Madre de hijos capitalistas

Este fue el primer artículo de opinión que me publicó el diario El Carabobeño de Valencia en el año 1978 (hace 35 años), donde la sociedad venezolana estaba inmersa en el consumo y el amor aparente (lo vuelvo a publicar, pues creo necesario que como revolucionarios revisemos que ha cambiado); y en razón de ello escribí lo siguiente:

La presencia del mal (tanto natural como moral) en la vida del hombre y la mujer a través de su historia, es un hecho que no necesita comprobación. Creamos lo que creamos en cuanto a su origen y en cuanto a las posibilidades de su eliminación, no podemos negarlo, estamos rodeados por él, y a menudo nosotros mismos somos instrumentados (usados) por él.

Esta presencia del mal se origina fundamentalmente de la rebelión del hombre contra su creador, llamándose a esto pecado, o corrupción, o existir, impropio, o deshumanización, o alienación. El hombre intenta ser dios y vivir en autonomía de Dios, siendo el pecado un acto de voluntad en que el corazón del hombre y la mujer halla su tesoro en algo que no es Dios sino un ídolo.

Es así que, el ídolo más poderoso en que el pecado se ha estructurado en el mundo moderno e inclusive en lugares donde reina la miseria, es la sociedad de consumo: su dios es la producción, su religión es el utilitarismo, su dinámica es la técnica, y su meta es el nivel de vida.

La sociedad de consumo ha impuesto un estilo de vida que hace de la propiedad privada un derecho absoluto, y coloca el dinero por encima del hombre y la mujer, y la producción por encima de la naturaleza.

Una de las formas mas frecuentes que utiliza ese “dios” para lograr sus fines, es comercializando los más caros sentimientos del hombre y la mujer, bien sean religiosos, familiares, morales, ideológicos, y espirituales.

El tal “día de las madres” no escapa a esta cruel realidad; es utilizado en nuestra sociedad materialista para provocar en los hijos la “necesidad colectiva” de comprar objetos con los cuales evidenciar la existencia del amor filial. Es decir, que ésta no conoce límites ni respeta principios; pues en su apetito capitalista, utiliza la máscara del sentimentalismo para despertar en los hijos la necesidad de “demostrar su amor” por las madres, con regalos cuyo precio ha de indicar el grado de amor existente, provocando de paso en quienes no tienen el dinero disponible, un sentimiento de pena y tristeza en su corazón.

Nunca sugerirá (porque no le conviene) que el amor hacia las madres se puede expresar de otra manera, jamás podrá decir que tal amor es más que compras y paquetes, que puede ser comprensión y ayuda, obediencia y respeto, gratitud y compañía. No podrá decir nunca que el amor hacia la madre se puede manifestar también con un beso, o en una simple flor, o en un poema, o sencillamente, extendiendo las manos vacías ansiosas del abrazo; siempre tendrá que decir: compra, compren, y compremos!!!!.

Para tal fin al dinero se lo considera omnipotente, hasta el extremo de creer, que con él se pueden comprar valores no materiales tales como: la justicia, la armonía, la belleza, el amor, y aún la vida. Esta mentira del materialismo, ha dado como resultado en nuestro tiempo una civilización que niega a Dios, destruye la naturaleza, y hace del hombre el lobo del hombre.

eggrooscors@gmail.com


Esta nota ha sido leída aproximadamente 1392 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter