Chantaje político

El escenario político venezolano de los últimos meses ha estado marcado por la profundización de los niveles de polarización política, que lejos de representar luchas por reivindicaciones, exigencia de derechos y la satisfacción de las necesidades elementales del pueblo, se reducen a una constante pugna por la preservación y/o conquista del poder por parte de dos bandos políticos.

En la prevalencia de la irracionalidad en esa pugna de dos grupos, se ignora que la historia política venezolana clama el ejercicio de la democracia participativa y protagónica como punto de encuentro para la conquista de la paz y la estabilidad, rechazando toda forma de violencia que reedite eventos como el denominado Caracazo, donde nunca se sabrá con exactitud la cantidad de pérdidas humanas y heridos producto del inclemente castigo de un gobierno autoproclamado democrático, que se volcó en contra de ciudadanos cuya desesperanza e incertidumbre no les brindó una mejor opción que lanzarse a las calles a expresar su frustración contra todo aquello que lo había oprimido. No eran vándalos ni saqueadores, era un pueblo ejerciendo la justicia que las instituciones del Estado eran incapaces de garantizarle.

El pueblo venezolano ha sido sometido a un continuo, constante, grotesco, abusivo y peligroso chantaje como elemento político de dominación de las masas.

Nos encontramos ante una escalada de violencia de ya más de tres meses en la que la MUD ha logrado imponer una agenda de caos generalizado y el odio colectivo irracional en algunos sectores del país, principalmente jóvenes, que oculta la realidad de la ausencia de propuestas concretas de cara a este escenario.

La realidad es que el capital político conquistado por este sector se ha visto dramáticamente disminuido al centrar su oferta en propuestas de efectos intangibles para la cotidianidad del venezolano y por demás, irrealizables en cualquier escenario. La llamada amnistía a los "presos políticos", la promesa de sacar al Jefe de Estado en un lapso de 6 meses, la sustitución de magistrados y cabezas de poderes, sin lugar a duda no son opciones que contribuyen a la solución de la profunda crisis que agobia a la población.

Vista entonces la pérdida de credibilidad, acuden a una agenda de convocatorias a protestas direccionadas a generar caos en el país, acompañada de arduas campañas psicológicas que afloran los instintos más bajos del ser humano, donde quemar personas e instituciones enarbolando las falsas banderas de la libertad y la justicia y violar los derechos simples de libre circulación para los venezolanos comienza a hacerse cotidiano. Es un vulgar chantaje político por parte de quienes lo envenenan y lo usan para conquistar objetivos meramente personales.

Mientras tanto, para el otro grupo en contienda, la solución salomónica a la crisis estructural de orden económico, social, político y moral, es la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente, sin tan siquiera haberle consultado al pueblo si quería y consideraba necesario cambiar la Carta Magna que logró conjugar en su contenido las luchas de varias generaciones en el año 1.999.

Esta medida lejos de tener la intención real de solucionar los problemas que aquejan a los venezolanos, se reviste de fines muy oscuros para la historia democrática venezolana, toda vez que logra imponer una agenda política no acorde con el momento social que se vive, pero además, permite al sector que lo propone, evadir la responsabilidad de no haber estado a la altura en la conducción del Estado que dejó Chávez, distrayendo de manera incansable la mirada con un discurso ideológico que choca con la praxis política propia de quienes lo pregonan.

Para ello se ha construido todo un aparato discursivo revestido de grandes contradicciones al contrastarlo con la realidad, para el cual la única forma de mantener el legado de Chávez es destruyéndolo; la única forma de garantizar la paz es jugar a la guerra; la única forma de conservar el ambiente es arruinándolo; la única forma de reguardar la soberanía es vender a precios de gallina flaca los bonos del Estado y empeñar nuestros recursos; la única forma de garantizar la democracia participativa y protagónica es reimplantar la representativa; la mejor forma de escuchar al pueblo es no consultarlo; la mejor manera de no violar la Constitución es obviando su letra y la única y mejor lucha que existe es la que no se hace porque es momento de "cerrar filas".

Nuevamente, es grotesco, abusivo y peligroso usar la figura de Chávez y todo el peso moral y político que representó y representa, como patente de corso para que unos cuantos se mantengan aferrados al poder, sin propuestas reales y concretas que apunten a la solución de los problemas que aquejan a los venezolanos. Es un vulgar chantaje político.

El escenario actual exige a sus dirigentes que se imponga la racionalidad y que definitivamente se aboque a trabajar decididamente en la recuperación del país.

 

mariannalop76@outlook.es



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