Notas para leer el chavismo desde la literatura, el registro y la memoria

Jorge Luis Borges escribió un icónico cuento denominado Funes el memorioso, el cual forma parte del portentoso portafolio literario que legó a la humanidad el argentino. En él se aprecia un relato que gravita en relación a la figura de Ireneo Funes; hombre de extraordinarios dotes en el campo de la memoria, cuya atípica cualidad le otorga especial consideración para el armado de los señalamientos que se han de puntualizar en el corriente artículo.

Aclarado lo precedente, valga indicar que en un pasaje del cuento en cuestión, Borges denuncia la incapacidad de Ireneo para comprender las ideas generales, platónicas, propias del campo lingüístico, al punto que asuntos tan ordinarios como el uso del símbolo genérico perro le resultaba de suyo irritante, toda vez que se le tornaba imposible concebir que “el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)”. He allí un pasaje del cuento que bien se puede emplear, sintéticamente, para ilustrar el perfil psicológico del apuntado personaje. La vigilancia ante los detalles, el archivo de las transformaciones más sutiles, así como la colección de los instantes, figuran como el pliego de atributos que le otorgan a la memoria de Funes su exótica e interesante condición. Valga subrayar dichos aspectos.

Ahora bien, si hemos apostado por iniciar las corrientes líneas de la mano de Borges, Funes y la memoria, lo hacemos en la medida que tal lectura podría resultar de utilidad para inteligir la situación de conflicto socio-político que actualmente experimenta Venezuela, y en consecuencia, ofrecer al chavismo-madurismo las coordenadas mínimamente necesarias para entender las condiciones de tensión, movilización y organización que la oposición ha logrado objetivar en el país en los últimos tiempos, y ante las cuales se impone (así lo estimamos) la más peligrosa incomprensión. En tal sentido, consideramos que algunos de los elementos que componen el cuento de Funes pueden tributar, pedagógicamente, para exhortar al chavismo-madurismo a la reflexión. Veamos.

Iniciemos el ejercicio retomando la cita incorporada en el segundo párrafo del presente artículo, es decir, aquella que alude al símbolo genérico perro, pero incorporando una triada de modificaciones a la misma de modo que pueda ser empleada para nuestros fines. Entendido lo precedente, se puede re-leer el apuntado fragmento del siguiente modo: se torna imposible concebir que el chavismo del 2010 (con amplio apoyo popular), tenga el mismo nombre que el chavismo del 2017 (con mínimo apoyo popular). He allí un primer aspecto de interés.

Consumado tal paso, podemos reconocer que cada una de las dos construcciones destila, a primera vista, un punto en común consustanciado con la condición de cambio y/o dinamicidad que define a cada uno de los textos; bien sea en relación al perro (que no es el mismo atendiendo la ahora y posición desde la cual se le aprecie), como al chavismo (que no es el mismo en virtud del año y las bases de apoyo desde las cuales se le mire). Partiendo de la óptica de Funes, estaríamos en presencia de dos perros y dos chavismos. He allí la afirmación básica sobre la cual deseamos trabajar.

Por otro lado, un segundo aspecto a destacar del cuento de Borges, se deriva del papel transversal que ocupa el asunto de la memoria en la construcción literaria que ofrece el autor, toda vez que el lector del cuento claramente logra apreciar (en su recorrido), que el impasse de Funes con el símbolo genérico perro se desprende de la información, del registro, que en torno al canino se encuentra depositado en su memoria, por lo cual la relación que se edifica entre Ireneo y el animal se soporta en el repositorio de instantáneas (suerte de fotografías) que engrosan el álbum evocativo del personaje en cuestión, hecho que le permite al memorioso hombre establecer, sin la menor dificultad o vacilación, las diferencias que tipifican al perro de las tres y catorce con el perro de las tres y cuarto. Al respecto, la memoria resulta imprescindible para diseccionar lo que el lenguaje representa en términos de unicidad.

Partiendo de lo apuntado se hace factible proseguir el juego de analogías que hemos emprendido en la corriente ocasión, y en tal sentido, plantear el deslinde que opera entre el chavismo del 2010 y el chavismo del 2017, toda vez que la memoria resulta un poderoso instrumento para detallar, en el devenir de los sucesos, la extensión e intensidad de las transformaciones que se han materializado a lo interno de tal formación socio-política.

