El colapso eléctrico y la guerra cibernética de Nicolás Maduro

"Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan en todo momento".

Joseph Goebbles,

ministro de Propaganda de Adolf Hitler

Como era de esperarse, tras el apagón general que sumió a Venezuela en las tinieblas y demostró la vulnerabilidad del país en materia eléctrica, ninguno de los voceros del madurismo, fue capaz de aceptar la existencia de una crisis en el sector, la cual pone en riesgo la generación y distribución de energía a lo largo de nuestro territorio.

Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez, Vladimir Padrino López y otros jerarcas de la dictadura, parecen desconocer el alcance del latrocinio perpetrado en materia eléctrica, lo que se ha traducido en desinversión, obsolescencia de equipos, destrucción de instalaciones y caos generalizado.

Los cortes de luz no son algo nuevo. Hace unos años, se decía que era por el fenómeno meteorológico El Niño, el cual provocó una fuerte sequía en Venezuela, reduciendo el caudal de los ríos (entre ellos el Caroní). Esto incidió en el bajo nivel de las aguas de la represa del Guri. Aquella situación, motivó una política de racionamiento de energía, además de la "compra" de plantas eléctricas "0 kilómetros" necesarias para solventar el problema.

Como era previsible, la adquisición de equipos se convirtió en una fuente grosera de corrupción, generando fortunas fabulosas entre algunos privilegiados de la elite dominante, además de algunas empresas de maletín (como Derwick), que recibieron contratos mil millonarios en dólares. Sin embargo, las plantas nuevas nunca llegaron y, por el contrario, fueron adquiridas unas máquinas usadas (realmente chatarra), con un sobreprecio obsceno, por lo que jamás entraron en funcionamiento.

Además de esto, la principal central hidroeléctrica venezolana, Guri, no ha recibido el mantenimiento adecuado. Sus generadores, progresivamente, han sufrido el desgaste normal por consecuencia del uso y no se han llevado a cabo las mejoras necesarias en una planta de esta envergadura. Quizás, el mayor cambio experimentado por Guri fue el de su nombre, que pasó de llamarse Raúl Leoni a Simón Bolívar. Resulta paradójico que el suministro eléctrico de Venezuela obedezca a una obra emblemática de la cuarta república, pues en veinte años de "revolución" –incluyendo el nefasto y oscuro sexenio madurista-, no se hayan edificado plantas que complementen a la monumental central hidroeléctrica de Guayana.

Mientras el sistema eléctrico colapsaba, como consecuencia de la corrupción –o el saqueo- y la desinversión, gran parte de los recursos venezolanos se desviaban para solucionar la crisis energética de otras naciones, como es el caso de Nicaragua, país que sí recibió, de parte de Venezuela, plantas de última generación, en detrimento del patrimonio nacional.

Resulta evidente que los responsables de la tragedia que vive la República Bolivariana de Venezuela –incluyendo la debacle del sistema eléctrico- son los dirigentes que han controlado el poder en las últimas dos décadas. Sin embargo, como lo aconsejaba el siniestro ministro de Propaganda de la Alemania nazi, Joseph Goebbles, es necesario culpar a otros de los males que sufren los pueblos.

En este caso, a las cacareadas guerras "económicas", "políticas" y "mediáticas" se suman otras dos: la "cibernética" y la "eléctrica". Es decir, un Estado que controla todos los poderes públicos (sin incluir el legislativo, pues el parlamento fue ilegalizado de facto bajo la figura del "desacato"), maneja las fuerzas armadas, copa las diferentes empresas y organizaciones estatales, cuenta con la mayoría de gobernaciones y alcaldías y maneja los ingresos (menguados) en divisas, no tiene responsabilidad alguna de los apagones, ya que fueron unos hackers , junto a unos "aparatos voladores gringos" (Maduro dixit), los que sumieron a Venezuela en la penumbra, por órdenes del senador republicano Marco Rubio y de otros halcones de la administración de Donald Trump.

Incluso, el joven periodista Luis Carlos Díaz es señalado como uno de los "cerebros" del fantasioso ataque cibernético, como si se tratara de una producción hollywoodense de ciencia ficción y espionaje. Lo que sí es cierto es que Díaz es una nueva víctima de la represión madurista, cuyos jerarcas no soportan el mínimo disenso y son capaces de "suicidar" a quien sea que se oponga a los desmanes de la dictadura.

La guerra cibernética de Nicolás Maduro es un nuevo caso de mentira disociada de la realidad, que busca desviar responsabilidades mientras la sociedad venezolana retrocede al siglo XIX, como consecuencia de uno de los mayores robos que ha conocido pueblo alguno en el último siglo.

La camarilla de Miraflores sigue muy bien la receta goebbeliana de no asumir los errores cometidos. Quizás, detrás del discurso panfletario socialista y antifascista, Maduro y su pandilla tienen su corazoncito nazi y prefieran la destrucción total de Venezuela, como pretendía hacer Hitler con Alemania cuando estaba en su búnker, rodeado por el ejército soviético.

antonioprado1980@gmail.com

Antonio Prado

Luchador social



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