Un espejo roto

En los últimos meses, y con mayor intensidad en las últimas semanas, Venezuela ha presenciado como desde las clases sociales que aún detentan el poder económico y comunicacional, ha resurgido una potencia que germinaba desde hace años, sin manifestaciones masivas aparentes. Pequeños afloramientos de Fascismo han sido preparados por mucho tiempo a través de distintos medios de la psicología de masas.

Un proceso de ideologización tenue, dirigido especialmente a la clase media y a quienes se han integrado a ella producto de la dignificación social que ha impulsado la Revolución. En el imaginario colectivo se ha tratado de instaurar el anhelo del “salto social” individualista, aunado al miedo al Comunismo, apoyándose en la idea de un “confort” social y un modo de vida basado en el consumo y la propiedad individual. Todo esto parece ser una triste fantasía de la clase media, un espejo roto al momento de, por ejemplo, ser estafados cuando intentan comprar un apartamento, en el instante cuando se convierten en víctimas de la especulación al pretender adquirir un vehículo, o tal vez cuando son atendidos en una clínica y su vida depende de un seguro que se extingue beneficiando a los mercaderes de la salud. En otras palabras: son simples ciudadanos asalariados que gozan de algunas comodidades proveídas por los verdaderos dueños de los medios de producción, los burgueses y oligarcas que hacen concesiones con el fin de mantener contenta y sumisa a una mano de obra necesaria.

Marx afirmaba que el oprimido que además es inconsciente, aspirará siempre a ocupar el puesto del opresor. Tal afirmación parece válida en nuestra realidad, tanto como lo fue en Alemania por los años en que se instaló el Fascismo nacionalsocialista de Hitler, quien construyó un movimiento que en sus inicios fue de naturaleza pequeño-burguesa, y que en esencia perseguía intereses contrarios a las masas trabajadoras, y sin embargo obtuvo de éstos el favor político, llevándolos en definitiva a uno de los episodios de muerte y violencia más horrorosos conocidos en la historia de la humanidad.

Para algunos parece claro: no habrá hegemonía absoluta ni victoria socialista en la lucha de clases, si no se consolida la Revolución en el campo cultural e identitario, estableciendo defensas contra los procedimientos de intervención psicológica en esta guerra de baja intensidad que ha preparado los poderes imperiales para Venezuela.

Las comunidades son ámbitos imprescindibles para los cambios sociales y culturales que nos hagan redimir nuestra historia, y acaben con las dependencias culturales, impulsando con propia fuerza hacia una identidad con base en nuestras tradiciones; tradición es también comunidad, la una se sustenta en la otra. El fortalecimiento de las bases comunitarias es necesario para profundizar en el espíritu de nuestras raíces vulneradas por el capitalismo y la etnofagia. Así los pueblos que trabajen en la descolonización asumirán roles de constructores e intérpretes de una nueva época más justa.



Padronh77@hotmail.com


Esta nota ha sido leída aproximadamente 880 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter