Qué cambiar para que nazca el socialismo

El capitalismo tiene sus bases en la existencia de un conjunto de valores que considera incuestionables para su propia existencia y que impone como natural para la sociedad. En toda sociedad la dominación tiene este tipo de comportamiento. Los ideólogos del capitalismo conocen muy bien que los seres humanos son determinados por lo que piensan y que este pensamiento a su vez tiene su contenido y forma en los valores (creencias básicas) que le sirven de marco de referencia y de lógica interna al proceso mental. De allí que introduciendo y reproduciendo consistentemente en la mente de los seres humanos determinados valores se instaure una forma de pensamiento dominante: se instale una forma de dominación.

Cuáles son pues esos elementos básicos que constituyen la bases de la redes de dominación del capitalismo y cómo nace su fractalidad que observamos en los distintos ámbitos de la sociedad capitalista. Los valores que sirven de base a las relaciones de dominación capitalistas son la desvalorización del otro, la falta de espíritu colaborativo y la utilización de unos por otros. Estos elementos sencillos y básicos repetidos consistentemente en el marco de las relaciones de producción y en la práctica política dentro y fuera de la actividad económica configuran una cultura capitalista que privilegia, a toda costa, un reconocimiento social basado en la acumulación individual de poder, y de su fetiche el dinero, que justifica la utilización de cualquier medio para lograrlo.

La aplicación de estos valores (desvalorización del otro, la falta de espíritu colaborativo y la utilización de unos por otros) justifica la explotación del hombre por el hombre. Sin embargo, también se convierten en un límite a la explotación de la mano de obra ajena; esto, dado que el ser humano solo produce más cuando se reconoce creativamente en su trabajo y es reconocido socialmente por el mismo. De allí los intentos del capitalismo por tratar de atenuar, solapar o hacer imperceptible la existencia de dichos valores y de la cultura que nace de su aplicación en las relaciones de producción. Estos valores y cultura también se reproducen en la práctica política de la sociedad (“democracia capitalista”) para justificar las relaciones de producción existentes; como estas últimas también sirven para justificar las prácticas políticas capitalistas.

De aquí que el Estado capitalista y más aún el imperialista tengan sus fundamento en la desvalorización del otro, la falta de espíritu colaborativo y la utilización de unos por otros. Por ello no debe resultar extraño la discriminación, el no reconocimiento del otro, la invisibilización, la utilización de unos pueblos para beneficios de otros, las guerras, la depredación, el hambre y la marginación; por cuanto la estructura organizativa y la dirección del Estado capitalista están determinadas por una cultura basada en valores cónsonos con estas prácticas.

Finalmente, una Sociedad, un Estado, una empresa o una comunidad que pretenda el adjetivo de socialista debe construirse sobre los siguientes valores: reconocimiento del otro, valorización del otro y estímulo al espíritu colaborativo, bajo la consigna de “unidad en la diversidad”. El reconocimiento social nace, en el socialismo, de nuestro aporte creativo a toda la sociedad; como, por otra parte, el trabajo deja de ser un acto de subsistencia para convertirse en un acto creativo de aporte a esa sociedad. Es por ello que una estructura organizativa (Estado, empresa o comunidad) que no tenga sus fundamentos en estos valores no puede ser socialista. De allí el papel crucial y central de los dirigentes de dichas organizaciones para implantar estos nuevos valores: de allí la obligación de todo revolucionario de formarse y dirigir este proceso. Y esto sin contradecir para nada que en las empresas socialista se genere riqueza y se acumule capital socialista para crecer y aportar más a la sociedad. Como tampoco contradice que se trabaje más arduamente en el Estado Socialista para aportar más beneficios y democracia socialista a la sociedad.

El reto de todo revolucionario es construir a partir los valores socialistas su cotidianidad, sus relaciones de producción y su práctica política de forma tal que sirvan de base y de ejemplo a las nuevas prácticas organizativas que permitan nacer desde las cenizas de los valores capitalistas estos nuevos valores socialistas. Destruyendo con esto, desde adentro, las prácticas reproductivas del capitalismo que limitan la vida de la mayoría de los seres. Y constituyéndose así, el socialismo, en la alternativa válida que más nos aporte excelencia, productividad y felicidad a clase trabajadora: a la sociedad. Viviremos y venceremos, que viva el socialismo, Carajo.


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Néstor Aponte


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