Atendiendo lo anterior, se hace imperativo escudriñar (a despecho de los operadores políticos que procuran establecer una relación de continuidad e invariabilidad entre cada uno de los dos chavismos en consideración), los diversos puntos de divergencia y/o distanciamiento que han ido apareciendo entre el chavismo del 2010 y el del 2017, tomando en consideración una diversidad de aspectos que se manifiestan si emprendemos una hoja de ruta por la vía de la memoria, es decir, si emprendemos marcha por los imprescindibles registros del pasado. Dicho lo precedente, traigamos a colación un par de consideraciones.

La primera de ellas, guarda relación con el comportamiento político electoral de cada una de las dos fuerzas político-partidistas que pugnan protagónicamente en Venezuela (el oficialismo y la oposición), y el modo como cada una ha ido ampliando o disminuyendo sus bases de apoyo en los más recientes calendarios. Para dibujar genéricamente las tendencias que se han construido en materia electoral entre cada uno de los dos polos del quehacer socio-político nacional, sea propicia la ocasión para traer al caso algunos datos de los procesos comiciales que se desarrollaron en el país entre los años 2010-2015, y entre los cuales puntualmente destacan las elecciones parlamentarias del 2010 y 2015, así como las elecciones presidenciales del 2012 y 2013. Valga un célere sobrevuelo sobre los resultados de cada una de las anotadas consultas populares para precisar ciertos puntos.

En relación a las consultas parlamentarias, se aprecia que desde el año 2010 el chavismo viene mostrando signos de estancamiento y/o desaceleración en su base electoral. Observadas las cosas con calma y dejando de lado la versión triunfalista que se impuso en el oficialismo gracias al número de diputados obtenidos en el aludido evento político (producto de la sobre-representación y la correlativa ingeniería electoral dispuesta pata tales fines), los resultados arrojados en tal ocasión expresan un comportamiento comicial muy estrecho entre los candidatos de la revolución y los candidatos de la oposición, toda vez que el caudal de votos obtenidos por cada una de las indicadas plataformas partidistas apenas logró diferenciarse por poco más de 100.000 electores; en aquella ocasión el chavismo obtuvo 5.423.334 votos y la oposición 5.320.364 votos. Efectivamente, ya existían indicios del malestar que iba lesionando al sector pro-gobierno. Tal dinámica se remarcó con mayor profundidad en los comicios parlamentarios del año 2015, en los cuales la agenda de problemas que aquejaba a la población venezolana en el anotado lustro, incidió de manera determinante para consolidar una distribución del capital electoral en términos favorables para la oposición. La diferencia existente entre los 5.599.025 votos del chavismo y los 7.707.422 votos obtenidos por la MUD en ocasión de las indicadas elecciones, reflejaron la agudización de las tendencias que se habían prefigurado en el 2010.

Para desestimar lo anterior cualquier voz de tenor oficialista apelaría al registro de las elecciones presidenciales celebradas en el año 2012, destacando al respecto los más de 8 millones de votos que acumuló Chávez en el respectivo proceso comicial. Ante ello habría que hacer una pausa y entender que si bien resulta indiscutible que en dicho año la candidatura de Hugo Chávez alcanzó su punto máximo de capitalización político-electoral, por otro lado tal fenómeno debe ser apreciado tanto en virtud de las connotaciones que definen nuestro sistema político (el cual favorece la participación en los eventos de tal naturaleza en detrimento de las elecciones a nivel parlamentarios, por ejemplo), como de las circunstancias históricas en las cuales se inscribió el referido ejercicio democrático, el cual se mantuvo permanentemente condicionado por la enfermedad padecida por el prohombre de la revolución bolivariana.

So pena de lo anterior, el contexto-país que se precipita a partir de la muerte de Chávez no logró encubrir las tendencias disolutivas que venían operando a lo interno del oficialismo, al punto que dichas fracturan se manifestaron de modo diáfano en el proceso comicial desarrollado en Venezuela al año entrante; no en vano la brecha electoral pasó de los más de 1.500.000 votos que distanciaron a los candidatos Hugo Chávez y Henrique Capriles en ocasión de las presidenciales del año 2012, a los poco más de 200.000 votos que se impusieron entre Nicolás Maduro y Henrique Capriles meses después. Al respecto, el duelo del chavismo no representaba una transacción automática e indiscutible de las bases de lealtad y apoyo que a partir de entonces reclamaba para sí el presidente Nicolás Maduro. Puertas adentro, operaban algunos cambios.

