neoliberalismo y su globalización, esta vez, para concluir el objetivo que comenzó a mediados del siglo XIX con la llamada revolución industrial, en tal que, los trabajadores volverán a ser el instrumento para tal fin.

Con las fuerzas económicas más conservadoras asumiendo protagonismo en el nuevo mundo unipolar que abría sus espacios al libre mercado como nunca antes, al mismo tiempo comienzan las fuerzas resistentes al nuevo orden mundial a condensar su rechazo en forma de protestas masivas que tendrán sus efectos catalizadores en Venezuela en el año 98. Es a partir de ese año cuando los trabajadores y movimientos sociales comienzan a experimentar el protagonismo en decisiones políticas fundamentales, que van desde una nueva constitución hasta la configuración de espacios de planificación y ejecuciones de gestiones locales (consejos comunales, comunas, consejos de trabajadores, mesas técnicas). Aunado a toda esta dinámica, las contradicciones de clase (lucha de clases) se hacen cada vez más evidentes dejando al descubierto una identificación clasista por parte de la burguesía venezolana con sus respectivas implicaciones al momento del constructo social para desmantelar el estado corrupto y clientelar.

En el caso venezolano, con su producción petrolera y cuantiosas reservas, Chávez se propone revertir la época de crisis generada desde la década de los 80 con una mejor forma de distribución de la renta; aprovechando para ello los acuerdos propuestos en la OPEP para aumentar el precio del barril de petróleo y utilizarlo como estrategia geopolítica regional como nunca antes había sucedido.

Coyunturalmente con los elevados precios del barril de petróleo al unísono con el resto de las materias primas provenientes de Latinoamérica, lo cual favorece a toda Suramérica abonando el camino para la llegada de gobiernos progresistas con las mismas intenciones que Chávez en Venezuela (distribución de su renta nacional).

Las clases sociales nacidas de la desigualdad generalizada pugnan por el control político-social-económico en Venezuela; donde la transformación a una sociedad más justa es el anhelo más deseado por el pueblo, no obstante, la barrera de la deuda social acumulada desde décadas atrás hacen que un gran número de personas aún se mantengan en situación de pobreza, pesar del país obtener los mejores valores en cuanto a la disminución de la desigualdad social. En este punto, el pueblo se encuentra en una situación de bonanza respecto a períodos anteriores, sin embargo esto no es canalizado para planificar la disminución de la dependencia del petróleo como fuente única que sostenga el PIB nacional, trayendo como consecuencia el congelamiento en el aparato productivo del país. Aun así, la vigencia de las ideas de Marx en la construcción de un sistema que vaya en sintonía con las aspiraciones humanas del vivir bien se encuentran plasmadas en el Plan Bolívar 2006-2012 y el Plan de la Patria 2013-2019.

Podría decirse pues que, Chávez abre el camino para la repolitización de Venezuela y Latinoamérica pero al mismo tiempo para la reorganización de las ideas sobre el socialismo.

La repolitización en el caso de Venezuela sucede bajo la presión impuesta por la burguesía y su explotación, además de las cúpulas de los partidos tradicionales enquistados en el poder desde el año 58, siendo Chávez la válvula de escape que libera las ansias de libertad contenidas, definiendo una identificación con un proceso de cambios en muchos aspectos, especialmente social, que a su vez desencadena los sentimientos más viles en favor de los demonios humanos individualistas como forma de diferenciación clasista, aunque para ello exista la participación de cierto número de ciudadanos que hagan uso de falsa conciencia, en palabras de Ludovico Silva. En esta confrontación entre dos modelos antagónicos aparece el factor participación, adormecido por años de injusticias y perfidias, que se manifiestan en discusiones políticas acerca de dejar atrás el tutelaje imperialista de los Estados Unidos para abrirse paso al mundo multipolar, y por otro lado, ser protagonista en la gestión de políticas públicas superen la el burocratismo estatal para dar respuesta a los problemas más tangibles del pueblo.

La izquierda latinoamericana, aun sin dar respuesta en el ámbito de la economía política producto de la orfandad teórica, se encuentra sumida en la diatriba de reafirmar sus postulados marxista-leninista o por el contrario, pasar a formar parte del pastel teórico suscitado en Europa con el llamado Estado de Bienestar, no siendo otra cosa que, convivir de manera indefinida con el capital mientras éste permita conquistas sociales importantes para los trabajadores. Tal confusión teórica lleva a la propuesta de Chávez a acercar al ciudadano a ser partícipes de las políticas públicas; romper las barreras discordantes con la fuerza armada; distribuir mejor la renta (petróleo, gas, cobre, agricultura, etc) de una forma eficiente e incluyente y tratar de empoderar a la clase trabajadora de la administración , ejecución, planificación y distribución en las unidades productivas, contribuyendo a que exista un profundo estudio sobre el socialismo en el siglo XXI, sobre todo en cuanto al papel del sujeto histórico (trabajador) como eje transformador o sujeto de acción.

 

Cjma18@gmail.com



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