Chávez, los escombros de un legado

Quería pasar por debajo de la mesa, mas no pude.  Resulta inevitable hablar del legado de Chávez, “a cuatro años de su siembra” como dice el discurso gubernamental, siembra que recuerda la famosa frase de Úslar Pietri referida al rentismo petrolero.  Del sueño de una “Venezuela potencia” no quedan sino escombros de un país que fantaseó con una independencia que ninguna retórica madurista puede imponer.  Hoy somos más dependientes y vulnerables. Sólo tenemos que arquear una caja (mexicana) de los Claps para saber que la realidad es esa: ni siquiera producimos lo que comemos a diario.

Los psicólogos hablan del shock de la realidad como terapia para atender las dificultades emocionales de sus pacientes.  Yo diría que como nación estamos en shock, paralizados en medio de una carencia profunda de una agenda para el futuro.  Estamos peor que cuando el paro petrolero de diciembre de 2002 porque hasta perdimos la esperanza de que capearemos la tormenta.  

Cuando Chávez realizó su dominical reality show televisivo en aquel épico 2003,  mostró a la humilde petareña que usó su cama de madera como leña para cocinar, también presentó la acción solidaria de una venezolana pobre con un proyecto político para el porvenir: de allí el compromiso popular de superar las amarguras del presente para construir un futuro mejor para todos, sin exclusión de nadie.  

Pero perdimos toda posibilidad de transformar al país, hoy sólo esperamos “sangre, sudor y lágrimas”, mientras los enchufados bolivarianos exhiben sin pudor riquezas mal habidas en los escenarios estrafalarios que se construyen incesantemente en sus redes sociales. Viajes al norte, ropas lujosas, carros ostentosos, yates relucientes y fiestas faraónicas muestran la galería de los herederos oficiales del legado del “comandante eterno”.  

¿Cuál es el balance después que aquel marzo de 2013 que despuntó con el espanto de la muerte?

La inflación más alta del planeta durante cuatro años consecutivos, somos sobrevivientes de un lustro de decrecimientos económicos implacables, parálisis progresiva de las empresas venezolanas que devinieron en fachadas para capturar dólares preferenciales, importación masiva de productos que son llevados a la mesa de millones de venezolanos mediante el más perverso sistema de distribución de alimentos.  Tenemos el record Guinness en desfalco a nación alguna, aunque todavía no logramos un acuerdo nacional en cifras exactas, desde los 60.000 millones dólares que indicó Maduro hace algún tiempo hasta los 360.000 que publicó Marea Socialista en el Portal Aporrea.

Los avances sociales que logró Chávez se vuelven sal y agua cada día: niños salen nuevamente a las calles a mendigar, venezolanos hurgando en la basura tienen desconsolado a toda una nación, sistemas de transporte público deteriorados y contaminantes, hospitales colapsados con familiares de pacientes escarbando en ciudades derruidas para conseguir medicamentos y utensilios médicos para los enfermos.

El hampa gobierna en las calles de ciudades y pueblos, han impuesto un estado de sitio de hecho, los pranes trazan y ejecutan despropósitos criminales desde cárceles que han devenido en centros operativos de las megabandas de delincuentes. Todo ello frente a la “vigilancia” del ministerio del ramo. Los ciudadanos honestos “encerrados en sus hogares/cárceles” mientras los pranes veranean en las playas de Margarita.

Los servicios policiales y los guardias nacionales se han transformado en grupos organizados de funcionarios que protegen el bachaquerismo interno y ejecutan bien cuidados traslados de combustibles y alimentos subsidiados hacia los países vecinos.
La preservación del medio ambiente es un recurso retórico de un gobierno cínico e irresponsable.  Mantenemos subsidios perversos para que sigamos derrochando electricidad y gasolina. Ofrecimos en subasta pública 112.000 kilómetros cuadrados mediante el Arco Minero del Orinoco que convertiría a la Guayana venezolana en un desierto mal oliente de cianuro y mercurio venenoso.

Y todo ello a nombre de un Chávez que murió con la intención de dar un golpe de timón en la revolución bolivariana.

Por eso lo ratifico, a cuatro años de la siembra del Comandante Eterno, de su legado solo quedan escombros por doquier.  Lo que si quedará para el futuro serán los testimonios gráficos (en redes sociales) de una triangulación obscena de empresarios, militares y políticos rojos/rojitos que muestran el verdadero legado: dólares que sólo sirven para configurar a un sector social que seguirá predicando con los vestigios derruidos de un proyecto que fracasó. 



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Nelson Suárez

Docente/Investigador Independiente (Literaratura, Ciencia, Tecnología y Sociedad)

 suarez.nelson2@gmail.com

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