En tal sentido, el registro de los insumos previamente apuntados (en materia electoral) resultan de utilidad para adentrarnos en la comprensión de las mutaciones que ha experimentado el chavismo de cara a la re-configuración del mapa político-partidista operado en el país en los más recientes años, y en virtud del cual se han delineado dos grandes trayectorias que identifican a cada una de las fuerzas políticas partícipes de la polarización venezolana; el oficialismo, sumergido en una inédita fase contractiva-impopular derivada de los retos y problemas que ha heredado la Venezuela post-Chávez, y la oposición, sometida al carácter expansivo de sus fuerzas (que se expresan fundamentalmente como malestar anti-chavista), sin haber objetivado la fórmula, los métodos y/o los instrumentos propios e imprescindibles para la construcción de una nueva hegemonía. Tales tendencias definen la cromática de las tensiones que actualmente se aprecian a nivel nacional y que tributan para tasar los cambios operados en el chavismo de los más recientes tiempos.

A la luz de lo señalado, se ha impuesto un desempeño de los oficialistas cuyos rasgos generales se caracterizan por el error y la incomprensión, toda vez que los operadores político-gubernamentales del chavismo-madurismo han optado por negar/criminalizar los reclamos de cambio que polifónicamente (y desde hace buen rato), emite la población venezolana, y contrario a ello han preferido marchar por un ofuscado camino de confrontación e inestabilidad cuyo desempeño amenaza tanto el concepto de revolución que otrora se había impuesto de la mano de Chávez, como la misma paz e integridad de la nación. En buena medida, dicha reacción explica la febril temperatura que registran las calles de Venezuela.

He allí las condiciones donde le resulta provechoso a la salud política del chavismo-madurismo navegar en las corriente profundas de la memoria, y en tal sentido, sumergirse en la revisión de las acciones (de larga data), imputables de la gestación de los problemas que se imponen en el contexto actual, y en virtud de los cuales la musculatura política del oficialismo se ha deprimido. Más allá de las repetidas tesis de la guerra económica y de los golpes de Estado, le urge al catecismo oficialista detenerse a escudriñar esos otros ejes-explicativos requeridos para clarificar el escenario tensional que actualmente se impone en Venezuela, y ante el cual el chavismo administra una cuota innegable e ineludible de responsabilidad. Señalado lo precedente, valga la ocasión para recordar ciertas cuestiones.

Empecemos rememorando las palabras de Hugo Chávez el 05 de octubre del año 2010. En aquella ocasión, el líder de la revolución bolivariana aprovechó su estadía en la aldea bolivariana 04 de febrero, para retrotraer a su discurso una advertencia que le formuló en cierto momento Fidel Castro, y que de manera sucinta quedó expresada del siguiente modo “Chávez, en Venezuela no hay 4 millones de oligarcas para que voten en tú contra”. En el marco de las actividades desarrolladas en el referido día, la apuntada afirmación la empleó el presidente para destacar la importante labor de convencimiento que debía acometer la revolución bolivariana a los fines de promocionar, ante la población anti-chavista, las bondades del proceso de transformación que se impulsaba bajo su conducción y desde el cual se venían arrastrando una serie de falencias que en nada resultaban desconocidas por el líder venezolano.

No en vano mucho antes del discurso pronunciado en la predicha jornada, Chávez y el chavismo (al menos cierto sector de él) insistían vigorosamente sobre las tareas pendientes que laceraban el progreso de las fuerzas revolucionarias, y el modo como ellas requerían un categórico e ineludible abordaje. Ejemplo de lo apuntado lo representó el lanzamiento de las 3R (revisión, rectificación, reimpulso), con el cual el líder del proceso bolivariano buscó afrontar la derrota electoral padecida, por el oficialismo, ante la iniciativa de la reforma constitucional del año 2007. Atendiendo tal entramado derrotista Hugo Chávez delineó, el 6 de enero del 2008, en el programa Aló presidente, su estrategia ante la novedosa situación; las 3R venían a erigirse como la respuesta ante el fracaso y pliego de afecciones que de la mano del sectarismo, el fanatismo, la inseguridad, la corrupción, la petrificación del liderazgo y la escasa eficiencia gubernamental, orquestaban el cuadro de factores gracias a los cuales el chavismo resultó derrotado en la apuntada convocatoria comicial.

