¿Para qué servimos camaradas?

También podría preguntar ¿para qué sirve un militante de toda la vida? ¿para qué sirve un cuadro revolucionario con formación política-ideológica y científica? ¿para qué sirve un propulsor fundador del partido? ¿para qué un Constituyente?

O pudiera aún resumir todo en una sola interrogante: ¿cómo una 'revolución" se da el lujo de desechar sus cuadros?

¿Acaso es acertado gobernar un país de un millón de kms2 y 30 millones de habitantes con un puñado de "conocidos" que se rotan a capricho en todas las funciones como sabelotodos?

En todas las naciones se trata con respeto y consideración a quienes han hecho aportes significativos al proceso de institucionalización democrática. En España aún se les llama "padres de la Constitución" a los constituyentes de las Cortes que redactaron su Carta Magna.

Aqui ni siquiera hay un archivo serio de la ANC de 1999 y en los actos conmemorativos, pocos y muy mal organizados, ni siquiera se cumple un protocolo decente invitando al pleno constituyente.

Parece ser uno de los males intrínsecos de nuestra sociedad no reconocer los méritos y aportaciones de los nuestros, y andar mirando el rabo de lo foráneo y lo oportunista.

¿Algún ministro de cultura lamentó la muerte de Tino Rodriguez, Gladys Vera, Germán Ávila o del maestro de la plástica Juan Mendoza?

Cada vez más la dirigencia central se ensimisma en sus entornos "incondicionales", complaciendo los antojos por ratos faranduleros de la cofradía enceguecedora, donde la adulancia sustituyó hace tiempo a la contribución efectiva y la construcción crítica.

¿Hacia qué rumbo trascendente y -sobretodo- sostenible, puede marchar una sociedad en profunda crisis dirigida con un estilo de vanguardia excluyente, elitista y terriblemente sectario?

¿Está en capacidad de entender la peligrosa pérdida de soberanía en estratégicas zonas fronterizas, una dirigencia ocupada en organizar carnavales y templetes en la ciudad capital?

¿Será que en efecto los cinco o seis compañeros que dirigen el proceso se creen tan suficientes que les basta declarar la "Utopía" para que se materialize "el cielo por asalto"?

A todas luces alguien está enajenado en esta rumba de felices noticieros.

La práctica reciente de "remover" cargos electos para trocarlos a funcionarios designados, trasmite un mensaje confuso contrario a la visión federal que nos exige la generación de liderazgos regionales y locales para la gobernabilidad con cercanía popular. Más, cuando las experiencias del "autogobierno" siguen enganchadas con adicción a la chequera petrolera, y no se avistan cambios de fondo a corto plazo en esta tradición ahora teñida púrpura.

El "caraqueñismo" exacervado del gobierno y el hipercentralismo antidemocrático del PSUV atentan contra el control territorial y el desarrollo de la nueva institucionalidad en el todo nacional. Gobernaciones y Alcaldías parecen feudos medievales, cuyo alcance depende siempre de la bendición papal.

Mientras un ParaEstado se enseñorea con la vida ciudadana: la anomia servida con plomo y terror. El miedo al crímen incide más en la depresión psicológica y económica allí donde la impunidad reina y la autoridad se desvanece por los mendrugos que destila el criminal.

Pasamos de las advertencias de una probable "colombianización" a mediados de los noventa, a la inminente "mexicanización" con que nos abofetea la actualidad.

Sobre las duras manifestaciones materiales de la crisis, se asoman como lúgubres carroñeros los dos fantasmas que pudren la existencia: corrupción y violencia, alimentándose y agrandándose como siamesas fabulosas y letales.

¿Qué puede ser peor que esto?

La torpeza de pretender ocultarlo.



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