Educación técnica en sus formas artesanal, industrial y científica para el Socialismo del Siglo XXI

Ante el reto planteado por el Presidente Chávez, en el sentido de crear, en colectivo, un sistema socialista original y autóctono, el Socialismo del Siglo XXI; comprometido absolutamente con las libertades ciudadanas, la justa distribución de las oportunidades y riquezas que ofrece nuestro país, los más elevados principios de la democracia participativa y en procura de la satisfacción personal de todos los ciudadanos y de la independencia nacional ante las políticas imperialistas de países más desarrollados; es preciso prestar especial atención a los factores de producción, en términos de transformación de materia prima en productos elaborados, que satisfagan necesidades de toda índole y en un muy amplio grado de complejidad; no solo en el aspecto organizativo de la sociedad, para la producción y el estímulo a la iniciativa, mediante el crédito u otras facilidades, sino en la concepción de la educación técnica, tanto en la formación artesanal, como la industrial y la científica; es decir: hay que reconcebir, rediseñar e instrumentar de manera orgánica, en un solo sistema:
- la formación y adiestramiento para el trabajo manual,
- la formación de peritos y técnicos para la ejecución compleja y la conducción de ámbitos de producción de baja o mediana complejidad en el campo industrial,
- la formación de tecnólogos e ingenieros de alto nivel, con orientación al desarrollo y la gerencia industrial y
- la formación de ingenieros con orientación científica para la investigación.

El sistema educativo venezolano se inició en el campo artesanal, con las Escuelas de Artes y Oficios poco antes del siglo pasado; ensayó con las Escuelas Artesanales, las cuales contemplaban algunas horas dedicadas al adiestramiento en algunos oficios, dentro de los programas de los últimos años de primaria; sostuvo por cerca de cuarenta años una maravillosa Escuela Técnica y un sistema nacional de Escuelas Industriales, las cuales formaron peritos y técnicos para los diversos estratos de la industria nacional, estatal y privada, con un alto rendimiento profesional; sistema que fue defenestrado mediante un curioso ardid, entre gobiernos adecos y copeyanos, sustituyendo aquella maquinaria por un ineficiente sistema de Bachilleratos Diversificados, con escasa diversificación y ninguna trascendencia y los Tecnológicos y Colegios Universitarios que no encontraron nunca su carácter técnico, como consecuencia de la contratación clientelar de un cuerpo docente que los concibe como “medio-universidades” o universidades chucutas y de segunda. Ajenas a todo esto, las Universidades producen Ingenieros, dentro de un esquema muy internacional y tradicional, que aún cuando poseen una vasta formación matemática y científica; por su orientación, entran en contradicción con un medio donde el “empleo” no es el principal de los haberes, sino que hay que crearlo con iniciativas generadas desde esos saberes.

Tal vez, uno de los problemas más determinantes en el desenfoque de la educación técnica, es que siempre se ha intentado evaluar por su capacidad de preparar para “el empleo”. La formación en función de una supuesta “industria”, lo cual da por cierta la existencia de una vasta actividad industrial, con demanda suficiente para los egresados de todas las escuelas y a todos los niveles, se quiebra estrepitosamente ante la realidad, y el fracaso es evidenciado por la avasallante producción de “desempleados”.

Otro aspecto característico de nuestra educación técnica, es que se forma en “respeto religioso a los dioses” Marca y Procedencia“, símbolos indiscutibles del imperialismo capitalista, lo cual inhibe a nuestro técnicos ante la posibilidad de fabricar repuestos y partes de equipos y maquinarias, teniendo los recursos y conocimientos suficientes. Son innumerables los equipos didácticos y de todo tipo, que se desechan en las escuelas técnicas del país porque no se consiguió “el repuesto“; habiendo en ellas todos los recursos para su fabricación. Ante este escenario se forman nuestros técnicos, tecnólogos y hasta ingenieros.

Entrado el proceso revolucionario en casi todos los ámbitos anteriormente relegados del país, la educación técnica no parece estar aún en discusión. Se observan reacomodos de las mismas personas que en el pasado sustentaron las creencias del pasado, con los mismos métodos clientelares del pasado y se sigue sujeto al revisionismo, conducido por curricólogos que saben de formas y maneras ancladas a la escuela tradicional, comúnmente reñida con la revolución. Un cambio de enfoque verdaderamente revolucionario toca con tal integridad a nuestra educación técnica, que no puede ser visto como un conjunto de ajustes curriculares. Es preciso rediseñar el aparato educativo tecnológico en su totalidad, tanto en lo administrativo como en lo pedagógico, para responder a los requerimientos que plantea la Venezuela libre e independiente que propone la Revolución Bolivariana.

Un esquema a seguir para empezar a transformar la educación técnica, debe partir de los preceptos y requerimientos de la Revolución Bolivariana. En la actualidad, en el proceso de organización del pueblo para su ascenso al poder colectivo, en correspondencia con la democracia participativa, así como para su recuperación económica, se está trabajando con las comunidades tanto en lo social como en lo productivo. La producción social es necesariamente una actividad para la cual hay que preparar al pueblo y buena parte de esa preparación corresponde al sistema de educación técnica. Una educación técnica revolucionaria debe preparar para la organización e implementación de instrumentos de producción artesanal e industrial y no solo en los procesos de fabricación sino en la forma de implementar las iniciativas; e incluso atendiendo específicamente a la formación de la autoestima, para valorar y conducir la creatividad propia, como un hecho relevante en el logro de la independencia tecnológica del país. La figura de la cooperativa, las diversas formas de empresa individual o grupal, sus alcances y virtudes, el manejo económico y de servicios en esas actividades productivas, el mercado, en fin, todo lo concerniente a la gerencia de la actividad artesanal o industrial, debe estar en el lenguaje del estudiante desde su ingreso al sistema educativo. La “formación para el empleo” debe quedar abolida, aun cuando eventualmente o en muchas circunstancias, el egresado pase a formar parte de los trabajadores empleados de alguna gran empresa.

Por años hemos copiado maneras de formar técnicos, a diversos países del mundo; pero no hemos considerado que esos países tienen circunstancias diferentes; sus caminos de evolución han sido diferentes y sus estados de “desarrollo” no son necesariamente nuestro paradigma. Es el momento de escuchar a Don Simón Rodríguez: “o inventamos o erramos”.

(*) Ingeniero, Docente Universitario

Joseclaudiolaya@hotmail.com
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José Claudio Laya Mimó(*)

Profesor Universitario

 joseclaudiolaya@hotmail.com

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