Al respecto, los más de 4 millones de venezolanos que denegaron del proyecto chavista-socialista se amparaban mucho más en los males padecidos por el país que fue objeto de reflexión en aquel Aló presidente, y mucho menos en la imaginativa reacción oligárquica que algunos voceros denunciaban. El ejercicio introspectivo exhortaba revisar, rectificar y re-impulsar. Así lo entendió en su tiempo Chávez.

En el transcurrir de los años la comentada postura crítica persistió en la agenda de una fracción del chavismo, toda vez que la misma no declinó en su obligación de ser observante/vigilante del proceso revolucionario. En atención a ello, intelecciones de la catadura de José Vicente Rangel y Eleazar Díaz Rangel no desaprovecharon ocasión para aflorar sus más íntimas preocupaciones al respecto. Sirva como ilustración las apreciaciones publicadas por cada uno de ellos en el portal web Aporrea, en específico, los artículos de opinión respectivamente titulados ¿cinco millones de oligarcas? (de fecha 02 de marzo de 2009) y los tres millones del no (del 02 de febrero del mismo año), cada uno de los cuales condensa esclarecedores argumentos en materia de las debilidades que connotaban al chavismo desde el punto de vista de la gestión política y la correlativa expresión de tales afecciones en la decisión de los votantes que optaron engrosar las filas de la oposición. Los más de tres millones de pobres (pertenecientes a los estratos socio-económicos D y E), a los cuales hace referencias Eleazar Díaz Rangel en el segundo de los artículos mencionados, constituyen una extraordinaria expresión de los modos como un importante fragmento del sector popular se mostraba desafecto a la causa revolucionaria. Tómese en cuenta que aludimos a señalamientos producidos a lo largo de los años 2008 y 2009, es decir, con casi 10 años de antelación al aluvión del conflictos socio-políticos que definen el presente de Venezuela.

El mismo Chávez persistió una y otra vez en la necesidad de increpar a las fuerzas rojas rojitas de su propensión compulsiva a la acumulación de errores, tal cual quedó en evidencia, por ejemplo, con la puesta en marcha de las denominadas 3R al cuadrado (recuperar, re-polarizar, re-politizar), que precisamente se tornó imprescindible antes los ensayos frustrados e incompetentes de cambio y concientización (en el partido, en los ministerios, en las instituciones públicas, etc.), a los cuales convocaba el presidente de la república, y cuya resonancia no pasaba de ser escueta. El discurso pronunciado por dicho mandatario en ocasión del Primer encuentro con las diputadas y diputados electos del PSUV, celebrado en los espacios del Teresa Carreño en fecha 02 de octubre del año 2010, figura como una de esas intervenciones que arroja señales de los cuestionamientos que se vertían, en relación al matrimonio chavismo-gobierno, desde el mismo núcleo de la revolución. Sean re-tomados, estudiados y discutidos aquellos incómodos planteamientos que regularmente copaban la vitrina revolucionaria.

En fin de cuentas, podríamos continuar el preliminar ejercicio rememorativo y sumar documentos tras documentos, intervenciones tras intervenciones, que ejemplifican las voces que desde muy temprano se dispusieron a poner sobre el tapete las opacidades, desaciertos y desviaciones, en las cuales venía incurriendo históricamente el chavismo para precipitar su erosión política y en virtud de las cuales se dinamizó un corrimiento de las fuerzas socio-políticas a favor de la oposición. Negar las huellas, las marcas, las señales, que ha dejado el pasado en clave de denuncia o alerta de aquello que ha resultado mal-encaminado en el curso del proceso, implica someterse al más grosero carácter irreflexivo cuyo efecto inminente se refleja en la incapacidad de codificar los mensajes de cansancio, frustración, malestar, desilusión y cambio que diariamente se formulan en la calles de Venezuela.

Al respecto, se hace simple el epílogo: el chavismo del 2010 no es el mismo que el del 2012, el del 2015 y el del 2017; no hace falta recurrir las cualidades extraordinarias de Ireneo Funes para apreciar las transformaciones experimentadas por la revolución bolivariana en el transcurso del calendario. Sin embargo, la encrucijada ante la cual se encuentra el país obliga al chavismo a posicionarse: se recuerda, reconoce y rectifica (aplicando una suerte de 3R al cubo) o el país acelera la extensión e intensidad de la volatilidad social. Los chavistas-maduristan que están en funciones de gobierno tienen un peso decisivo en la dirección que asuman los acontecimientos; ¿lo recuerdan?

CINCO-Venezuela@hotmail.com


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