(Viernes 18-01-2013)
Cuando Fidel dijo que esta Revolución era un milagro acertó, no había otra forma de definir este proceso.
Mucho se podría hablar del milagro, decir por ejemplo que ocurre en un mundo escéptico, traumatizado por la caída del Socialismo, inundado de teorías desmovilizadoras, que sucede en un país rentista, con medio siglo de democracia burguesa, con una izquierda nacional batiéndose entre la traición y el desconcierto de teorías fantasiosas que excusan la acción. Ahora bien, el centro del milagro, sin duda, está en el cambio espiritual de los humildes. Veamos.
Chávez consiguió devolver al pueblo las razones sagradas, las que dan sentido a la existencia dotándonos de objetivos vitales que nos hacen verdaderamente humanos, superando la mediocridad de una vida condenada a ser objeto de las reglas del capital, a sumergirnos en la cultura de lo trivial que nos inoculan de mil maneras, desde la televisión hasta la literatura.
Todo planificado para convertirnos en mercancías o en desechos, triturados en la exclusión o macerados en los molinos de un sistema donde la cosa es el centro y el humano su esclavo.
Chávez revivió la gloria de los grandes, y los supremos objetivos de este pueblo. Con él regresaron Miranda, Gual y España, José Leonardo, el Libertador, Zamora, Fabricio, El Bachiller, Iracara, y regresó la fuerza, la pasión y la entrega que movió aquellos corazones. Ahora este pueblo dejó de ser rebaño y se convirtió en artífice de una existencia proficua.
Chávez nos dio la oportunidad de ser revolucionarios, nos dio una causa noble e ideales por los cuales luchar: construir un mundo donde todos podamos relacionarnos como hermanos, en el que el despojo del semejante no sea condición para la existencia, y la guerra de todos contra todos se transforme en una inmensa paz construida sobre la fraternidad.
Al darnos Revolución nos hizo verdaderamente humanos, capaces de construir el mundo que soñaron los próceres y de defenderlo. Así nos elevamos hasta, como dijo el Che, el escalón más alto de la especie humana.
En el mundo son pocos los pueblos que han alcanzado ese peldaño y escasas las ocasiones cuando esa bienaventuranza se concreta.
Cuando los pueblos se organizan, se politizan, se concientizan de su papel histórico, cuando se hacen revolucionarios, son invencibles, capaces de grandes hazañas y de construir mundos. Son las raras ocasiones cuando las sociedades rompen con la fragmentación y la especie humana resplandece como un solo cuerpo.
En ese momento la vida, la naturaleza, se siente eufórica de su creación, todo el esfuerzo de millones de años de evolución valió la pena. En ese instante volvemos al Edén. El homo sapiens, cúspide de la evolución, inicio, nunca final, deja de ser así una pasión inútil.
Chávez nos sacó de una existencia sin sentido, ese es el milagro, eso es lo que debemos defender. No podemos permitir que los heraldos negros del capital nos conviertan de nuevo en cosas, en metales capitalistas.
¡Unidos somos Chávez!