“No somos felices ni un poquito": Zuliano cuenta que ha llorado más de una vez con el alma

Credito: NAD

10-10-19.-Los zulianos se encuentran sumergidos en un cruel y voraz atolladero, con pocas esperanzas de ver de nuevo el sol brillar. En esta tierra, bendecida por sus bondades naturales y que le ha dado tanto a Venezuela, la vida cada vez es más difícil. La felicidad, para algunos, tiene rato que no se aparece por estas tierras, y la terrible situación ha hecho llorar a más de uno con toda la profundidad que arroja el alma.

“No somos ni un poquito felices, sin luz, sin agua, sin gas ni gasolina, y por si fuera poco, tampoco podemos comer como Dios manda”, comenta Alberto Rojas, un obrero petrolero zuliano quien dice padecer todos los días por la difícil situación que atraviesa el país.

El hombre afligido destaca que si el problema se tratase de una sola cosa, como en cualquier país del mundo, “la cosa sería distinta”, pero añade a la vez que son muchísimos los problemas que, a su juicio, hacen de la vida del zuliano un infierno en la tierra del Sol Amada, frase célebre, que en estos días por eso del calor, los cortes interminables y el sudor angustiante se ha hecho más profunda y sincera.

Rojas explica a NAD que después de haber disfrutado las comodidades que en otrora su trabajo le permitía tener, como hacer parrilla los fines de semana, viajar con su familia al interior y exterior del país, comer y comprar lo que quisiera, darle a sus hijos la mejor educación, y recibir mensualmente su «comisariato», su forma de vivir hoy en día se encuentra en una terrible decadencia que casi califica como pobreza extrema.

“Mi familia y yo (4 miembros) pocas veces comemos tres veces al día, casi siempre dos, pero también nos ha tocado en todo el día irnos en blanco a la cama. Varias veces, hemos comido arroz solo, un poquito en el almuerzo, otro poquito en la cena, porque el sueldo que percibo no me alcanza”, comenta cabizbajo el hombre que ha entregado más de 15 años de su vida al servicio de la estadal petrolera. Al mismo tiempo cuestiona ¿Quién vive con este sueldo?.

El trabajador se disculpó, porque no pudo brindar un café, que antes no faltaba en su casa, en su lugar se ha sustituido por té de toronjil, que sirve para la tos, la gripe y con el que trata de engañar su baja de cafeína, al mismo tiempo que trataba de buscar «fresquito» debajo de la mata de mango, mientras se restituía el servicio eléctrico.

Asegura que además de soportar hambre, las constantes fallas eléctricas acabaron con gran parte de sus electrodomésticos, de los tres aires que tenía en casa, hoy solo quedan “cenizas”, pues los bajones se encargaron de llevarlos a la tumba, de donde más nunca saldrán, ya que comprar un artefacto nuevo en estos tiempos, es cuestión de ricos, quienes, sin embargo, lo pensarían. Finalmente, este hombre y su familia fueron condenados a vivir en el inclemente calor de Maracaibo.

No obstante, manifiesta indignado que “la pela” no termina ahí. Debe enfrentar a diario y desde hace casi dos años, el brutal plan de administración de carga, mejor conocido como el racionamiento de seis, siete, ocho, 10 y hasta más horas cuando no hay un apagón general. En la oscuridad, los zancudos y el calor son los protagonistas que hacen la vida cuadritos a nuestro entrevistado.

La falta de agua potable por tubería y gas son otros dos problemas que se suman a la lista del trabajador petrolero. Le ha tocado cocinar en leña muchas veces, buscar agua en una cañada, para cocinar, bañarse y cubrir otras necesidades, y lo peor de todo, repetir la ropa sucia ante la carencia del vital líquido, y es que sumado a los altos costos de los detergentes, prefiere elegir si comprar comida o jabón.

Por otro lado, su cacharro agoniza en el garaje de su casa porque no tiene dinero para comprar los repuestos, sin embargo, ve de cerca el sufrimiento de aquellos que pasan casi una semana entera en los alrededores de las estaciones de servicio por unas gotas de la tan anhelada gasolina.

Este hombre que ha sufrido terminó vendiendo el secador de cabellos de su esposa, una puerta, las ventanas que compró cuando tenía el sueño de remodelar su casa, una cámara digital para guardar los momentos inolvidables que ha pasado junto a sus seres queridos, un DVD, en fin… muchas cosas… para comprar comida y no dejar morir de hambre a su familia. Mientras tanto, sigue enfrentando al hambre, a la oscuridad y la sequía.

Al terminar nuestra conversación, Alberto nos dijo que ha llorado más de una vez con la profundidad del alma, por todo lo que está pasando…


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La fuente original de este documento es:
NAD (https://noticialdia.com/2019/10/no-somos-felices-ni-un-poquito-zuliano-cuenta-que-ha-llorado-mas-de-una-vez-con-el-alma/)



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